Joseba ITURRIA

Trabas para acceder a la única llegada en alto de Pirineos

La primera ascensión del col de Portet estuvo marcada por la presencia de muchos aficionados vascos y por las limitaciones en el acceso después de los incidentes registrados en Alpe d’Huez. No se dejó llegar al alto en coche, ni en bicicleta ni en telecabina desde el mediodía.

La corta etapa de 65 kilómetros con final en el duro col de Portet, 16 al 8,7%, congregó a gran cantidad de espectadores en todo el recorrido, donde se dejaron ver cantidad de aficionados vascos, con sus ikurriñas, banderas en las que se reclamaban la vuelta a casa de los presos vascos y camisetas y maillots naranjas de la añorada etapa de Euskaltel.

Ya el día anterior toda la primera subida del Peyresourde estaba repleta como es habitual de autocaravanas, con un control policial a la mitad de la ascensión con un gendarme armado con una metralleta que perseguía a pie a una autocaravana que decidió darse la vuelta. También la subida de Val Louron-Azet se llenó de aficionados porque los dos primeros puertos eran los únicos que permitían el acceso de vehículos hasta su parte final, incluso en la víspera.

El col de Portet se ascendía por vez primera en el Tour y no se permitió el acceso a los últimos nueve kilómetros del puerto, desde el desvío de la ascensión de la estación de Saint Lary, en ningún vehículo motorizado. Ni tan siquiera los acreditados, ni los de la caravana publicitaria. Solamente accedieron al alto los vehículos necesarios para colocar toda la infraestructura de la meta y una carpa en la que a dos kilómetros de la meta se podían comprar bebidas y comida.

Tanto la sala de prensa como las instalaciones de los invitados se situaron justo antes de la desviación del col de Portet y hasta el mediodía solo se podía subir en bicicleta y telecabina hasta el alto. A las 12:00 se cerró la carretera para los ciclistas en una medida difícil de entender. Su ascenso no suponía ningún peligro porque no pasaba ningún coche y a las 13:00 se cerró el telecabina hasta el col de Portet porque habían limitado el número de billetes a un precio de cinco euros disponibles para los aficionados que quisieran subir a la zona de meta. Siempre con el pretexto de las medidas de seguridad. Entendían que podía haber alguna tormenta o algún problema y que a la hora de bajar tras la etapa podían registrarse problemas.

Imágenes tristes

El cierre de la carretera a los que subían en bicicleta motivó las protestas de algunos porque en un principio los gendarmes les decían que si querían subir al alto debían hacerlo a pie dejando la bicicleta allí. Al final algunos consiguieron pasar con su bicicleta y, una vez perdidos de vista los gendarmes, volvían a subirse y a seguir hasta arriba, donde los policias que estaban en los tres últimos kilómetros no les impedían pedalear.

Pero hubo algunos que decidieron subir con su bicicleta a pie, con sus bicicletas de carretera, con sus zapatillas con calas, por unas pistas de piedras de gran tamaño con desniveles superiores al 30% para poder ver el final de la etapa. Una medida que no tenía ningún sentido porque salvo en alguna zona en la que había gravilla, la mayor parte de la subida estaba bien asfaltada y era más peligroso mandarlos cuesta abajo cuando subían coches que adelantaban a otros ciclistas que ocupaban un carril que dejarles pasar.

Así desde las 13:00 la única forma de pasar de las barreras de los últimos nueve kilómetros era a pie, por esa pista de piedras o en telesilla hasta dos kilómetros antes de la meta. Eso provocó que la mayor parte del público se concentrara entre los kilómetros siete y nueve y que hasta los cuatro últimos apenas hubiera aficionados. Y gracias a los vascos que subieron a pie o en bicicleta...

«Ponen demasiados impedimentos»

Aitor Villanueva fue uno de los ocho integrantes del grupo de la Sociedad Ciclista Aiala desplazado a Pirineos y de los centenares de cicloturistas vascos que se encontraron con unas barreras a nueve kilómetros del alto del Portet. Tras ver frustrado su objetivo de subir el alto del Portet trasmitía a GARA que «hemos venido a pasar el día en el alto y nos encontramos con que a cinco horas de que pase la carrera nos han cerrado el paso sin darnos ninguna alternativa para poder subir arriba. Dejan pasar a la gente andando, pero no podemos ni andar con la bicicleta. Solemos venir todos los años y, si es el último puerto y no acaba arriba, no hay pegas, pero cuando es final en alto ponen muchos impedimentos. Cierran demasiado pronto y no facilitan nada para los ciclistas».

El martes estuvieron en el Portillon, durmieron en el Peyresourde y desde ahí intentaron subir ayer el Portet. Después irán a Lourdes para asistir a la última etapa de montaña, que presenta las subidas míticas de Tourmalet y Aubisque, y a la crono del sábado para animar «a Mikel Landa, que es de la zona, pero también a Omar, a los Izagirre... A todos». Lo triste es que a este tipo de aficionados se les pongan tantos obstáculos para acudir a un final en alto a animar y que en Alpe d’Huez tuvieran todo tipo de facilidades para acceder al puerto todos los que quisieron montar su juerga o su numerito.

 

Medidas de seguridad que acabaron con chris froome en el suelo

La subida del col del Portet ofrecía unas características diferentes a las de otros finales, pero las medidas tomadas fueron excepcionales. No solo se impidió el acceso de coches, algo comprensible por la ausencia de zonas buenas para aparcar. Tampoco es tan extraño que se pongan trabas a los ciclistas, pero el cierre del teleférico sin que hubiera tanta gente en los últimos kilómetros, la limitación de público para subir al alto y los cacheos y registros dejaron en evidencia que el Tour no quería repetir lo de Alpe d’Huez. El colmo de la exageración fue que un gendarme tiró al suelo a Chris Froome cuando bajaba tras la etapa porque le confundió con un aficionado.J.I.