David MESEGUER

Europa o cárcel: la odisea y la huida de un periodista kurdo

Sin garantías para un juicio justo –23 años de cárcel por un vídeo–, Ferzen Çatak huyó de Turquía a Grecia haciéndose pasar por refugiado sirio. Gracias a un DNI belga, en junio llegó a Barcelona en un vuelo desde Atenas. Su destino final, Alemania.

Vibra el teléfono. «Un amigo periodista acaba de llegar a Barcelona. Necesita ayuda. Este es su número», me dice una fuente de Kurdistán Norte. El reportero en cuestión es Ferzen Çatak, un kurdo de 35 años originario de Idil, una ciudad de la provincia de Sirnak. De tez morena, pelo rizado recogido y sonrisa permanente, Ferzen acaba de llegar a Catalunya casi por azar.

«Fue el traficante quien me dijo que volaría a Barcelona desde Atenas. Las mafias saben cuáles son los aeropuertos con menos vigilancia migratoria», detalla el periodista, cuyo destino final es Alemania. Un DNI belga con la foto de un chico con cierto parecido físico y por el que pagó 3.000 euros, fue su salvoconducto para abandonar Grecia.

Como para decenas de periodistas encarcelados en Turquía o exiliados, la pesadilla de Ferzen comenzó en 2016. La guerra que se libraba entonces en algunas ciudades de Kurdistán Norte y el intento fallido de golpe de Estado desataron una oleada represiva por parte del Gobierno turco que puso a la prensa contraria al discurso oficialista en el punto de mira.

En pleno proceso de paz en 2013

«En 2013 empecé a trabajar para la agencia kurda de noticias DIHA en Sirnak. El proceso de paz con el Partido de los Trabajadores de Kurdistán (PKK) estaba en marcha y la Policía simplemente comprobaba la acreditación y te dejaba marchar», recuerda el reportero. «Ahora, si eres periodista es casi imposible trabajar en Kurdistán de forma libre e independiente. Incluso los civiles que viajan de una ciudad a otra son objeto de múltiples preguntas y registros», explica .

Las condiciones de trabajo para los reporteros kurdos empeoraron aún más si cabe en verano de 2015 cuando se reanudaron las hostilidades entre el Gobierno de Recep Tayyip Erdogan y el movimiento kurdo. «La censura es parte de un sistema autocrático muy bien engrasado en el que los medios de comunicación pequeños o los periodistas poco conocidos lo tenemos muy complicado», denuncia el reportero de Sirnak.

En aquel verano de hace tres años, las Unidades de Protección Civil (YPS) tomaron el control de decenas de distritos en ciudades kurdas como Diyarbakir, Cizre o Nusaybin y se atrincheraron construyendo barricadas, túneles, y bunkers.

23 años de cárcel por un vídeo

En Idil, la ciudad natal de Ferzen, las Fuerzas Armadas turcas decretaron el toque de queda y lanzaron una ofensiva en febrero de 2016. «Decidí quedarme para cubrirlo». Lo hizo junto a otros dos reporteros tomando como base de operaciones un casa donde también se alojaban políticos del prokurdo Partido Democrático de los Pueblos (HDP).

Ferzen grabó a un agente de policía con una bandera turca atada a la espalda mientras lanzaba improperios en plena la calle. La agencia DIHA colgó el vídeo en su servidor sin tapar la cara del policía y uno de los dos periodistas que estaban junto a él lo publicó en Twitter.

La Policía vio el vídeo y el juez emitió una orden de detención. Aunque Ferzen y sus compañeros lo negaron, la Policía les acusaba de haberlo enviado a medios que simpatizaban con el PKK. Mientras los otros dos reporteros quedaron en libertad provisional a la espera de juicio, Ferzen iba a ser encarcelado. Finalmente, la abogada consiguió sortear la cárcel a cambio de que el periodista se presentara a firmar dos veces por semana en la comisaría de Idil hasta el juicio.

Sin poder ejercer el periodismo y obligado a estar en su ciudad natal para las dos firmas semanales, la única opción para Ferzen era desplazarse a una ciudad donde tuviera familia o una residencia fija. Y lo hizo a Ankara, donde residía un hermano suyo.

Cuando ya llevaba seis meses en la capital turca y se cumplía año y medio de la grabación del vídeo, el escrito de acusación aún no estaba listo. «Mi abogada me advirtió que el proceso tenía muchos números para acabar con una dura condena y que dependía de mí si quería quedarme e ir a la cárcel o tratar de escapar al extranjero».

«En Turquía tener un juicio justo es imposible porque el poder político y judicial están en las mismas manos. No es país para periodistas ni para otras profesiones cuya principal materia prima es la libertad de expresión», denuncia el informador kurdo.

Ferzen señala que muchos periodistas seculares que durante años han denunciado en sus reportajes la actividad de la cofradía de Fethullah Gülen, ahora, tras el golpe de Estado, son acusados de pertenecer a la organización que Ankara considera terrorista.

Arranca el exilio

Decidido a exiliarse a Europa, en julio de 2017 abandonó Ankara para instalarse en Estambul y contactar allí con las mafias que podrían organizarle el viaje. En ese momento dejó de ir al juzgado para firmar y las autoridades turcas lanzaron una orden de búsqueda y captura. Un traficante de personas originario de su ciudad natal le vendió un DNI sirio falsificado por 150 euros para que pudiera moverse en libertad por Estambul y después poder hacerse pasar por refugiado en Grecia.

En octubre de 2017, Ferzen y un grupo de 160 refugiados —principalmente sirios e iraquíes—, fueron transportados hasta Edirne, concretamente a un bosque a menos de un kilómetro del paso fronterizo oficial con Grecia. «Cruzamos al otro lado gracias a dos guías que nos mostraban el camino entre la espesura del bosque. Había muchos niños y gente mayor. Yo sostenía a un bebé de una familia siria que tenía tres hijos. Estaba tan oscuro que caí dos veces con el pequeño en brazos», cuenta el periodista kurdo. «Tras tomarnos las huellas, a los “sirios” nos preguntaron si queríamos pedir asilo en Grecia o no. Los sirios tenían elección, en cambio, si hubiera dicho que era de nacionalidad turca me habrían obligado a pedir asilo».

Ferzen se registró como Ahmed Hassan, el nombre que constaba en el DNI sirio adquirido en Estambul. Fue al poco de llegar a Grecia que el reportero kurdo conoció el contenido del escrito de acusación contra él y sus dos compañeros. La Justicia turca le pide 23 años de cárcel por los delitos de pertenencia a organización terrorista, hacer propaganda de una organización terrorista y mostrar a un miembro de las fuerzas especiales turcas para convertirlo en objetivo del PKK. Para sus dos colegas, la pena exigida es de un total de 13 años de prisión.

Tras pasar algunas semanas en un campo de refugiados cerrado, obtuvo un permiso de seis meses en suelo griego. Él y varios compañeros de viaje se acomodaron en un campo abierto en la ciudad de Larisa a la espera de que el traficante de personas le consiguiera llevar a Alemania. Instalado en el norte de Grecia, supo por sus padres que en marzo se celebró la primera vista del juicio. «Todo apunta a que mi caso lo separarán en una pieza aparte porque los dos compañeros sí que se han presentado», indica Ferzen.

Vuelo frustrado a Amsterdam

El engranaje para abandonar Grecia se activó tras pagar 5.500 euros por un pasaporte turco falsificado con visado para viajar a territorio europeo comunitario. Ferzen lo intentó por primera vez el 28 de mayo en un vuelo de KLM con destino a Ámsterdam. Le pillaron en los controles del aeropuerto de Atenas y no llegó a subir al avión.

El reportero kurdo abonó entonces 3.000 euros más a la mafia, que esta vez le consiguió un DNI belga con la foto de un chico muy parecido. El traficante le aseguró que podría intentarlo tantas veces como fuera necesario. Conocedor de los destinos donde las autoridades están más pendientes de la llegada de refugiados y migrantes, el traficante eligió Barcelona y compró un billete de Vueling para el 4 de junio. «Antes de salir hacia al aeropuerto, una amiga me pintó las cejas para parecerme al chico del DNI belga. Pero en el bus al aeropuerto comencé a sudar, por lo que tuve que limpiarme el maquillaje que llevaba», recuerda el periodista entre risas.

El último en embarcar

«En las pantallas del aeropuerto observé que la salida del avión se había retrasado casi dos horas y me confié. Cuando me di cuenta, comencé a correr como un loco. Pasé el control y al llegar a la puerta de embarque me disculpe por llegar tarde. No había ningún pasajero, todos estaban ya dentro del avión. Le di mi pasaje y DNI a la empleada de la compañía y comprobaron la coincidencia de los nombres. ‘Que tenga un buen vuelo’. Me quedé sorprendido. ¿Ya está? ¿Eso era todo?», rememora Ferzen con emoción.

El periodista kurdo aún muestra asombro por lo fácil que fue. Según cuenta, muchos conocidos habían sido descubiertos justo en la puerta de embarque, incluso en la jardinera y dentro del avión antes del despegue. Cuando estaba en el avión mandó un mensaje a una interprete griega que había conocido en el campo de refugiados y que tenía amigos en Barcelona. El contacto que le proporcionó la interprete helena fue Óscar, un periodista de una pequeña y humilde radio barcelonesa, que ha acogido a Ferzen en su casa. «Estoy muy agradecido a toda la gente que he conocido en Grecia y Barcelona. Todavía existen muchas buenas personas que ayudan sin esperar nada a cambio, y eso me hace tener esperanza y mirar al futuro con optimismo», dice alegre el periodista.

Con la mente puesta en Alemania, Ferzen solo piensa en trabajar para devolver el dinero a la gente que le ayudó a costearse el viaje. «Son familiares y amigos que están en Turquía, donde la situación económica es muy mala. Poco a poco les iré devolviendo hasta la última lira», concluye el reportero.

P.d: La conversación con Ferzen tuvo lugar el pasado 15 de junio, 24 horas antes de que lograra cruzar a Francia y de allí lo hiciera a Alemania, donde ha pedido asilo político como periodista perseguido en Turquía.