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La BOS cierra su temporada 2017-18 con un tributo a Ravel

La Orquesta Sinfónica de Bilbao (BOS) cerrará esta semana la temporada 2017-18 de conciertos sinfónicos con un tributo al compositor vasco francés, Maurice Ravel, que supondrá un recorrido por los hitos más significativos de su obra y concluirá con el popular ‘Bolero’, su pieza más famosa.

El concierto comenzará con la obertura de ‘Shéhérazade’, compuesta en 1898 como prólogo para una ópera del mismo nombre que nunca llegó a componer, y seguirá con el ciclo de canciones ‘Shéhérazade’, de 1902, en el que contará con la actuación solista de la mezzosoprano británica Alice Coote, especializada en el repertorio de Maurice Ravel.

En la segunda parte del programa se incluirá la suit número 2 de ‘Daphne y Chloe’, compuesta en 1912, y se cerrará con la ejecución de su famoso "Bolero", creado por Ravel (Ziburu, 1875- París, 1937) en 1928 y que se convirtió en uno de los exponente de la música clásica del siglo XX.

El director de la Orquesta Sinfónica de Bilbo (BOS), Erik Nielsen, en un descanso de los ensayos del concierto, ha explicado a los medios de Bilbo que ha estructurado por orden cronológico las obras a interpretar porque ello permitirá a los aficionados ver «el desarrollo del estilo compositivo» de Ravel.

Nielsen ha apuntado que será la primera vez que la Sinfónica de Bilbao interprete la obertura y las canciones de Shéhérazade, obras que corresponden «a la admiración que Ravel tenía por el mundo de las 'mil y una noches'» y, en concreto, por la heroína y narradora de las aventuras que en dicha colección de cuentos populares árabes se relatan, ha precisado.

Nielsen también ha relatado que tras concluir su popular ‘Bolero’, no quedó satisfecho del todo con la pieza, al igual que le pasó a Tchaikosky con su ‘Cascanueces’.

El director titular de la BOS ha recordado así mismo que la pieza surgió como un encargo que le hizo la bailarina rusa Ida Rubinstein, icono artístico de la Belle Epoque parisina, para un ballet que quería protagonizar, con lo que la famosa pieza surgió «casi de forma accidental».

«Ravel se tomó el encargo más como un ejercicio experimental sobre hasta dónde podría llegar cogiendo una sola melodía y estirándola casi hasta el infinito», ha agregado el director norteamericano.