@gara_miantzi
Donostia

«Este relato ha sido una prueba y me he visto entera. He disfrutado haciendo el repaso»

Este es el testimonio en primera persona de una mujer que ha sobrevivido a una situación de maltrato. La primera dificultad fue darse cuenta de lo que le ocurría. La segunda, escapar. Ahora ayuda a otras mujeres. Se encuentra «fantásticamente» pero debe luchar para proteger sus datos.

La primera dificultad fue el darme cuenta de la situación en la que estaba. Ahora, años después, puedo hacer un análisis y ver con más claridad qué sucedía porque estando dentro era difícil entenderlo. Una de las cosas que dificultaba el darme cuenta eran las propias consecuencias de las estrategias de control y de abuso que dejan ciertas secuelas: van minando la autoestima, haciéndole sentir culpable a la propia víctima…

En esta reflexión de años me he dado cuenta también de que otra cosa que me hacía difícil verme en el saco de las mujeres maltratadas era el tema de los estereotipos, la imagen que tenía yo de cómo era una mujer maltratada. Y, claro, yo no entraba por ningún lado en esa imagen. Tenía la imagen de una mujer sumisa, triste, callada, sin habilidades, dependiente, enamorada… No cumplía nada; era yo la que trabajaba, la vivienda era mía, ya no estaba enamorada, tenía estudios universitarios… Sí que tenía cierta sospecha de que igual la relación llegaba a convertirse en una relación de malos tratos, pero no había violencia física. Es otra parte del estereotipo de la mujer maltratada. Yo por lo menos me la imagino con moratones.

Además, me he percatado de que no tenía nada de información. No sabía qué eran los servicios sociales. Una de las cosas que me ayudó a darme cuenta fue ser consciente de mi propio miedo. En un momento concreto de la relación, teníamos la casa grande, yo estaba subiendo a otra planta, había un silencio hostil, el hombre enfadado, encerrado en una sala y yo con cuidado de no molestarle, él dio un golpe y yo me paralicé totalmente. Se me cortó la respiración, la circulación de la sangre, el corazón… Ahí me dije: esto no es normal.

Me percataba de que algo raro ocurría y estaba atenta cuando oía noticias de mujeres maltratadas por si en algún momento me veía involucrada en eso, pero no me veía. A raíz de darme cuenta de que esa relación no podía seguir tomé la decisión de separarme. Intenté que hubiera acuerdo, pero no hubo forma, con lo cual yo tomé mi decisión. Pusimos la casa en venta, yo me encargué de separar los equipajes bien, de que lo de los niños estuviera conmigo. Busqué una casa de alquiler. Pero él se metió conmigo. Ahí empezó la fase de más terror.

Era una relación que enganchaba a través del miedo. Hay un miedo que te evita enfrentarte para evitar males mayores. Yo no quería pero él estaba allí. No podía empujarlo y echarlo. Veía muy lejos también llamar a la Policía. Estuve unos meses en esa casa de alquiler, porque mi idea era comprar otra vivienda. Así lo hice pero él también se metió. No se despegaba de ninguna forma. Busqué distintas formas de hacer la convivencia agradable. Como la casa era grande pensé en dividirla para que los niños estuvieran con los dos. Una cosa que les impactó a los niños, que eran pequeñitos, fue escucharle decir 'para verles quince días prefiero no verles'. A través de ellos les llegó a mis padres. Aunque no les gustaba la relación, ellos no sabían nada, nunca les conté mi sufrimiento.

Llevé todo esto sola. Además, dentro de la normalidad. Alrededor ves que todas las relaciones son así, que tienen momentos feos y desagradables. Yo, como siempre he sido fuerte, he aguantado como una luchadora. Me había hecho incluso a la idea de que estaba separada aunque él también estuviera allí.

Tuvieron que pasar sucesos más graves para que mi cuerpo se atreviera a mover ficha. Compré una casa en un pueblo y allí conocí a dos mujeres que vivían situaciones aún peores. Me fui dando cuenta de las similitudes. Toda mi energía la tenía puesta en que los hijos sufrieran lo menos posible con la separación, hasta que un día hubo un intento de asesinato. Ahí yo me imagino que entraría en estado de shock. El terror no deja pensar con claridad, ni dar pasos hacia ningún lado. Paraliza. Dentro de esa parálisis había, además, amenazas de muerte y de quitarme los hijos. Estas últimas fueron las que más me movieron. Ahí pedí ayuda y me derivaron a la trabajadora social. Ella me ayudó un montón. Se limitaba a escucharme y a confirmar los datos que le daba hasta que me demostró todas las mentiras que me estaba diciendo. Y eso me dio fuerzas: 'Quiero separarme ya'. Me derivó a un abogado y a una sicóloga del Ayuntamiento. Con la sicóloga fue cuando me di cuenta, porque entré en la consulta diciéndole: 'hola, buenas, creo que estoy viviendo una situación de malos tratos' y ella solo me preguntó: '¿crees?'. Allí me dio un vuelco la vida.

Los malos tratos empezaron junto con la relación. El chico te dice o hace algo que te molesta y luego te dice 'lo siento, de verdad, he metido la pata, qué maja eres tú que me perdonas'. Piensas: qué majo que pide perdón, no todo el mundo sabe hacerlo'. Eso hace que la situación siga. Había momentos en los que pasaba algo gordo y el resto del tiempo la relación era normal. Yo no lo identificaba porque me faltaba información. Si se nos da información a todas las mujeres para poder identificar y saber lo que es nos podremos dar cuenta antes. Cuántas mujeres hay, que lo sé yo, que están en relaciones así y es imposible que se puedan dar cuenta. Lo van a negar porque es meterse en un saco donde no quieren meterse. El cerebro sabe hacer estrategias para que no nos metamos. Le damos la vuelta a todo.

El miedo a que se enfade es una forma de control que te lleva a tener cuidado absolutamente con todo. Se convierte en el objeto central de atención por supervivencia. Necesito saber qué es lo que piensa en todo momento, qué le va a molestar y qué no, algo que es imposible porque es aleatorio. ¿Le hago café, no…? Le molestará igualmente, si está por molestarse. Todo lo que hago o no hago es en función del objeto de miedo.

Al día siguiente de estar con la sicóloga me intentó matar por segunda vez, y última. Pero aun y todo pasé una noche más en casa porque estaba en estado de shock. Al día siguiente conseguí pedir ayuda a una amiga y entre ella y una vecina me ayudaron a escapar y a llamar a mi familia. Qué importante es pedir ayuda, la sonoridad, el apoyo entre mujeres, que nos podamos entender y que no nos pongamos en duda.

Conseguí escaparme, denuncié en la Guardia Civil, sin ningún tipo de información ni recomendaciones. La denuncia la puse con mi padre, que pasó de no saber nada a escuchar horrores. Y también eso hizo que me cortara en cosas, que no dijera todo. De todas maneras, la forma de poner la denuncia es "superaría". Simplemente respondí a las preguntas que me iba haciendo el guardia civil. Lo que no me preguntó, no lo conté. Y es importante que en la denuncia quede reflejada todo lo posible. Si no, no se juzga la relación entera sino esa lesión denunciada. Pero eso entonces no lo sabía. Ahora pienso qué importante hubiera sido que tuviera información.

Después de la denuncia, me seguí escapando. A los pocos días me citaron con el forense para hacer una valoración. Ahí me dieron un informe; es lo único legal que tengo que pueda confirmar mi situación. Aunque le denuncié, a él no le encontraron nunca, con lo cual no he tenido orden de alejamiento, ni ha habido juicio, ni civil ni penal. Él a todos los derechos seguiría siendo el padre legal de mis hijos.

Eso me ha traído muchas dificultades de cara a todos los recursos. Pero los beneficios han sido fantásticos. Viendo, además, las situaciones que se están dando, me he liberado no solo del juicio y del mal trago, sino también de las visitas, las peleas por la custodia… No se ha prolongado el maltrato. Estamos en la distancia, las amenazas están ahí, sigo consciente de ellas. Marché y corté el contacto con todo el mundo. Lo primero que me movió a eso fue no meter en ningún lío a nadie. Eso será un duelo a resolver conmigo misma, porque se dejan muchas cosas atrás.

La dificultad de escapar

El Ayuntamiento me remitió a un centro asesor de la mujer. Estaba todavía en estado de shock, por lo que mis recuerdos son bastante caóticos, pero sí que tuve sensación de acogida. Se implicaron, me hicieron la lista por escrito de los pasos que podía seguir. El primero era denunciar en la Ertzaintza. Dejándome ayudar, hice lo que me sugirieron. El recuerdo de esa denuncia también es frío. Sé que estaba mi hermana conmigo y eso me aliviaba. Solo respondí a lo que me preguntaron.

Tengo más recuerdo de la Guardia Civil y me minimizaron. Yo no tenía fuerzas para leer el escrito pero mi hermana sí y vio que en la denuncia no se recogía el intento de asesinato. Es importante que haya contado siempre con el apoyo de mi familia.

Me llevaron a un centro de acogida general y allí me sentí protegida, a salvo. Respiré por primera vez. Solo estuvimos cuatro días pero el trato que recuerdo es exquisito. Teníamos una habitación, nuestro espacio, nuestra intimidad. Por fin solos. Tengo recuerdos muy bonitos. Sentí cuidado y calor, a pesar de que el sitio era grande y frío.

Luego fui a un centro de acogida, que también tenía el nombre de educativo. Y este era todo lo contrario. La casa era preciosa, el sitio y las familias también. Me siento muy agradecida. Camas y sábanas nuevas, ducha con agua caliente… fue muy gozoso, pero el trato fue muy desagradable. No solo porque las normas eran muy estrictas y algunas incluso ridículas, casi todas las educadoras eran vigilantes de normas. Era como una cárcel, como si hubiéramos hecho algo malo. No atendían a los niños. No les daban suficiente leche. Ver a uno de mis hijos beber a escondidas, me movió: ¿qué está pasando aquí? [se emociona]. Los niños molestaban y nos amenazaban con quitárnoslos.

En esa época estaba sin dinero, como había trabajado de autónoma no tenía derecho a paro, tampoco a la RGI. Para colmo, la trabajadora social que me tocó no se movió para informarme. Acudí a una plataforma contra la exclusión social y gracias a ella conocí las ayudas. Según con qué profesionales nos topamos, lo que se puede y no se puede es completamente diferente. La siguiente trabajadora social que me tocó era maravillosa y me informaba ella sin tener que investigar yo a qué tenía derecho y a qué no.

Por otra parte, el centro asesor de la mujer me propuso hacer una denuncia pública de la atención del centro de acogida, saliendo yo totalmente cubierta. No surtió mucho efecto. En el centro de acogida se enteraron el mismo día y me pusieron las cosas un poco más difíciles.

Pero todo eso me dio también mucha fuerza para buscar con mucha energía trabajo y vivienda. Primero encontré trabajo de propaganda. Me costó tres meses más encontrar un piso donde me aceptaran con niños. Me pidieron tres meses por adelantado y ahí me dio un préstamo Cáritas. También nos dio ropa. En esa casa vivimos cuatro años. Estuve muy contenta. Fue como volver a nacer. Fui cambiando de trabajo. Lo tuve difícil por el tema de la conciliación. Cuando encontraba un trabajo de dos o tres meses y me volvía a quedar sin trabajo, tardaban un montón de meses en reponerme la renta básica, con lo cual llegó un momento en el que vi que no me convenía trabajar. Me he metido en líos. Tuve una época en la que me generé montones de deudas.

Con el segundo de los trabajos nos ofrecieron otra vivienda en alquiler. Era nueva, soleada… Me costó aceptarla. Nos ayudó también el banco de alimentos.

El tema de la atención sicológica para los pequeños es muy importante. Encontré un módulo sicosocial donde les atendieron muy bien. Pero también lo tuve que buscar yo. Estoy muy contenta de que por fin se les considere como víctimas. Son los más vulnerables.

Quiero reseñar también la relevancia de los cursos de autodefensa feminista. Fue otra de las cosas que me cambió la vida. Lo recomiendo. Fue para mi una nueva forma de ver lo que me había ocurrido. Me quité muchísima culpa. Hablando con una y con otra, te das cuenta de que es siempre lo mismo.

Me formé. Hice un grado de Psicología y un master a distancia. Estoy en desempleo y colaboro como voluntaria. Ayudo a otras mujeres. Desde siempre he querido estudiar Psicología. He ido a cursos, jornadas… por la parte que me tocaba, y se me han juntado las dos cosas. Me encuentro fantásticamente. Para mí ha sido un volver a nacer. Una segunda oportunidad en la vida que no me esperaba para con todo. Estoy en plena adolescencia. Tengo mi familia y mi proyecto.

Lucho por proteger mis datos. He peleado mucho en ese tema y tengo etapas. Ahora mismo estoy cansada. Sé que tengo cosas que mover y me reconcome por dentro, porque a veces no percibo comprensión. No me importa que se sepa que he sufrido malos tratos; me da más seguridad, porque si en un momento apareciera la gente ya lo sabría. Lo que no quiero es que él sepa dónde vivo.

Este relato ha sido una prueba y me he visto entera. He disfrutado haciendo el repaso. Me ha gustado el proceso y seguiré escribiendo.