No sabemos cuándo será los comicios, pero es bastante probable que la campaña electoral, ya la lanzada, suba un escalón más hoy en el Supremo, donde llega el turno de las acusaciones en las cuestiones previas. Además de la Fiscalía y la Abogacía del Estado, consta también como acusación popular, el partido de extrema derecha Vox. Que no se olvide. Hoy tomará la palabra en el salón de plenos su secretario general, Francisco Javier Ortega Smith, que ejerce de abogado.
No es algo fácil explicar que un partido ultra esté personado en la causa. El propio Tribunal Supremo lo sabe y, en la «Guía para medios de comunicación» que ha repartido a los periodistas acreditados en el juicio no se menciona la filiación política de los abogados de la acusación popular. Hay olvidos que claman al cielo.
Sin embargo, y más allá de la evidente politización del proceso que conlleva la presencia de Vox, su participación en todas las actuaciones judiciales desde inicio ha tenido ventajas evidentes para el Estado en su batalla contra el independentismo catalán.
Para empezar, suya fue la querella que –rechazada en primera instancia por el Tribunal Superior de Justicia de Catalunya (TSJC)– permitió al juzgado de instrucción número 13 de Barcelona investigar indiscriminada y secretamente a todo el independentismo. En cuanto al juicio iniciado ayer en el Tribunal Supremo, las ventajas también son evidentes en un primer inicio: los 25 años que la Fiscalía pide para Oriol Junqueras son una minucia que parece incluso razonable si los comparamos con los 74 que reclama Vox.
Está todavía por ver si hoy escucharemos finalmente declarar a Junqueras o no –el tribunal podría dejarlo para mañana si las cuestiones previas se alargan–, pero antes de eso será importante ver las diferencias que haya o no haya entre las intervenciones de la Fiscalía y Vox.
«Pon un ultra en tu vida y siempre podrás parecer razonable», podría ser la máxima de la Fiscalía. Que tenga cuidado, si el marco narrativo compartido es el de Vox, serán ellos los que parecerán razonables. Se lo pueden preguntar a Casado o Rivera, que llevan semanas bailando al son de Vox.