El principal titular de la jornada, el epicentro del terremoto registrado ayer, se situó indiscutiblemente en Madrid. Concretamente, en la esquina entre la carrera San Jerónimo y la calle Floridablanca, donde se sitúa la sede de un Congreso de los Diputados en el que ayer quedó de manifiesto que el todavía presidente del Gobierno español, Mariano Rajoy, ya no cuenta con la confianza necesaria para seguir en el cargo. La magnitud del terremoto es tremenda, en la UE no triunfaba una moción de censura constructiva presentada por la oposición desde el 1 de octubre de 1982, cuando el democratacristiano Helmut Kohl tumbó el ejecutivo socialdemócrata de Helmut Schmidt.
Pero todo movimiento sísmico de envergadura tiene sus réplicas, y este no va a ser la excepción. Ayer se movieron muchas cosas, y no solo en Madrid. La presidencia inminente de Pedro Sánchez, que tendrá que confirmarse hoy, difícilmente arreglará nada a corto plazo, pero hay al menos tres réplicas del terremoto que significan un serio cambio de rasante en Euskal Herria y Catalunya. Que el cambio se mantenga, obviamente, dependerá de los caminos que se sigan en adelante.
Un voto inédito
Probablemente pasó inadvertido, en parte porque sus votos no eran decisivos, en parte porque la cantidad de titulares que dejó la larga jornada de ayer apenas le dejó espacio, pero ayer EH Bildu apoyó la moción de censura presentada por el PSOE contra el PP. La izquierda independentista vasca se mojó ayer en la política española. Visto que las «sucias manos» del Estado denunciadas en su día por Jon Idigoras en el mismo escenario no quieren salir de Euskal Herria, los diputados Marian Beitialarrangoitia y Oskar Matute optaron ayer por meter las suyas en el Estado. Sin mayores tragedias y en consonancia con el momento.
«Señor Sánchez, no piense que las ganas que tenemos de desalojar al PP son suficientes para pensar que confiamos en usted, el rechazo a Rajoy no se puede confundir con un apoyo al PSOE, que es parte del mismo régimen», resumió ayer Beitialarrangoitia. Con la aritmética parlamentaria tan apretada, podría llegar el caso de que EH Bildu llegue a ser decisiva; que esté dispuesta a utilizar sus votos para incidir en la política española no es noticia menor.
¿Y en Gasteiz?
El cambio de rasante en Euskal Herria no solo sirve para EH Bildu. El giro de 180 grados que ha dado el PNV en Madrid en apenas una semana está solo al alcance de cinturas bregadas en equilibrios flexibles de vértigo. Ayer el portavoz, Aitor Esteban, dedicó buena parte de su intervención a inevitables maniobras autojustificatorias.
El péndulo que la semana pasada se salió de órbita, regresó ayer a la mayoría social vasca, y así lo reconoció el propio Esteban: «Creemos que respondemos a lo que mayoritariamente demanda la ciudadanía vasca y al mejor ejercicio de la responsabilidad votando Sí». Para la carpeta de preguntas sin respuesta quedarán las hipótesis sobre cuál hubiese sido el voto jeltzale si Podemos no hubiese amenazado con una moción para convocar elecciones de forma inmediata. Las vidas que no vivimos no existen.
Pero la principal pregunta que deja el viraje del PNV afecta a la geometría variable que aplica en el Gobierno de Gasteiz. El Sí era lo más natural teniendo en cuenta que gobierna con el PSE, pero el líder del PP en la CAV, Alfonso Alonso, ya se apresuró el miércoles a recordar a los jeltzales que los presupuestos los aprobaron con ellos. Por supuesto, si el PP ejecuta la amenaza, el PNV tiene a su mano nuevas y diferentes aritméticas posibles. Pero cualquiera de ellas implicará cambios.
El regreso catalán
El de ayer fue también el día del regreso catalán al Congreso de los Diputados. Desde los días de vino y rosas de Duran i Lleida en el Palace que los votos del nacionalismo catalán no servían de nada en Madrid. Al portavoz del PDeCAT, Carles Campuzano, la emoción se le notó quizá demasiado: «Esta moción es la expresión de que en España no se puede gobernar contra Catalunya, porque quien lo hace acaba perdiendo. Hoy, una vez más, Catalunya es un actor decisivo». Como si Sánchez no hubiese apoyado todas y cada una de las medidas contra Catalunya.
El portavoz de ERC, Joan Tardà, intentó rebajar un poco la euforia probando suerte con la imposible formulación de «este Sí es un No», aunque lo cierto es que Esquerra aspira también desde hace semanas a rebajar la tensión entre Barcelona y Madrid, echando el freno en la primera y colocando la carpeta de los presos políticos y exiliados en la segunda. Tanto ERC como PDeCAT aspiran a que sea posible con Pedro Sánchez, mientras JxCat y CUP observan con incredulidad y escepticismo.
Es difícil adivinar, en este sentido, si el terremoto madrileño tendrá más réplicas en el campo independentista o en el unionista. En el primero habrá tensiones, de buen seguro, entre aquellos que defienden que no hay nada que hacer en Madrid y los que anhelan recuperar su nido en la corte del Reino. En el segundo, está por ver si Sánchez cumple las promesas de diálogo trasladadas ayer. Con PP y Ciudadanos compitiendo en la oposición, puede que el escrache diario que vivió Zapatero quede en una chanza de infantes.
El caos madrileño
Las réplicas del terremoto regresarán también a Madrid. Sin duda alguna. El tiempo dirá en qué modo y los próximos días podremos especular más con ello, pero Madrid quedará convertida tras la votación de hoy en un polvorín político que, tarde o temprano, acabará en una nueva contienda electoral.
Resumamos el caos con ánimo jocoso: Sánchez va a intentar gobernar desplegando junto a Podemos los Presupuestos conservadores de PP, Ciudadanos y PNV, mientras recibe el incómodo apoyo de aquellos a quienes hace cuatro días llamaba xenófobos y «Le Pen de la política española».