La sentencia del ‘caso Cabacas’ es el colofón malvado a un proceso perverso a más no poder. Ni quien ordenó cargar ni quien disparó el pelotazo que mató al joven han sido condenados; el primero ni siquiera estaba en el banquillo. Y el único castigo recae precisamente contra quien hizo al menos un intento de evitarlo. Quienes han buscado esta resolución pueden felicitarse: bingo. Solo se les escapó una cosa: GARA y NAIZ, los que difundieron los audios, la verdad.
Que la verdad de los hechos y la verdad judicial a menudo no casan es una realidad mil veces evidente, especialmente en Euskal Herria. En el ‘caso Cabacas’, triste consuelo, quienes escriban la historia verdadera de este país tendrán al menos una certificación de qué y cómo pasó todo en el callejón de María Díaz de Haro. Obviamente no será la sentencia dictada en noviembre de 2018 por la Audiencia Provincial de Bizkaia, sino los audios difundidos en abril de 2013 por dos medios vascos llamados GARA y NAIZ.
Quienes trabajamos en esta casa pensamos aquella mañana que eso sin duda marcaría un antes y un después en el esclarecimiento de esta tragedia. ¿Ingenuidad? Quizás. ¿Temeridad? Seguro. ¿Aportación a la verdad? Sin duda. Los cada vez más desprestigiados tribunales, con apoyos puntuales institucionales y mediáticos que merecerán un análisis más pausado, se movieron rápido. ‘Ugarteko’, el que ordenó tajante y reiteradamente «entrar con todo», fue exonerado antes del juicio, contra toda lógica. De entre los escopeteros, que sería imposible determinar quién lanzó aquel pelotazo fatal a bocajarro estaba cantado. Podían haberlo dejado ahí, en que, como sin reparo alguno ha planteado la fiscal, una muerte así no es delito. Pero eso habría evidenciado ante los ojos de cualquiera que el caso quedaba absolutamente impune. Y si hacía falta un chivo expiatorio, ¿quién mejor que el oficial 3389, el que no quería cargar, el que no disparó, el que ni siquiera salió de la furgoneta? Por si acaso, con una condena de dos años que no le hará entrar en prisión. Como dijo ‘Ugarteko’ aquella noche, ahora sí, todo controlado.
¿Todo? No. Queda la tenacidad de unos padres que han conseguido llegar a la sala de vistas contra viento y marea. Queda la conciencia de cada cual. Y quedan esos audios, el único detalle que se les escapó, lo primero que se juzgó, antes incluso que el pelotazo mortal. Unos audios que hoy no solo son una gran aportación periodística y la prueba de la verdad, sino también los sonidos que delatan hasta dónde pueden llegar la desvergüenza y la impunidad.