Catalunya planta al Estado con un mensaje: «Nos juzgan a todos»
LA HUELGA GENERAL IMPULSADA POR LA INTERSINDICAL-CSC SE CONVIRTIÓ EN UNA GRAN MOVILIZACIÓN POR LOS DERECHOS CIVILES Y POLÍTICOS EN CATALUNYA. LA JORNADA, SÓLO EMPAñADA POR CARGAS DE LOS MOSSOS, SE SOLAPÓ CON EL INICIO DE LAS DECLARACIONES DE LOS LÍDERES SOCIALES EN EL SUPREMO. QUIENES PARARON TAMBIÉN SE SIENTEN EN EL BANQUILLO.
Cruce de la calle Diputació con Pau Claris, a cien metros de plaza de Catalunya, epicentro de Barcelona. Ante una pantalla gigante colocada por Òmnium Cultural, que en este tramo tiene su sede, centenares de personas esperan en silencio el interrogatorio a que se tiene que enfrentar Jordi Cuixart, presidente de la entidad procesado por unos presuntos delitos de rebelión y sedición a raíz de las movilizaciones previas al referéndum del 1 de octubre de 2017. De momento es el turno de Jordi Sànchez, expresidente de la Asamblea Nacional Catalana (ANC), también procesado en la misma causa que se desarrolla en el Supremo. Finalmente, a última hora de la tarde, el presidente del tribunal Manuel Marchena anuncia que Cuixart será interrogado el próximo martes junto a Carme Forcadell, expresidenta del Parlament y también exdirigente de la ANC.
La coincidencia con estos interrogatorios elevó la carga política de la huelga de ayer, que pese a no afectar el conjunto de sectores productivos y de servicios, visualizó nuevamente la fortaleza de la sociedad civil catalana para responder al embate que padece por parte del Estado. Según la Intersindical-CSC, sindicato convocante, el seguimiento se concentró especialmente en las universidades y en el transporte de la Área Metropolitana de Barcelona, dónde la incidencia llegó al 70%, mientras que en el comercio y la función pública apenas rondó el 20%. Aun así, el paro de ayer constituye el más relevante de los últimos diez años en Catalunya.
La jornada arrancó todavía sin luz diurna. Afloraba en las redes sociales la famosa cita que el poeta Joan Margarit escribió en una de sus antologías: “La libertad es cuando empieza el alba en un día de huelga general”. Eran las 6 de la mañana y algunos Comités de Defensa de la República (CDR) ya empezaban a cortar diversos tramos de la autopista AP-7, mientras otros distribuían en los accesos a transportes y grandes empresas octavillas que invitaban a «atajar la anomalía que supone la vulneración de derechos a la disidencia política» y a «frenar la economía delante de un Estado que nos asfixia cada día».
A medida que el amanecer permitía abrir el foco, se iba corroborando el éxito parcial de la huelga, pues a las 9 de la mañana Protección Civil ya elevaba a diez las vías con el tránsito interrumpido, un porcentaje que aumentó en la hora punta y que después se mantuvo hasta la tarde. Las estampas recogidas aquí y allí también daban fe de una distopía cada vez más habitual en este tipo de convocatorias: grandes almacenes a pleno rendimiento al mismo tiempo que un sinfín de comercios, sobre todo de pequeñas y medianas poblaciones, aparecían cerrados a cal y canto en señal de apoyo a la reivindicación.
Cada sector, su aportación
A todo esto se iban sumando actos y protestas de diferente tipología. Cada cual aportó lo suyo: una columna de tractores aparcada a la rambla de Figueres, 500 jóvenes acampados en las vías del AVE en Girona, 5.000 personas reunidas ante el Ayuntamiento de Igualada, centenares paralizando el Puerto de Tarragona, un millar saliendo del rectorado de la Universidad de Lleida tras la pancarta “Contra el juicio farsa”, marchas a pie en Berga, Manresa, Lleida, Vilafranca y Mataró, o concentraciones sin precedentes en ciudades como Girona, Tortosa, Tarragona o Vilanova i la Geltrú, donde en la mayoría de los congregados siguieron la consigna ‘‘Lo volveríamos a hacer. Por los derechos sociales, civiles y políticos, ¡autodeterminación!”.
Son retazos de una jornada con la cual el independentismo y decenas de colectivos y organizaciones sociales quisieron recuperar la unidad generada en torno al 1 de octubre y al posterior «paro de país» (el día 3) que tuvo lugar como reacción a la violencia policial.
Superando todos los golpes
En la huelga de ayer tampoco faltaron momentos que ponen en entredicho el papel de la Policía catalana en estas convocatorias. Una vez más, agentes de la Brimo, la unidad especial antidisturbios, cargaron contra las personas que participaban en las protestas, con el resultado de una veintena de heridos y numerosas identificaciones que se prolongaron todo el día.
Los antidisturbios se mostraron especialmente hostiles con los piquetes que durante la mañana cortaron la autopista A-27 a la altura de Tarragona, la A-2 a su paso por Tàrrega, la C-58 próxima a Terrassa o la C-25, cercana a Vic. Pero también en Barcelona impidieron de forma expeditiva el avance de los universitarios que participaban en la marcha de Estudiantes per la República, muchos de los cuales intentaron cortar las vías de la estación de cercanías de Plaza de Catalunya.
Como ha pasado en otras fechas, la actuación de los Mossos mereció el reproche de la plataforma Mossos per la República, así como del CDR-Catalunya, los sindicatos CGT o USTEC o la CUP. Colectivos y fuerza política para los cuales las cargas parecen obedecer a un «155 encubierto» cuyo alcance aún no se ha desvelado.
En general, la huelga recordó a la movilización del 3 de octubre de 2017, una jornada reactiva ante la brutalidad policial registrada durante las primeras horas del referéndum. Desde entonces, el soberanismo ha focalizado su estrategia en metabolizar estas heridas y el desconcierto que supuso la ofensiva judicial y una declaración de independencia que, a todas luces, no ha tenido ningún efecto práctico.
Este cumulo de sensaciones planeaban ayer en las movilizaciones, con una gran diferencia: el independentismo ha recuperado la fuerza para encarar el presente y el futuro más inmediato. Así se deduce de los mensajes lanzados al finalizar las multitudinarias marchas que, como colofón de la huelga, llenaron el centro de Barcelona y otras ciudades cuando la luz ya se escondía tras el horizonte. No es sólo la voluntad de transformar el juicio del Supremo en un bumerán contra el Estado, sino también la necesidad de retomar la iniciativa para ensanchar las bases a favor de la autodeterminación. Porque, como alguien ha repetido estos días, «el mundo nos mira» y hay que aprovechar esta encrucijada histórica.