El 8 de marzo del año pasado, las mujeres de todo tipo marchamos, dejamos de trabajar y tomamos las calles en cincuenta países del mundo. En EEUU, nos unimos, marchamos, dejamos los platos a los hombres, en todas las grandes ciudades del país y en innumerables más pequeñas. Cerramos tres distritos escolares para demostrarle al mundo, una vez más, que mientras nosotras sostenemos la sociedad, tenemos también el poder de dejar de hacerlo.
El 8 de marzo vuelve y las cosas empeoraron para nosotras en este país.
En un año de Administración Trump, no solo fuimos atacadas con violencia verbal y amenazas misóginas bajo la apariencia de declaraciones oficiales: el régimen de Trump puso en marcha políticas que van a hacer que esos ataques continúen contra nosotras a través de las vías institucionales.
La Ley de Recorte de Impuestos y Empleos les quita los beneficios a las y los trabajadores de bajos salarios y la gran mayoría son mujeres. Planea atacar salvajemente Medicaid y Medicare, los únicos dos programas de salud que quedan en este cruel paisaje neolibera, para ancianas y pobres, enfermos y discapacitados, planificación familiar y niños, y, por lo tanto, para las mujeres, que hacen la mayor parte del trabajo de cuidados. Y mientras la ley le niega atención médica a las niñas migrantes, introduce un fondo de ahorro universitario para los «niños por nacer», una manera escalofriante de establecer por una vía legal los «derechos» de la «niña por nacer» atacando así nuestro derecho fundamental a decidir sobre nuestros propios cuerpos.
Pero esa no es toda la historia.
No nos acobardamos. Nosotras también hemos luchado.
Durante el otoño pasado las mujeres con visibilidad pública y acceso a los medios internacionales decidieron romper el silencio sobre el acoso y la violencia sexual. Las compuertas finalmente se abrieron y una corriente de denuncias públicas inundó la red. Las campañas #MeToo, #UsToo y #TimesUp visibilizaron lo que la mayoría de las mujeres ya sabían: en el trabajo o en casa, en las calles o en el campo, (...) la violencia machista, con su particular impacto racista, acecha la vida cotidiana de las mujeres.
Lo que también quedó claro es que el silencio público sobre lo que siempre hemos conocido, soportado y contra lo que hemos luchado no existe simplemente porque tengamos miedo o vergüenza de hablar. El silencio se impone, lo imponen las leyes del Congreso, que hacen que las mujeres deban pasar casi un año de consejería obligatoria y mediación si se atreven a presentar una denuncia. El silencio está influido por un sistema de justicia penal que rechaza como rutina los relatos de las mujeres usando niveles suplementarios de intimidación y violencia. (...).
#Metoo, #UsToo y #TimesUp han expuesto a los violadores y misóginos, y también han rasgaron el velo que oculta las instituciones y estructuras que habilitan esa conducta.
La violencia machista de corte racial es internacional, como debe ser la campaña en su contra. El imperialismo estadounidense, el militarismo y el colonialismo fomentan la misoginia en todo el mundo. No es coincidencia que Harvey Weinstein, en sus largos años de tratar de silenciar y aterrorizar a las mujeres, usara la empresa de seguridad Black Cube, formada por exagentes del Mossad y otras agencias de inteligencia israelíes. Sabemos que el mismo Estado que envía dinero a Israel para tratar con brutalidad a la palestina Ahed Tamimi y su familia también financia las cárceles en que mujeres afroamericanas como Sandra Bland y otras que han muerto.
El 8 de marzo haremos huelga contra la violencia machista, contra los varones que cometen actos de violencia y contra el sistema que los protege.
Creemos que no fue accidental que nuestras hermanas con posición social fueran las que primero hicieron visible lo que todos sabíamos. Sus posibilidades eran más grandes que las de nuestras hermanas de bajos ingresos, a menudo de color, que limpian habitaciones o las de las hermanas que recogen frutas en los campos californianos.
La gran mayoría no hablamos porque no tenemos poder colectivo en nuestros centros de trabajo y se nos niega cobertura social, como la atención médica gratuita. El trabajo, con su salario bajo, con su gerente intimidante y su jefe abusivo, se convierte en lo único que tenemos miedo de perder, el único medio para llevar los alimentos a nuestras familias y poder cuidar a nuestros enfermos.
No mantenemos nuestra boca cerrada. Nos vemos obligadas a mantener la boca cerrada por el capitalismo.
El 8 de marzo hablaremos, individualmente, contra los abusadores, y colectivamente contra la inseguridad económica que nos quiere impedir hablar (...) Y haremos huelga porque necesitamos seguridad social y trabajos que tengan salarios dignos(...) Haremos huelga por el encarcelamiento masivo, la violencia policial y los controles fronterizos, contra la supremacía blanca y las guerras imperialistas estadounidenses, contra la pobreza y la violencia estructural que envenena nuestras aguas y alimentos y nos niega una justicia reproductiva (...)
El 8 de marzo de 2018 será un día de feminismo para el 99%: un día de movilización de las mujeres negras y morenas, de las cisgénero y bisexuales, de las lesbianas y las mujeres trans, de las pobres y las de bajos salarios, de las que hacen trabajos de cuidado no remunerados, de las trabajadoras sexuales y de las migrantes.
El 8M #NosotrasParamos.
(*) Linda Alcoff, Cinzia Arruzza, Tithi Bhattacharya, Rosa Clemente, Angela Davis, Zillah Eisenstein, Liza Featherstone, Nancy Fraser, Barbara Smith y Keeanga-Yamahtta Taylor