«Acudí al CSKA-Spartak acompañado de Shinkariov […] Esa tarde habría unos 15.000 espectadores en el campo y, aunque el CSKA y el Spartak compartían el Estadio Lenin, casi todos los presentes eran hinchas del Spartak. Shinkariov me había comentado que cuando era joven le preguntó a su padre por qué era seguidor del Spartak, a lo que este respondió: “Porque el Spartak no representa a ningún estrato de la sociedad soviética”. El Dinamo era el equipo de la KGB, el CSKA era el equipo del Ejército, el Torpedo era el equipo de la fábrica de automóviles ZIL, el Lokomotiv era el equipo de la red de ferrocarriles estatales, y el Spartak era el único club que no pertenecía a nadie. Ser aficionado del Spartak era una forma de decir ‘no’ al sistema».
“Fútbol contra el enemigo”, de Simon Kuper.
Si el Athletic es uno de los clubes más singulares del mundo por la particular filosofía de los jugadores con los que compite desde hace más de un siglo, el rival en 1/16 de la Europa League no lo es menos en Rusia. Por algo se le conoce como narodnaya komanda o ‘equipo del pueblo’. Un histórico del balompié del Este continental en el que, como si de un guiño a los albores del club rojiblanco se tratara, llegó a jugar un tal James Riorderan en la década de los sesenta, primer y único inglés en participar en la liga de la antigua URSS.
El club ruso con más seguidores del país, último campeón tras 16 años sin levantar el título, y una, si no la que más, hinchada con los ultras con peor fama de la competición rusa. No en vano, el primer club de seguidores no reconocido oficialmente, en un régimen que consideraba antisoviético apoyar a un equipo por encima del amor a la Madre Patria, fue del Spartak, en 1979, y la primera ocasión en que se tiene constancia de que un aficionado apareció en un estadio portando una bufanda de su equipo fue un hincha del Spartak en 1972.
Un rival con mucha y rica historia detrás –su fundador Nikolai Starostin pasó 13 años en un gulag porque el jefe de la policía secreta de Stalin apoyaba al Dinamo Tblisi– que le va a poner las cosas muy difíciles a un Athletic que ve en este partido una tabla de salvación a la que agarrarse y no hundirse tras la deriva de las últimas semanas. «El equipo está con confianza de poder pasar adelante. La verdad que es un momento que nos hace ilusión y tenemos ganas de que llegue. Intentaremos hacer de la mejor manera para venir aquí con el mejor resultado», vino a decir ayer Raúl García, que ya sabe lo que es jugar en suelo ruso y más de una vez. «La Europa League es una competición bonita, parece que la final está muy lejos pero vas pasando fases y te puedes encontrar en un sitio donde nos gustaría estar. El equipo tiene mucha ilusión en esta competición y tenemos ganas de que llegue el jueves», expresó sus deseos el navarro, que se apresuró a restar importancia a las anunciada gélidas temperaturas –«mentiría si dijera que es igual aquí que allí a diez bajo cero, pero no me vale como excusa», aclaró–, aunque sí dejó en suspenso la influencia que pueda tener el estado del césped del imponente Otkrytie Arena.
El Athletic, a día de hoy, es una incógnita en todos los sentidos y no cabe sino esperar una conjura del vestuario para encarar una eliminatoria dura y crucial para el grupo más que para un cuestionado Kuko Ziganda, al que el crédito ante la afición ya se le ha agotado. A su favor juega ese gen competitivo rojiblanco salgan las cosas peor o mejor, también que el nivel del Spartak es un misterio inmerso como está en ese parón invernal en el que ha firmado resultados muy discretos, y, por agarrarse a cualquier clavo ardiendo al alcance, que ha concedido un gol en cada uno de sus últimos cuatro partidos europeos en casa y no ha logrado dejar su portería a cero en sus últimos once. Y un gol a domicilio es oro puro en este tipo de cruces.
El equipo viaja hoy rumbo a la fría y nevada Moscú. Lo hará sin un Iñigo Martínez que no puede jugar esta competición con los leones y previsibles cambios en el once teniendo en cuenta la visita al Atlético el domingo. En el Spartak se espera un equipo en el que la novedad puede ser el talentoso media punta Sofianne Hanni, fichaje invernal procedente del Anderlecht, y que reforzará muy mucho el ya de por sí potente ataque de los rusos. Una eliminatoria muy exigente, pero también una oportunidad.
«La culpa es de todos y no solo del entrenador»
Raúl García, al que le fastidia no estar en el Wanda por no poder ayudar en estos momentos difíciles, reconoció ayer en Lezama que «todo el mundo puede hacer un poco más», aunque tampoco dice saber qué le pasa al equipo. «El fútbol es un deporte con mucha opinión y mucho comentario», valoró las críticas al juego que no consiguen trasladar al campo, dejando claro que «el fútbol no son matemáticas». Sí salió en defensa de Ziganda para subrayar que «lo fácil es mirar al entrenador. Somos un equipo y el cuerpo técnico y los jugadores vamos en una misma dirección. Yo creo que la culpa cuando las cosas van mal es de todos, no solamente del entrenador».J.V.