Ramón SOLA
DONOSTIA
Interview
Iñaki Egaña
Autor de ‘El desarme. La vía vasca’

«Lo más relevante del desarme es cómo se recondujo el bloqueo»

El historiador donostiarra ha escrito la historia del desarme de ETA con la colaboración de varios periodistas. Hay profusión de datos y nombres que dan contenido pleno al fondo político: un proceso inédito y de éxito frente a un problema enquistado.

Iñaki Egaña junto a Antton Etxeberri y Goizeder Taberna, en la presentación del libro en Luhuso. (Isabelle MIQUELESTORENA)
Iñaki Egaña junto a Antton Etxeberri y Goizeder Taberna, en la presentación del libro en Luhuso. (Isabelle MIQUELESTORENA)

Este proceso de desarme es sin duda insólito en el mundo por el modelo con el que se desarrolló. En toda la investigación que ha realizado, ¿qué es lo que le ha sorprendido?
Lo más sorprendente es la capacidad de reconducir una situación de bloqueo y que a todos nos parecía de una lentitud exasperante. En situaciones muy complicadas se ha demostrado audacia, y esto era algo que tampoco encajaba totalmente en la historia de ETA, puesto que normalmente ha consistido en seguir un esquema más fijo. Apuesto a que en 2011 nadie implicado en este proceso hubiera esperado algo como lo que ocurrió en abril de 2017. Pero es que ya antes de eso se produce un inventariado y sellado que suponía echarse a una piscina que no tenía agua tras el fracaso de Noruega. El esquema de unilateralidad tenía una dificultad principal: un arsenal de casi cuatro toneladas necesitaba un receptor para que eso tuviera credibilidad.

¿Hubiera sido posible algo así, por ejemplo en lo que tiene de implicación civil, para otro país que no fuera Euskal Herria?
Esa implicación es compleja. Creo que en realidad es mejor hablar de que fue una elite de la sociedad civil. Lo trascendente es que se implica gente que no está relacionada para nada con ETA, y que incluso ha sido muy crítica con la organización. En cierto modo, hubiera sido más «lógico» que esa bandera del desarme la hubiese cogido gente más cercana. Emergen ahí representantes de una sociedad civil de Ipar Euskal Herria que es absolutamente desconocida en el sur, con un factor de transversalidad y con una unidad en la reivindicación de un espacio político que ha sido negado desde la Revolución francesa. Es de suponer que tuvo que haber dudas dentro de ETA sobre si aquello prosperaría... Tras las operaciones policiales de octubre, con el desamentalamiento de un gran zulo, esa vía civil ya es la única posible, que cristalizó en Luhuso.

Con todo, GARA ya publicó que no fue solo acción civil, también hubo un trasfondo de dos años de contactos indirectos ETA-Gobierno francés... 
Hay dos vías que acabarán confluyendo. Por un lado está esa última, que se plasma en documentos epistolares gestionados por intermediarios con el Gobierno francés que se recogen en el libro, cartas muy rimbombantes que muestran una voluntad inequívoca de ETA. Y uego está la vía de la sociedad civil, los que más tarde serán llamados artesanos, que también acabará llegando al mismo cogollo: el Gobierno francés. No hay que perder de vista que estamos hablando de un Estado que está en guerra por los atentados yihadistas, esto influye. Y he comprobado que el factor humano también resulta importante en todo este proceso.

¿Y Madrid? ¿Su inmovilismo es siempre tan férreo como se ha manifestado públicamente o llega un momento final en que deja hacer más?
En el Estado español hay posiciones algo diferentes, pero son mayoritarias las del enfrentamiento, las del «ni agua» al desarme. Esas diferencias son advertidas por parte de las fundaciones que participan en el proceso y hacen que exista la impresión de que el contacto en Noruega se va a producir algún día, pero finalmente Madrid se echa para atrás. 

En cuanto a la fase final del desarme, el Gobierno español es informado por el francés ya en febrero de 2017 en la Cumbre de Málaga. Urkullu también se lo dice a Rajoy, pero aquí hay una pequeña pelea de protagonismo cuando desde Madrid se mantiene el mensaje de que ellos ya tienen medios para conocer qué pasa. Finalmente llega el 8 de abril y el Gobierno español toma una posición de dejar claro que va a acatar lo que haga el Gobierno francés, pero para ello tiene que atar en corto a algunos sectores. Son sectores que luego siguen en lo suyo; no hay más que ver cómo el ministro de Interior, Juan Ignacio Zoido, acaba de quitar peso al desarme.

¿La figura del presidente de la Mancomunidad Vasca y alcalde de Baiona, Jean-René Etchegaray, es la clave en la parte institucional del proceso?
Etchegaray tiene una implicación total. Él mismo señala que no ha sido elegido en sus cargos para dirigir un proceso de desarme, pero que esos cargos le obligan a tomar decisiones en este sentido, y lo hace. Estamos hablando de una persona muy pragmática y de un contexto en el que el apoyo del sector abertzale puede hacer ganar elecciones que se juegan en márgenes muy estrechos. Influye también toda la movilización política que cataliza el nuevo órgano administrativo de Ipar Euskal Herria. Y hay que recordar que la disidencia es mínima, solamente el Frente Nacional está al margen del consenso. Todo ello hace que se atrevan a entrar en esto y Etchegaray vea ahí la opción de liderar un espacio político nuevo. Y esto ocurre en Ipar Euskal Herria, que ha sido siempre un escenario importante en el conflicto, con lo que ello tiene de carga emotiva: todos los refugiados, los atentados parapoliciales...

¿Hay descubrimientos en este libro?
Sí. De hecho, todos los que hemos participado hemos aprendido al hacerlo. Diría que hemos recogido muchos elementos que hemos metido en una misma caja, y al cruzarlos todo se entiende y se hace legible. Creo también que como es un proceso que ha llegado a buen puerto, ha resultado más fácil que la gente hablara o escribiera sobre él. Otra cosa hubiera sido en caso de concluir en fracaso... El epílogo de David Pla también va en esa línea de luz y taquígrafos. Creo que hay aportaciones novedosas en cada capítulo y también en el conjunto del libro.

Estamos en un momento nuevo en que se aborda ya decididamente la opción del fin del ciclo de ETA. Quien lea el libro, ¿encontrará también claves para esta fase actual? 
Sí, porque de hecho ya lo ha publicado GARA. En 2016 ETA abre dos canales que en realidad parten del mismo tronco: baga eta biga, el desarme y el ciclo histórico. La organización diferencia ambos, aunque solo aparentemente, pues se trata de dos debates o cuestiones entrelazadas, que parten de la misma voluntad que ya fue expresada en 2010 y 2011. Y en esas estamos ahora. Seguro que 2018 puede tener tanta o más relevancia que la que tuvo 2017 con el final del desarme, por la conclusión de ese segundo debate.

La presentación del libro ha deparado una consecuencia inesperada: el veto de EiTB a la cuña radiofónica de promoción del libro. ¿Le ha sorprendido? Ha dicho que no es la primera vez en su caso... 
Pues no. Con el Ayuntamiento de Donostia ya sufrí hace poco un proceso de censura al solicitar un edificio municipal para un acto sobre el caso del desaparecido Naparra. Me prohibieron que estuviera en la mesa. Y con EiTB he tenido también algunos incidentes, de modo que ahora he decidido intervenir solo en directo, para que no pueda tergiversarse nada.

La frase censurada en cuestión tiene tres partes: «... el desarme de una organización militar con la ayuda de la sociedad civil frente a las posiciones más inmovilistas». ¿En cuál de ellas cree que estaba el problema?
Creo que más bien estaba en otro sitio: en la entrevista que me realizaron hace un par de semanas en Mediabask y que en gran parte estaba centrada en la actitud del Gobierno Vasco ante el desarme. Parece ser que no debió gustar. Lo que se trasluce de todo esto es que en ese inmovilismo que cita la cuña está Madrid, está París y está también Gasteiz. No soy conspiranoico, pero creo que ahí sí ha habido una mano negra. 

Por cerrar esta parte, ¿cuál fue realmente el grado de participación de Lakua en el final del desarme? Urkullu tuvo un papel público en los preparativos del 8 de abril, pero luego decidió no estar en Baiona...  
Ha habido tres fases diferentes, comenzando por Aiete. En aquel momento el Gobierno Vasco entra con calzador en el proceso. Luego, ante el impasse que crea el fracaso de Noruega, intenta tomar la iniciativa y hay un intercambio con ETA duro por ambas partes, hay propuestas de Jonan Fernández... Ya en una tercera fase llega Luhuso y tras ello el Gobierno Vasco cree poseer buena información, pero yo creo que estaba contaminada por los servicios policiales españoles; resultó que los artesanos tenían información más directa y mejor. Así que al final no le gusta ni el diseño, ni la fecha, ni el acto... no tiene protagonismo.