Aritz INTXUSTA

Seis leyes en doce semanas para un Parlamento en el alambre

El Parlamento navarro echa la persiana el 2 de abril. Ahí acabará la legislatura. Hasta entonces, el acuerdo programático marca una agenda muy apretada, en la que se pretende sacar seis leyes de peso. La caída de la presidenta complica, y mucho, ese empeño.

El parón navideño ha hecho las veces de tiempo muerto. En el último minuto, los parlamentarios de Orain Bai registraron la expulsión de los tres miembros de su grupo que seguían las directrices de Podemos. Ha sido un golpe de Estado dentro del grupo en dos asaltos. Primero cambiaron el nombre del grupo de «Podemos» a «Orain Bai-Podemos», ya que contaban con cuatro de los siete miembros. Y en el segundo asalto, echaron a los otros tres. Se supone que en breve cambiarán otra vez el nombre del grupo y lo dejarán solo en Orain Bai (denominación que por el momento no es ni un partido ni nada, solo un nombre). Pero, más allá de la conclusión de la riña interna, lo importante es que la canasta entró antes de que sonara la bocina y que tres parlamentarios, incluida la presidenta de la Cámara, pasan a los no adscritos.

El partido se reemprende el martes 8, con la convocatoria de la Mesa y Junta de Portavoces. Y se termina el 2 de abril o, en la práctica, el 28 de marzo, que es último viernes antes de que las elecciones obliguen a disolver el Parlamento. Los partidos del régimen clamaron antes del parón navideño por que se convocara de urgencia una Junta, pero fue la propia presidenta Ainhoa Aznárez quien prefirió esperar al 8 de enero. La consecuencia más evidente de la expulsión es que Aznárez dejará de ser presidenta, pues una parlamentaria no adscrita no puede presidir la Cámara. Así lo marcan las protecciones antitránsfugas introducidas en reglamento, con la particularidad de que Aznárez sigue fiel a Podemos y quienes han roto con la formación son la mayoría díscola.

Ese día 8, los miembros de la Mesa probablemente pedirán auxilio a los servicios jurídicos, pues esta incompatibilidad es inaudita. Será, con todo, una maniobra dilatoria para aplicar una consecuencia que el reglamento marca de forma taxativa. Una vez concluya el informe, se abre un plazo de 15 días para renovar presidente El problema no está en sustituir a Aznárez. En realidad, eso se puede ventilar con un pleno monográfico, si hay acuerdo en un sustituto. En principio, parece que ese alguien saldría de la bancada de EH Bildu. La agenda viene apretada, pero un pleno más resulta factible. El mayor problema está en las consecuencias de la expulsión en la Junta de Portavoces.

Sin Aznárez, puede ejercer en funciones el vicepresidente Unai Uhalde (Geroa Bai) y en la Mesa hay empate. Por el cambio están Uhalde y Maiorga Ramírez (EH Bildu) y, por el régimen, dos de UPN: Alberto Catalán y Maribel García Malo. Por contra, en la Junta de Portavoces el voto es ponderado y los tres no adscritos no cuentan. Es como si el Parlamento no tuviera 50 miembros, sino solo 47. Tras la expulsión, el reparto queda en 24 para el régimen y 23 para el cambio.

Una Junta del lado del régimen

Si la Junta de Portavoces deja de estar bajo control del cambio, se pierde el manejo de los tiempos. Esta Junta fija los plazos para las enmiendas a las leyes que están por llegar o las votaciones por lectura única, que agilizan bastante la tramitación cuando ya hay un acuerdo previo en el cuatripartito. También la Junta tiene posibilidad de cargar con trabajo extra y celebrar comisiones innecesarias si, con esto, esta nueva mayoría de UPN, PSN y PP entiende que les puede otorgar algún rédito electoral.

En las doce semanas que quedan estaba previsto aprobar seis leyes de peso: Reforma del Mapa Local, Participación Ciudadana, Igualdad, Derechos Culturales, Protección Civil y el llamado Fuero Nuevo. Los dos proyectos de mayor entidad por su complejidad y trascendencia son el Mapa Local (reorganización de todas las mancomunidades y regulación de las relaciones y financiación de los distintos concejos y ayuntamientos por comarcas) y Fuero Nuevo (que equivale a la redacción de todo un nuevo Código Civil). Existía un tercer proyecto de entidad similar, como es la renovación del Estatuto de la Función Pública, pero finalmente no da tiempo. Será uno de los grandes retos que abordará el próximo Parlamento, si es que su composición le da estabilidad suficiente.

Este guión es público y la oposición hará lo imposible por sabotearlo, con la Junta de Portavoces como juguete. Y mientras, en la trastienda, los socios que mantienen el Gobierno deben continuar negociando ya no como «cuatripartito», sino formalmente ya como «pentapartito» los últimos flecos de estas últimas leyes. Cabe señalar que, en la práctica, esto no supone mayor cambio. Las dos sensibilidades dentro de lo que un día fue una lista única al Parlamento ya exigían una negociación por separado con cada una de ellos. Geroa Bai, EH Bildu e I-E ya están versados en los equilibrios que les demandan tanto unos como otros. Aun así, su pericia como discretos funambulistas va a ser puesta a prueba, pues algunos parecen dispuestos a convertirlo todo en un circo.

En definitiva, una expulsión mal medida afecta a todos y pone en riesgo proyectos trascendentes. Y resultaría injusto que se malograran, pues ha sido una legislatura en la que se han cumplido los acuerdos y se han aprobado los presupuestos en hora. Porque perder la Junta no supone un gol de oro. No es ningún secreto que la materia gris que rige el Parlamento no entró en la Cámara dentro de la lista de Podemos. De ahí que, tras un tiempo muerto y mucha política, aún es posible que el cambio gane la partida.