«¡Soy el general del Ejército catalán!». El entrenador Bobby Robson, probablemente enfundado en un maravilloso chándal de táctel, describió así en 1997 al periodista John Carlin qué significaba estar al frente del banquillo del Fútbol Club Barcelona. Caprichos del calendario, tras la victoria del independentismo el 21D, ayer el ejército desarmado de Catalunya ganó por un contundente 0-3 al Real Madrid, símbolo difícilmente superable del Reino de España. Al soberanismo solo le faltó el gol de Gerard Piqué en el Santiago Bernabeu para poner la guinda a una semana redonda que ha hecho añicos la estrategia del Estado español en Catalunya.
Las uvas tendrán así mejor sabor a la espera de que se aclare la principal incógnita que planea sobre el escenario postelectoral: la decisión del president, Carles Puigdemont, sobre su regreso. Opiniones y predicciones las hay de todos los colores, aunque el principal vencedor de las elecciones –con permiso de Inés Arrimadas– ya ha dado sobradas pruebas de la autonomía con la que toma sus decisiones. Predecir ahora mismo lo que vaya a hacer es más complicado que acertar la porra electoral del pasado 21D.
La opción ideal de Puigdemont pasa por forzar un acuerdo de mínimos con el Gobierno español para lograr ciertas garantías sobre su regreso. Ya no se habla tanto de una retirada de las acusaciones de la Fiscalía, sino de un acuerdo para que, al menos, no sea detenido y encarcelado tan pronto como cruce los Pirineos, de modo que pudiese ser investido sin mayores sobresaltos –ayer algunas informaciones apuntaban a que la constitución del Parlament podría darse antes del 20 de enero–. El presidente del Gobierno español, Mariano Rajoy, no se ha mostrado de momento dispuesto a negociar, si bien habrá que esperar a la digestión completa de los resultados del 21D, que si algo demuestran es que la vía represiva no sirve para reducir el apoyo a la independencia.
¿Volver bajo amenaza?
Si finalmente no hay acuerdo ni explícito ni implícito, Carles Puigdemont deberá tomar una decisión trascendental: regresar pese a la amenaza de ser inmediatamente detenido o permanecer en Bruselas. Su abogado en Catalunya, Jaume Alonso Cuevillas, realizó una breve gira radiofónica ayer por la mañana y recomendó públicamente a su cliente que no regrese, al menos de momento. Sin embargo, eso podría significar no poder presentarse a la investidura.
Existe cierto debate al respecto, ya que el reglamento del Parlament, como ya se vio en los plenos de principios de setiembre es siempre interpretable. Es cosa segura que los electos pueden tomar el acta de diputado sin estar físicamente presentes en el Parlament, pero no parece tan claro que eso sea así en cuanto a la investidura del president. El propio Cuevillas consideró ayer que para ser elegido en el cargo Puigdemont debería poder asistir al pleno, si bien hay quien defiende lecturas más laxas de un reglamento en el que no se explicita por escrito que el candidato deba estar físicamente presente en el hemiciclo. Los autores de aquella norma parlamentaria difícilmente hubieran podido imaginarse una tesitura como la actual. La decisión sobre una investidura «virtual» a través de pantalla de plasma –con Puigdemont en Bruselas– podría acabar en manos de una Mesa del Parlament que el independentismo dominará por mayoría absoluta.
Artadi se descarta
Si la opción de la investidura desde Bruselas fracasa y Puigdemont decide aguardar en Bruselas, el melón de la investidura quedaría abierto en canal. ¿Qué hacer? Suena ya el nombre de Elsa Artadi, valor alza del universo convergente, fuertemente reforzada tras haber dirigido la exitosa campaña de Junts per Catalunya. Preguntada ayer al respecto en la emisora Rac1, rechazó ser candidata y aseguró que sus opciones «pasan por el president Carles Puigdemont».
Estaría por ver, además, si un candidato alternativo a Puigdemont recabaría el apoyo necesario de ERC, que ha visto como el president le ha pispado una victoria que ya acariciaba con la promesa de su regreso. En las filas republicanas cuaja la idea de que, siguiendo con la lógica de la restitución del Govern cesado, si el president no puede ser investido debería ser el vicepresidente, Oriol Junqueras, quien ocupase el puesto.
Llarena decidirá sobre su puesta en libertad o no el próximo 4 de enero, mientras en Ciudadanos se aferran a la esperanza de que el independentismo sea incapaz de alcanzar un acuerdo. De momento, el soberanismo civil vuelve a otorgar una prudente confianza a la clase política y la ANC no se pronunciará, en principio, hasta febrero, cuando elegirá a un nuevo presidente y, sobre todo, aprobará una nueva hoja de ruta para encarar el nuevo escenario surgido de las elecciones.
La FAES arremete contra el PP y califica de «logro extraordinario» el resultado de C’s
Pablo Iglesias ya advirtió hace meses a Mariano Rajoy: «Desconfíe del señor Rivera, es el principal operador político de Aznar». Para reforzar la tesis, el principal púlpito del expresidente, la Fundación FAES, publicó ayer una valoración de los resultados del 21D en la que destaca la contundencia con que critica la actuación del PP. De hecho, lo hace desde las primeras palabras del texto: «Los resultados electorales en Catalunya distan bastante de la observación escuchada durante la campaña que consideraba ‘descabezado’ al independentismo». Referencia directa a las polémicas declaraciones de la vicepresidenta, Soraya Sáenz de Santamaría, durante la campaña.
Acto seguido, consideran que «el triunfo de Ciudadanos es un logro extraordinario que se constituye en expresión de la movilización cívica contra la exclusión, el silenciamiento y la fractura». «Ciudadanos ha sabido interpretar las exigencias de muchos cientos de miles de catalanes, las ha traducido en un discurso político reconocible y les ha ofrecido una propuesta de esperanza y convicción», añade la FAES, que pese a constatar la mayoría absoluta del independentismo en el Parlament, no enuncia propósito de enmienda sobre la manida mayoría silenciosa unionista, una tesis nacida en el seno de la fundación y que se ha visto desmentida en estas elecciones.
Pero es un poco más adelante cuando el escrito se convierte en una diatriba contra el PP, al que pide una reflexión sobre las razones que han llevado al voto útil a decantarse por Ciudadanos. «Sabemos por experiencia que cualquier apelación a la reflexión en este sentido será despachada con el desdén, la humorada o el habitual reproche de inoportunidad o deslealtad», arranca la crítica, que continúa sin piedad: «Habría que esperar al menos que la responsabilidad de los resultados no sea cargada, injustamente, sobre las espaldas del candidato. Y sería de agradecer que no se insistiera en culpar de este mal resultado a Ciudadanos con el peculiar argumento de que a este partido le han votado demasiados catalanes, porque tal afirmación, por insostenible, desacredita a quien la hace».
El escrito, que pone de manifiesto el mar de fondo que agita a la derecha española, concluye instando al Gobierno español a «prepararse para una situación política de una extraordinaria complejidad». B.Z.