Ayer volvió a ser ovacionado en el inicio de curso del Instituto de Seguridad Pública de Catalunya (ISPC), escuela policial en la que él mismo ingresó hace ya 28 años, y al que por primera vez no acudieron representantes de la Guardia Civil y la Policía española. En el uniforme de Trapero faltaban las cinco condecoraciones que recibió por parte de ambos cuerpos policiales. Tampoco llevaba pasaporte, entregado ya a la Audiencia Nacional. Hasta hace pocas semanas, para la mayoría de medios españoles era un «superpolicía que defenderá la ley», como rezaba un perfil publicado en agosto. Ahora es algo similar a un héroe nacional en Catalunya y el enemigo público número uno en España. Y van a por él.
Ingresó en el ISPC con 24 años, en 2006 se licenció en Derecho y hace cuatro años llegó al cargo de comisario jefe. Su ascenso vino de la mano del actual número uno de Unió, Ramon Espadaler, conseller de Interior con Artur Mas entre los años 2012 y 2015.
El pasado abril el president, Carles Puigdemont, nombró a Trapero mayor de los Mossos, cargo vacante desde hacía una década. Se destacó entonces su «independencia política», aun sabiendo la cercanía personal con el president. Como prueba, el vídeo difundido por la periodista Pilar Rahola en el que se ve al mayor guitarra en mano cantando una de Serrat, acompañado de Puigdemont y del expresidente del Barça Joan Laporta, entre otros.
«Fenómeno fan»
Su personaje público no comenzó a gestarse hasta los atentados de agosto en Barcelona y Cambrils. Un mes antes había presentado su dimisión Albert Batlle, director general de los Mossos desde 2014, en el contexto de la remodelación gubernamental realizada de cara al referéndum. Su sucesor fue Pere Soler, pero durante la crisis de los atentados fue Trapero quien dio la cara acompañado de Joaquim Forn, el nuevo conseller de Interior.
Los Mossos d'Esquadra tomaron las riendas de la investigación y muchos destacaron «la ausencia del Estado» durante esos días cruciales. La gestión comunicativa de la Policía catalana y la rapidez con la que los presuntos autores fueron localizados (y muertos) provocaron alabanzas de medios e instituciones europeas. Mientras, la Guardia Civil y la Policía española se quejaban de que habían sido «marginadas» durante la investigación. Los sindicatos mayoritarios de ambos cuerpos afirmaron que las autoridades catalanas trataron de «transmitir una imagen al exterior de un Estado catalán autosuficiente». Lo cierto es que lo lograron.
Poco a poco comenzó a gestarse una campaña contra los Mossos, que incluyó exclusivas falsas sobre informes de la CIA.
«Pues molt bé, pues adiós»
Faltaban tan solo dos meses para el referéndum. Mientras medios metropolitanos señalaban a los Mossos, otros internacionales alababan su labor y la ciudadanía les aplaudía. En esas llegó el «bueno pues molt bé, pues adiós», la respuesta del mayor a un periodista que le exigió responder en castellano a una pregunta formulada en catalán. Era la guinda a lo que podríamos denominar «fenómeno fan Trapero». Incluso entre aquellos que han sufrido la peor cara de la Policía catalana con los embates de la BRIMO (Brigada móvil de los Mossos) se asume con resignación, «¡si es que hasta le han hecho camisetas!». Un niqui en el que se reproduce la fotografía del mayor junto a la célebre frase y que, por ejemplo, lució el jeltzale Markel Olano en el pasado Alderdi Eguna.
De los atentados al 1-O
Si en agosto el lema «No tinc por» (no tengo miedo) y la confianza en los Mossos –frente a unas Policía y Guardia Civil inertes– sirvieron para hacer frente al shock de los atentados, en el referéndum del 1 de octubre todo ello adquirió otro significado. Al salvajismo de los policías españoles le respondieron sin miedo y la complicidad con los Mossos creció a las puertas de los colegios electorales.
El instituto donde estudió Trapero, el Puig Castellar de Santa Coloma de Gramanet, fue uno de los centros de votación. Dos mossos acudieron a primera hora de la mañana, decenas de ciudadanos que bloqueaban el paso los recibieron con aplausos, levantaron acta y se marcharon. Se votó con normalidad.
El día del referéndum se vieron los primeros encontronazos entre guardias civiles y mossos. Días después el Parlament afrontaba la controvertida declaración de independencia y las FSE realizaron un gran despliegue. Helicópteros de las tres fuerzas policiales jugaron al gato y al ratón sobre el Paseig Lluís Companys.
Entrevistado en 2015 por “Ara”, preguntaron a Trapero por la amenaza del entonces ministro de Interior español, Jorge Fernández Díaz, de aplicar el 155. «Yo no hablo de situaciones hipotéticas», respondió. Ante la insistencia de la periodista, avanzó el principio rector que adoptaría dos años después: «la primera misión de la Policía es garantizar los derechos y libertades de la gente (...), por lo tanto, actuaremos con prudencia y proporcionalidad».
La impotencia estatal ante la determinación del pueblo catalán ha devenido en el encarcelamiento de los presidentes de la ANC y Òmium y el enjuiciamiento de la intendente de los Mossos, Teresa Laplana, y el propio Trapero. También hay una evidente sed de venganza. La fiscal pidió prisión para todos ellos y, basándose en un informe de la Guardia Civil, la jueza Lamela aceptó encarcelar a los ‘Jordis’. La Fiscalía persigue al mayor y PP y PSOE quieren, entre otras medidas, intervenir la Policía.
Los Mossos d'Esquadra son parte de las Fuerzas de Seguridad del Estado y su modelo policial no difiere demasiado. Durante el mandato de Trapero también han ocurrido cargas indiscriminadas, arbitrariedades y abusos injustificados. Pero en estos pocos meses la imagen del Cuerpo y su mayor han alcanzado un respeto entre la ciudadanía directamente proporcional a la desafección hacia Guardia Civil y Policía española, lo que da cuenta del nivel de desconexión de Catalunya respecto al Estado español. También proporcional a ello es la obcecación española con este mando policial de padres vallisoletanos, como se empeñan en resaltar quienes no entienden lo que sucede en Catalunya.
Tras la campaña contra los Mossos desatada en el marco de los atentados de agosto, Trapero afirmó que «unos ponen mierda, otros, flores sobre los Mossos, veremos quién gana». Pues molt bé, lo veremos, en breve.