Tanto en la tumba del poeta Antonio Machado en Collioure como en las playas de Argelès, Pedro Sánchez ha tenido que escuchar lemas en favor de los líderes catalanes presos, gritos de «fascistas» y reivindicación de independencia, lo que ha aguado una jornada a la que el mandatario español quería dar relevancia. El mensaje principal, expuesto en las playas en las que malvivieron miles de exiliados del franquismo hace 80 años, era pedir perdón a aquellas víctimas en nombre del Estado.

Se calcula que fueron casi medio millón de personas las que cruzaron aquellas fronteras huyendo del franquismo (entre ellas el president catalán, Lluís Companys, acompañado por el lehendakari, José Antonio Agirre, escena que revivieron el viernes Quim Torra y Juan José Ibarretxe). Sánchez ha dicho que la petición de perdón llega «tarde, muy tarde» pero se realiza «con orgullo».

Su intervención se ha producido entre proclamas y símbolos independentistas, y también silbidos que han hecho difícil seguir su discurso. Familiares de exiliados del franquismo han respondido indignados a los activistas catalanes, algunos de ellos con gritos de «Viva España». A la salida, la escritora madrileña Almudena Grandes ha lamentado que hayan sido señaladas como «fascistas» personas con trayectoria antifranquista.

Ya por la mañana, cuando Sánchez ha visitado las tumbas del expresidente de la III República Manuel Azaña y el poeta Antonio Machado, se ha topado con protestas catalanas. En Collioure, en concreto, unas 250 personas han coreado gritos como ‘‘Ni Francia, ni España, Països Catalans’’, ‘‘Llibertat presos politics’’, ‘‘Este juicio es una farsa’’o ‘‘Fuera fuerzas de ocupación’’, además del lema ‘‘República es libertad’’ y el canto de ‘‘Els segadors’’.

El juicio a los líderes catalanes que se celebra en el Tribunal Supremo se reanuda el martes con la declaración de los últimos acusados: Jordi Cuixart y Carme Forcadell. Luego se abre el turno de testigos, en el que declararán entre otros muchos Mariano Rajoy, presidente español el 1-O, e Iñigo Urkullu, que intentó desactivar la proclamación de la República el 26-O.