Aritz INTXUSTA

Los vecinos de Gaztelu abrazan su pasado y restañan la herida de la sima

Por imposible que parezca, la historia de la mujer embarazada y sus seis hijos que murieron tras ser arrojados a una sima en el monte, de algún modo, ha terminado bien. Ayer Gaztelu supo enfrentarse a lo más oscuro de su pasado y la familia Sagardia Goñi tuvo la grandeza de reconciliarse con su pueblo.

Todos los actos de memoria son terriblemente emotivos. Aún más si, como en el de ayer en Gaztelu, a lo que se asiste es a la entrega de unas urnas con restos de desaparecidos a los familiares que quedan vivos. Fueron siete los ataúdes reducidos que se devolvieron a la familia y que encerraban los restos de Juana Josefa Goñi (embarazada de siete meses) y sus seis hijos menores edad. Cada pequeña caja estaba identificada con el nombre de pila del pequeño y su edad: “Joaquín. 16 años”, “Antonio 12 años”, “Pedro Julián. 9 años”, “Martina. 6 años”, “José. 3 años” y “Asunción. 18 meses”.

La celebración consistió en varios discursos en la sima donde arrojaron a esta familia tras empujarla con antorchas encendidas y, tras bajar de nuevo al pueblo, se procedió a la entrega de los cuerpos y su inhumación en el cementerio. La jornada congregó a cientos de personas entre asociaciones memorialistas y vecinos. En la entrada a Gaztelu, voluntarios con chalecos amarillos cortaban la carretera y redirigían los coches hasta un prado cercano para que pudieran aparcar.

La presencia de tanta gente y tantas autoridades (acudieron las consejeras Ana Ollo e Isabel Elizalde) resultaba un tanto chocante, pues todos los actos tenían un marcado tono de cercanía y el resultado final fue una ceremonia muy íntima entre los vecinos, la familia y ese episodio tan horrible de su pasado.

Regreso al agujero

Arriba en el monte, junto a la sima de más de 50 metros ahora sellada con unas rejas, se inauguró una escultura conmemorativa. Allí tomaron la palabra el investigador Joxe Mari Esparza –autor del libro “La sima” con el que Txalaparta divulgó esta tragedia– y el presidente de la Sociedad de Ciencias Aranzadi, Paco Etxeberria, que fue quien extrajo los restos de lo más profundo de ese enorme agujero al que se accede por una boca diminuta apenas visible junto a la raíz de una enorme haya.

Esparza describió lo sucedido como «un crimen de guerra, pues sin la guerra no hubiera ocurrido». A su vez, también lo definió como «un crimen ideológico e inquisitorial, porque Juana Josefa, como su madre Andresa y su hermana Petra, no encajaban en los moldes del nacionalcatolicismo». Y, por último, lo señaló como «un crimen de género», dado que para justificar esa muerte «mancharon la imagen de Juana Josefa, llamándola fulana, mala esposa, mala mujer, mala madre...».

El escritor subrayó que «vecinos del valle tuvieron su grave responsabilidad, de eso no hay duda». No obstante, sostuvo que quienes cometieron tal atrocidad «fueron presa de sus miedos, de sus frustraciones, de sus envidias, de sus atavismos. Y fueron también marionetas de un régimen de terror en el que la Iglesia, la Guardia Civil y las derechas navarras tenían todo el poder en su mano».

Por su parte, el presidente de la Sociedad de Ciencias Aranzadi incidió en que con el acto que Gaztelu dedicó ayer a los familiares de los desaparecidos se desmontan todos los argumentos de quienes ponen palos en la rueda a la hora de buscar desaparecidos. «Esto es pertinente, necesario y se puede hacer si se quiere hacer. Si el Ayuntamiento quiere y el Gobierno quiere, no lo impide nada. Nada. Es mentira los que dicen que esto es un lío, o un jaleo. ¿Por qué se dice eso en muchos sitios?», se preguntaba. «Era peligrosísimo el sitio, estar colgando a 50 metros bajo tierra... ¿Y qué? Los problemas técnicos los resuelven técnicos. No valen las excusas», insistió el forense.

El abrazo a todo un pueblo

El acto central de la jornada comenzó al mediodía, cuando regresaron los últimos que habían subido a la sima. Primero tomó la palabra la alcaldesa de Gaztelu, Maite Urroz, que arrancó muy institucional, pero pronto comenzó a emocionarse. «Teníamos que cerrar esto, reparar el daño y cerrar las heridas. Como alcaldesa del pueblo, pido perdón», declaró Urroz.

Luego tomó la palabra la consejera Ana Ollo, que habló de «la necesidad de Verdad, Justicia y Reparación». La responsable de Relaciones Ciudadanas e Institiucionales del Ejecutivo foral destacó el mimo con el que los vecinos habían preparado el acto.

Tras guardarse un minuto de silencio y para reforzar la idea de que es todo el pueblo quien se reconcilia con la familia, continuó el acto la joven Eider Sagardia a modo de portavoz de los vecinos. «Que la carga no recaiga en los hijos y nietos de este pueblo, que desea dar descanso entre los suyos a esta familia», señaló la joven, para después dirigirse a los familiares directos que estaban allí para transmitirles su deseo «de que guardéis un buen recuerdo de este pueblo y sus gentes cerrando este episodio del pasado en nuestra compañía».

el regalo de una viuda

Cuando llegó el turno de que hablaran los familiares, estos quisieron transmitir su «gratitud absoluta» y dieron la herida por cerrada. Además, se alegraron por recuperar los lazos con un pueblo con el que perdieron la relación, pues la hermana de Juana Josefa, Petra, se marchó y sus hijos viven ahora en Gipuzkoa. Después, se fundieron en un abrazo con la alcaldesa. «Me gustaría abrazaros a todos, pero no puedo. Baste con este», dijo una de las hijas de Petra.

Sin embargo, el gesto más generoso de ayer lo tuvo Gloria Pedroarena. El mayor de los hijos de Juana Josefa no se encontraba en el pueblo aquel fatídico día y por ello sobrevivió a la matanza. José Martín Sagardia se casó con Pedroarena y murió en Iruñea hace diez años. En cuanto supo que el resto de los hermanos de su marido iban a ser exhumados, la viuda decidió que los restos de José Martín fueran también trasladados a Gaztelu. Por eso ayer en el cementerio se enterró a una persona más en una tumba señalada con una enorme estela. Así, todos los hermanos están reunidos de nuevo, gracias al gesto de esta mujer que renunció a descansar con su pareja. «Lo tuve claro desde el primer día. Como en vida no han podido estar juntos, que lo estén ahora», comentaba ayer emocionada.