Ainara LERTXUNDI
DONOSTIA
Interview
LAURA VERA
SICÓLOGA

«La memoria es una habilidad que puede ejercitarse y mejorarse»

La sicóloga donostiarra Laura Vera imparte talleres de memoria y es especialista en desarrollo y crecimiento personal. Ha escrito el libro «¿A qué he venido yo aquí?», una guía para «comprender y mejorar la memoria» en el día a día.

«¿Alguna vez has olvidado dónde has puesto las llaves? ¿O te ha costado recordar un nombre? ¿O te has bloqueado durante una conversación o alguien te ha dado un recado importante y lo has olvidado?». Así arranca “¿A qué he venido yo aquí?”, libro de la sicóloga donostiarra Laura Vera, quien imparte talleres de memoria, inteligencia emocional, liderazgo o sicología positiva. «Cuando oímos decir a alguien que tiene mala memoria, no es cierto. Es una frase equivocada. Puede ser que tenga mala memoria con los números, pero quizás tenga muy buena memoria fotográfica. La memoria hay que ejercitarla y mejorarla», subraya a GARA.

El libro se titula “¿A qué he venido yo aquí?”. ¿Por qué?

Me interesaba hablar desde el marco de lo cotidiano, de las cosas que nos pasan, de los olvidos típicos y quería un título con el que todos nos pudiésemos sentir identificados. Quería contar cómo funciona la memoria pero de manera clara, no tanto hablar de la relación que pueda tener el hipocampo con procesos mentales implicados en la memoria. Me apetecía hablar de lo cotidiano; por qué me bloqueo en medio de una conversación, por qué no recuerdo un nombre...

¿Cómo funciona la memoria?

La memoria es algo complejo pero, a grandes rasgos, se sabe que existen tres fases. La primera es la de registro de la información. Nuestro cerebro la recoge y la capta, para lo cual es indispensable la atención. Descubrir esto es importante, porque mucha gente no es consciente. Darte cuenta de que en esta primera fase es tan importante la atención, te puede dar pistas de si ésta te está fallando. No puedes registrar una canción que no hayas escuchado.

La siguiente fase es la de almacenamiento. Muchas veces sí prestamos atención en la fase de registro, pero luego no hacemos nada más. Aquí podemos hacer muchas cosas y eso se aprende también en los talleres de memoria; relacionar la información, organizarla, agruparla, visualizarla... Creamos pistas a través de las cuales luego yo puedo acceder a esa información. Si asocio un determinado dato con un nombre, esa asociación me va a servir de pista.

En esta fase debemos hacer cosas, porque si no hacemos nada viene la última fase, que es la de recuperación, y nos encontramos problemas porque no recordamos. Es importante comprender cómo funcionan estas fases para corregir lo que hacemos mal y así mejorarlo.

¿Cuántas memorias tenemos?

Tenemos la memoria a corto plazo o de trabajo, que es aquella que nos ayuda a funcionar en el día a día. Según va entrando información, otra va saliendo. Por eso, a veces, es necesario olvidar algunas cosas para poder recordar otras. Yo la comparo con un cajón lleno de pañuelos; si quiero guardar pañuelos nuevos, inevitablemente tendré que sacar otros para que tenga más capacidad. Es la memoria que mayor deterioro experimenta con el paso de los años.

También tenemos la memoria a largo plazo, donde lo guardamos todo. Dentro de esta memoria podríamos distinguir otras como la memoria episódica, que tiene que ver con eventos de nuestro pasado lejano; la memoria semántica, que está relacionada con los conocimientos que tenemos almacenados, desde datos de geografía, ortografía, tablas de multiplicar...; la memoria procedimental, que tiene que ver con tareas que una vez aprendidas ya no necesitamos volver a hacerlo, como por ejemplo, andar en bicicleta, escribir en ordenador… Tenemos la memoria fotográfica, la capacidad para retener o memorizar rostros e imágenes. Cuando alguien dice que tiene mala memoria, no es cierto. Es una frase equivocada. Puede ser que tenga mala memoria con los números pero que tenga muy buena memoria visual.

¿Qué otro tipo de frases «incorrectas» suele escuchar?

En los talleres oigo frases como «yo tengo una memoria desastrosa», «soy muy mala para aprender este tipo de cosas», «tengo memoria de pez»... Debemos ser conscientes de la manera en que nos hablamos porque este tipo de lenguaje negativo referido a nuestra persona ataca directamente a la autoestima, hace que nuestra confianza disminuya y nos acomoda en el sentido de que si nos decimos a nosotros mismos que nuestra memoria es un desastre, estamos asumiendo que ya no tenemos nada que hacer. Y eso no es así. La memoria es una habilidad que puede ejercitarse. Yo quiero hacer ver a la gente que debemos escapar de ese lenguaje negativo que nada nos aporta. Puede ser que fallemos en determinadas cosas pero que seamos buenos en otras. Podemos entrenarla y mejorar. En lugar de decirnos «qué tonta soy», debemos decirnos «no he puesto la suficiente atención en este ejercicio y no me ha salido bien» o «no he escuchado bien lo que me decían y no he podido almacenar bien la información». Aquí están en juego la autoestima, la autoconfianza, la seguridad en uno mismo.

Usted también es instructora de «mindfulness», una práctica que se está extendiendo cada vez más tal vez por el ritmo tan acelerado de nuestro día a día. ¿Hasta qué punto estamos carentes de atención plena?

El mindfulness tiene un efecto positivo sobre la memoria. Vivimos en un mundo muy sobrecargado de información, somos multitarea, tenemos que hacer varias cosas al mismo tiempo. Estamos hablando por el móvil y, mientras tanto, estamos contestando a nuestro hijo. Nuestra atención se dispersa. Si estamos haciendo varias cosas a la vez, nuestro nivel de atención va a disminuir y, probablemente, cometamos más errores y tengamos más despistes. Estando en el momento presente, en el aquí y ahora, hacemos que nuestra atención esté puesta al 100% en lo que estamos haciendo.

Como te decía al principio de la entrevista, si no ponemos atención, difícilmente podremos registrar la información, con lo cual después no podremos almacenar nada. No solo el estrés hace que la mente se disperse. Si tenemos depresión o emociones muy intensas, eso va a ocupar nuestro espacio mental y hacer que nuestra mente se abotargue. Cuando tenemos un problema, nuestra mente va a estar en ese problema y no en el momento presente. Debemos de tomar el mando de nuestra mente, ser conscientes, y eso va a favorecer nuestra memoria.

Hay ocasiones, por ejemplo, en las que recordamos haber tenido determinado objeto en la mano y, sin embargo, no recordamos dónde lo dejamos. Otra de las dudas típicas es si hemos cerrado con llave la puerta…

Es muy típico ir a hacer algo y que, de pronto, algo ocurra en medio del camino que hace que nos dispersemos y no recordemos qué hemos hecho. Es importante que cada cosa tenga su sitio porque si cada vez guardamos las llaves en un lugar diferente y luego no recordamos dónde están, evidentemente la culpa no es de nuestra memoria sino de nuestra falta de organización. También es muy útil no postergar; cuando tengamos que hacer algo, debemos hacerlo en ese mismo momento. A lo mejor voy a guardar las zapatillas y mi hijo me pregunta algo, por lo que voy a atenderlo en vez de guardarlas. No, primero guarda las zapatillas y luego hazle caso al niño. Con el «ya lo haré luego» siempre la liamos.

En el capítulo cinco del libro abordo estos olvidos cotidianos, doy un truco muy sencillo pero que, si se tiene en cuenta, nos puede ahorrar muchos despistes. La sensación de no saber si hemos desenchufado la plancha o si hemos cerrado la puerta con llave genera una ansiedad importante. Eso se debe a la falta de atención, en el momento no somos conscientes de lo que estamos haciendo porque estamos funcionando con el piloto automático. Una manera de ser conscientes plenamente es decirlo en voz alta: «Estoy desenchufando la plancha». De esa manera rompemos ese piloto automático y no nos vamos a olvidar de que lo hemos hecho.

Ahora que estamos aún en época de vacaciones, ¿qué consejos o trucos daría a la hora de hacer la maleta para que no nos olvidemos de lo más esencial?

Planificar con tiempo. Cuando las cosas se hacen con prisa, eso genera estrés y no beneficia la memoria. Hay que planificar con tiempo. En cuanto a hacer listas, hay quienes son detractores de este método porque no ayuda a trabajar a la memoria y porque se lo ponemos fácil al cerebro. Yo soy defensora de las agendas, de los calendarios en los que podamos anotar palabras clave. En cierto modo eso nos ayuda a descargar nuestra memoria y no se acaba saturando. No podemos confiar al 100% en nuestra memoria porque no es perfecta. ¿Por qué no anotar, hacer una lista de las cosas importantes que debemos llevar y repasarla? Tiempo y calma.

En cuanto a los menores, ¿tienen hoy una mayor falta de atención o es que mantenemos a los niños en una constante sobrecarga de estímulos?

Habría que ver cada caso particular, pero los niños son un reflejo de sus padres y del modo de vida que llevamos. Se vive deprisa y muchas veces los niños soportan unos horarios que casi se asemejan a las jornadas laborales de los adultos con actividades extraescolares. Hay mucho estímulo. El mindfulness es también buena herramienta para ellos, hay que saber parar.

Pero, ¿realmente les dejamos parar? Cuando están sin hacer nada, les estamos proponiendo planes...

Los adultos mismos no toleramos estar sin hacer nada. Cuando mis hijos me dicen que se aburren, me encanta, me parece maravilloso porque en medio del aburrimiento surge la creatividad. Si no les dejamos parar y aburrirse, están constantemente dirigidos.

¿Los adultos también estamos necesitados de esa sensación de aburrimiento?

Yo creo que sí, de vez en cuando. Nos cuesta mucho parar. Estamos muy enfocados en el modo hacer. Y muchas veces, estar sin hacer nada lo interpretamos como una pérdida de tiempo. Creo que a nivel físico y espiritual es conveniente porque es una forma de cargar las pilas.

¿Qué hacer si nos bloqueamos en medio de una conversación?

Es complicado. El bloqueo genera mucha ansiedad, o frustración cuando tenemos algo en la punta de la lengua y no nos sale. Es como si tuvieses la palabra ahí, como si estuviera emergiendo pero no sale. Lo importante es cómo afrontamos esta situación, porque en función de ello depende lo que ocurrirá después. Si la afronto desde la ansiedad y el estrés –¡cómo puede ser que no me salga esta palabra si la he dicho mil veces!–, nos va a generar más. Es el pez que se muerde la cola. A mayor ansiedad, peor memoria. Eso es una fórmula matemática. Lo mejor, ser conscientes de que nuestra memoria no es perfecta y de que este tipo de fallos les ocurre a todos, y pasar a otras cosas, porque nuestro cerebro ya ha iniciado la búsqueda y esa información llegará sola.