Ramón SOLA

Lleida, payeses que labran y jóvenes que siembran futuro

Lleida es la capital más rural de las cuatro en que se votará el 1-O, así que el camino al referéndum lo allanaron el sábado los «pagesos» con sus tractores. Y a ese carro ya se han subido en masa los jóvenes. «Es mejor hacer Historia que estudiarla», dice Laia a GARA.

ALleida se llega por un paisaje a veces bardenero y otros ratos más parecido a la Rioja alavesa; muy agrícola, en cualquier caso. La ciudad tiene 140.000 habitantes solo, pero la provincia alcanza casi el medio millón con Tàrrega, Balaguer, Mollerussa, Seu d’Urgell, Cervera... Y desde muchas de esas localidades la pagesia, los trabajadores del campo, cogió el sábado sus tractores y llegó hasta la capital en una peculiar movilización.

Lo habían hecho otras veces por sus reivindicaciones específicas, pero esta vez les echó a la calle «el maltrato que se está haciendo a las instituciones catalanas» en palabras de Carlos Vicente, de la Unió de Pagesos. Hoy viernes harán un alto también en sus faenas, pero para celebrar Sant Miquel, fiesta grande en Lleida. Ayer tarde se inauguraba la Feria de la Fruta y se esperaba la visita de la ministra de Agricultura del PP, Isabel García Tejerina. «Pues le van a pitar los oídos, sí», se vaticinaba a la mañana en la entrada al recinto.

Como le pitan ya a Angel Ros, alcalde de Lleida por el PSC desde 2004. En esta capital se oye el mismo grito que en Tarragona le dedicaban a otro alcalde correligionario: «Ballesteros dimisión» allí, «Angel Ros dimisión» aquí. Ninguno de los dos ha querido poner urnas. «Pero no hay problema –asegura Nuria desde una tienda de antigüedades en el casco antiguo ilerdense–. Dicen que el domingo hasta en la Diputación se va a poder votar».

Llegan voces desde el Carrer Major de Lleida. Primero es un rumor y luego un griterío ensordecedor. Los estudiantes han salido a la calle, y lo han hecho a miles, por segundo día consecutivo; el miércoles fueron los de Secundaria y hoy en teoría es el turno de los universitarios, aunque a todas luces muchos y muchas no llegan a los 18. Es el caso de Laia, que no quiere decir su edad pero confirma a GARA que «yo todavía no puedo votar, no. Pero mi madre sí, y estoy aquí también por ella. El domingo iremos las dos al colegio y me apunto para lo que sea». ¿Por qué la huelga? Sonríe con timidez, se lo piensa y al final suelta una frase que parece impropia de su edad: «Pues porque esto no es estudiar Historia, es hacer Historia, y es mejor hacerla que estudiarla ¿no?».

A los lemas que ya hemos escuchado estos días tantas veces en otros sitios (‘‘El carrers seran sempre nostres’’, ‘‘Votarem’’, ‘‘In-inde-independéncia’’) se suman aquí un cántico insistente: ‘‘Volem, volem, volem/ volem independència/ volem, volem, volem/ Països Catalans’’. Y un grito: ‘‘Fora, fora, fora la bandera española’’. Dicho y hecho. Al llegar a la zona de la Paeria, ante el mismísimo Ayuntamiento, un joven trepa ágilmente por el mástil entre vítores, arranca la rojigualda y la arroja al suelo. Acabará en el vecino cauce del río. Es el segundo día consecutivo que desaparece una enseña estatal en el centro de la ciudad, nos cuentan. Y a la estatua de Indíbil, el caudillo local que defendió Lleida de romanos y cartagineses, le han puesto en la mano una bandera independentista.

Payeses, estudiantes… y hasta futbolistas. El equipo local, de Segunda B, intentó jugar su partido el fin de semana pasado con los colores de la senyera para denunciar las agresiones a las instituciones catalanas. El árbitro se lo impidió, pero siguen decididos a hacerlo. Quizás en la Copa, donde le ha tocado como rival la Real Sociedad.

Como todos los sitios, Lleida tiene más caras, y tampoco conviene olvidarlas. En ningún otro punto de Catalunya hemos visto estos días como aquí apologías españolas públicas. Un joven lleva la rojigualda colgada al cuello, como queriendo dar réplica a los cientos de universitarios vestidos con la estelada. Otro se hace selfies con ella en la misma Plaza de Sant Jordi, en el epicentro de la ciudad. La reacción de los transeúntes es de indiferencia en ambos casos. Y en una terraza un hombre de media edad responde así cuando sus compañeros de tertulia le preguntan si va a votar el domingo: «Yo claro que sí, cuatro veces: al Rey, a Franco, a Carrero Blanco y a Primo de Rivera». Los contertulios ríen la «gracia». Pero si el 9N de 2014 ya fueron 38.000 los que votaron en Lleida, visto el grado de movilización parece realista pensar que esta vez se pase del 50%.