Jon ORMAZABAL

Gallastegi, se apaga la luz del primer pelotari moderno

El pacto de edad que tenía con su venerada Virgen de Arrate no ha dado más de sí y Miguel Gallastegi no podrá cumplir la promesa realizada el pasado 25 de febrero en Donostia cuando, en el homenaje por su centenario, citó a todos los presentes a celebrar su próximo aniversario. No podrá ser, Don Miguel se apagó la pasada madrugada.

El hoy llorado Miguel Gallastegi es el vivo ejemplo de eso que dicen de que la edad no es cuestión de años. Aunque a los pelotazales más jóvenes que vean hoy las fotografías en blanco y negro del Hércules de Asoliartza, en referencia al caserío del eibartarra en el que nació, les pueda parecer otra cosa, con la muerte del centenario guipuzcoano se apaga la luz del primer pelotari moderno. «Gallastegi representa la transición de los pelotaris antiguos como Atano III, Mondragonés, Kortabitarte a la nueva generación de los Ogeta, García Ariño... una época en la que cambian las empresas, la manera de jugar, los frontones e incluso hasta las camisetas», rememoraba el periodista Pedro Mari Goikoetxea el febrero pasado en el homenaje que se le realizó en Donostia con motivo de su centenario.

Luis Aranberri, Amatiño, autor del libro «La pelota por Miguel Gallastegi», va un paso más allá y ayer mismo afirmaba en su blog que «Gallastegi trajo una gran revolución a la pelota, pero los cambios más profundos no se produjeron en la cancha, sino fuera de ella. Los pelotaris de hoy están en deuda con Miguel Gallastegi», insistía el también eibarrés, rememorando que Gallastegi fue el primero que se tenía profesional de la pelota, exigiendo por ello los emolumentos que consideraba oportunos, no sin tener que luchar por ellos. En ese sentido, «cosas que hoy se dan por normales como los sueldos, vestuarios o las duchas con agua caliente, son, en parte, logros del cambio que trajo a la pelota el zaguero de Eibar.

Quizá con la salvedad de Atano III, hasta la irrupción de Miguel Gallastegi, los pelotaris eran otros trabajadores más que entre semana acudían a sus puestos en los diferentes talleres u ocupaciones y los fines de semana se vestían de blanco para saltar a la cancha en busca de un sobresueldo. Gallastegi no, el de pelotari ha sido el único oficio del eibartarra, eso sí, exigiéndose como tal. Él fue el primer pelotari que entre semana se entrenaba para sus compromisos competitivos, ya fuera ensayando en el frontón, cortando troncos o realizando las tablas de gimnasia que le encomendaba Justo Larrañaga, el que fuera entrenador del Racing de Santander. Cuidar la dieta fue otro de los «revolucionarios» aportes de Gallastegi.

Renuncia a la final del 53

Esa dedicación y tesón, junto a un corpachón de casi dos metros que le otorgaban una fuerza de lo común, hicieron de Miguel Gallastegi una de las figuras más importantes de la mitad del siglo pasado. Sus tres txapelas –1948, 1950 y 1951– del Manomanista, poniendo fin a la hegemonía de 22 años de Atano III en 1948, el brillo de sus desafíos de parejas contra tríos o jugando solo ante parejas forjaron su condición de mito de la pelota, sin olvidar el récord de 105 partidos disputados en 1945.

Sin embargo, si hay una anécdota que resume bien su carácter, esa fue el llamado «Caso Gallastegi», cuando el zaguero eibartarra renunció a disputar la final de 1953 por desavenencias económicas con la empresa.

El eibartarra debía disputar la final ante el riojano Barberito I, pero no llegó a un acuerdo con la empresa por los emolumentos que debía percibir y terminó rechazando jugarla, con lo que la txapela fue para el riojano. No solo eso, la Federación española lo suspendió por seis meses y Gallastegi no volvió a disputar el campeonato más importante.

«Me suspendieron, pero para entonces yo ya tenía firmados diez partidos en Francia y ganaba más dinero que aquí. A los dos meses me llamaron de la empresa para que volviera y les dije que era capaz de sacarme la vida adelante sin ellos. Además, les dije que, si quería que jugara para ellos, debían pagarme 50 duros más. Si hasta entonces ganaba 2.000 pesetas, pasé a ganar 3.000», rememoró en una entrevista concedida a este diario al compañero Asier Aiestaran desde su atalaya de Donostia, donde ha pasado sus últimos años de vida.

 

«El técnico de un taller con 40 obreros; contra uno, contra tres»

Desde que a primera hora del día transcendiera la noticia del fallecimiento de Miguel Gallastegi, fueron innumerables las muestras de cariño hacia el pelotari. Ayuntamientos como el de Eibar, el equipo de fútbol de su pueblo, Aspe... recordaron la figura del zaguero eibartarra, que estuvo muy presente en el festival manista de la jornada que, curiosidades de la vida, tuvo lugar en el Municipal de Bergara, donde se caló su primera txapela Manomanista tras batir a Atano III por 22-6, poniendo fin al reinado del azkoitiarra, que mantuvo el título durante 22 años consecutivos.

Ligado invitablemente a Eibar y al Astelena, «el mejor frontón del mundo» según Gallastegi, lugar en el que pegó sus primeros pelotazos en los convulsos primeros años del siglo XX, su muerte fue especialmente llorada en la localidad de Debabarrena. Isabel Vidarte elogió ayer la figura de su paisano, con el que tuvo el placer de compartir muchos momentos para completar su libro sobre el centenario del Astelena. Recordó una frase que se le quedó grabada. «Desde niño había nacido para la pelota. Y por eso me dediqué a ello de lleno. Me preparaba y me cuidaba, entrenaba, viví para la pelota. Mientras jugué, fui como el técnico de un taller con 40 obreros: un día jugaba contra uno, otro contra tres, aquí y allá, lo que fuera».

Algo más íntimo para la familia es el recuerdo de los primeros pasos de Miguel Gallastegi en esto de la pelota. «El propio Miguel me contó que, siendo muy joven, tendría unos diez u once años, su madre le llevó por sorpresa al frontón Astelena. Al ver a los pelotaris en la cancha pensó con toda claridad ‘quiero eso, es lo mío’. Y le preguntó: ‘Ama, ¿quién es el dueño de esto?’. Su madre le señaló a Enrique. Vidarte. ‘Pues habla con él porque quiero empezar a jugar’. Y así fue. Enrique Vidarte, mi abuelo, intuyó desde el principio que Miguel sería figura y futuro campeón; confió en él. Aunque no pudo ser testigo de su triunfo», recuerda en un post del blog pelotamano.com.

Por edad, resulta imposible recoger testimonio de pelotaris coetáneos, pero Radio Euskadi habló ayer con Mikel Larrañaga, aficionado eibartarra muy vinculado al deporte de la villa armera, que fue «de los privilegiados de los que tuve la suerte de ver jugar a Miguel. Era un supermán, un titán... la fuerza de Miguel era increíble. Con la competitividad y la vitalidad que tenía era absolutamente imparable». Puestos a destacar alguna de sus posturas, alabó «el ‘besagain’ que tenía, el pelotazo de izquierda era increíble».

Pero la pelota ha sido uno de los ejes más importantes de su vida y el abandono de la práctica profesional no lo ha separado de los frontones, ya fuera para presenciar partidos profesionales o como lugar para el recogimiento como el coqueto frontón de Aiete en Donostia que tanto visitó y que hoy lleva su nombre. El salto generacional no ha sido tampoco obstáculo para congeniar con pelotaris más actuales como Juan Martínez de Irujo. El de Ibero lo recuerda como «una persona muy campechana, muy abierta. Siempre estaba en el frontón y ha sido una persona muy cercana a los pelotaris. Yo le he tenido y le tengo un respeto grandísimo».

Mañana, su imagen será más grande en la contracancha del Astelena.J.O.