Cuando Jaiki Hadi comenzó su labor hace una década, constató nueve casos de enfermedades graves e incurables entre un colectivo de entonces 765 personas. Ahora son en total bastante menos de la mitad (264), pero los casos de dolencias de este tipo se han disparado hasta 21, por circunstancias como el aumento de edad y los largos cautiverios. En la comparecencia de hoy en que ha hecho balance de la situación, esta asociación ha subrayado que «la cárcel se ha convertido en una suerte de trampa moral para estas personas, y ya es hora de terminar con situaciones tan crueles».
A día de hoy, Jaiki Hadi contabiliza 21 presos y presas con enfermedades graves e incurables; 15 están en la lista pública y 6 prefieren reservar su anonimato por el momento. De la no pública a la pública ha pasado el caso de Kepa Arronategi, con una enfermedad síquica grave, después de que fueran las propias autoridades españolas la que revelaran su situación con motivo de su traslado a Zuera, vulnerando su derecho a la confidencialidad. En esta lista entran también Gurutz Maiza, etxarriarra de 69 años con diversas patologías graves, y Joseba Erostegi (Antzuola, 66 años), también con diferentes dolencias muy importantes.
Se suman a los casos ya conocidos de Txus Martin, Josetxo Arizkuren, Gari Arruarte, Iñaki Etxeberria, Aitzol Gogorza, Ibon Iparragirre, Ibon Fernández Iradi, Jagoba Codó, Gorka Fraile, Joseba Borde, Mikel Arrieta y Mikel Otegi. Pero hay media docena más sin nombre, pero con problemas igualmente muy graves: cáncer de próstata, espondilitis anquilosante, tumor en los testículos, depresión grave... Estos seis últimos tienen entre 40 y 61 años y la mayoría llevan entre rejas ya casi 20 años.
Fernando Arburua, Mati Iturralde y Oihana Barrios han hecho hincapié en que «nos preocupan sobremanera los casos de enfermedades síquicas, por su carácter destructivo de la mente y los cambios irreversibles que generan en el comportamiento de estas personas». El recién concluido 2018 ha traído el suicidio en Puerto de Xabier Rey, que confirmó las dificultades para diagnosticar estas situaciones por el alejamiento, el aislamiento y a menudo la falta de un control médico riguroso dentro de la prisión. También está sobre la mesa el caso de Kepa del Hoyo, fallecido en julio de 2017 en Badajoz y que según se ha constatado ahora analizando los informes médicos de días precedentes fue producto de un infarto anterior no diagnosticado correctamente en la cárcel. Su familia ha presentado una demanda.
«No nos cansaremos de emplazar a los responsables a que pongan fin de una vez por todas a tanto sufrimiento inútil –afirma Jaiki Hadi–. Estas personas tienen que estar en la calle, sin ningún tipo de condiciones. La cárcel se ha convertido en una suerte de trampa mortal para estas personas y ya es hora de terminar con situaciones tan crueles. Es en la calle, en su entorno y en condiciones sanitarias adecuadas donde deberían estar sin pérdida de tiempo».