Acorde al reto, Jagoba Arrasate ha sacado su equipo de gala, para un partido que se ha ido caldeando a medida que han transcurrido los minutos, en un claro síntoma de que lo acontecido en el encuentro de la primera vuelta no estaba para nada olvidado. La escuadra navarra ha salido con la clara intención de imponer su ritmo más pausado, pero también más predecible. Como ocurriese en el estadio de Gran Canaria, el conjunto rojillo tocaba, pero no llegaba a los dominios de la meta contraria.
No ha tardado mucho en llegar el sopapo a la estrategia osasunista. En una jugada nacida de la confusión entre árbitro y juez de línea por un saque de banda –sorprendentemente se ha impuesto el criterio de este último– ha llegado el 1-0 de Adrián tras asistencia desde la derecha de Blanco Leschuk, ante la descolocada línea defensiva visitante.
La peor de las noticias llegaba a solo un cuarto de hora de inicio del choque. Si ya era complicado asaltar La Rosaleda, permitirle al Málaga ponerse por delante en el electrónico, con su particular estilo de juego, complicaba todavía más las cosas. Ello facilitaba el fútbol malacitano, intenso en los duelos –se llevaba casi todos– y bien posicionado sobre el césped, sin permitir el mínimo hueco ni alegría, para este último caso siempre quedaba el recurso de la falta.
Como ya había avisado el técnico rojillo, el rival minimizaba a los futbolistas más talentosos de Osasuna. Fran Mérida no encontraba ni a Roberto Torres ni a Rubén García, pese a los esfuerzos del valenciano por moverse entre líneas y solo cabalgadas esporádicas de Rober Ibáñez rompían las férreas líneas andaluzas, lo que le llevaba a sufrir en propias carnes más de una patada por su atrevimiento.
Alcanzada la primera media hora, han comenzado a vislumbrarse los primeros indicios de que el partido iba a ser caliente. No había excesivos miramientos en las entradas, los careos mutuos se prodigaban y las quejas hacia el trencilla eran continuas. Las tarjetas han salido a relucir y el encuentro se ha ido enmarañando, una circunstancia que no favorecía a los intereses rojillos.
La situación ha podido ser peor, de no mediar el egoísmo de Ontiveros y Santos. El primero, auténtica pesadilla para Nacho Vidal, se ha sacado un lance individual desde el flanco izquierdo que ha querido culminar cuando tenía compañeros mejor posicionados. Lo mismo le ha sucedido al segundo, que ha echado el balón fuera al filo del descanso. Todavía ha habido tiempo para una tumultuosa tangana antes de marcharse ambos equipos a vestuarios.
Segunda parte de revolcón
No ha podido iniciarse de mejor manera la segunda parte. El cuadro rojillo ha sorprendido a su adversario a la contra gracias a la calidad y la velocidad de Rober Ibáñez, que ha sido quien ha dado un magistral pase al espacio, y Rubén García, que no ha perdido su ventaja sobre la defensa boquerona, llevando el cuero pegado a su pie izquierdo para engañar en el golpeo a un Munir vendido en el uno contra uno.
El empate les ha sentado fenomenal a los pupilos de Arrasate, que ha tenido en los instantes posteriores sus mejores minutos, pero el Málaga pronto ha querido recuperar las riendas. A Osasuna le ha tocado entonces correr y defenderse con orden, esperando esa pérdida que pudiese voltear el envite del lado navarro.
Faltaba la contribución de Juan Villar, que ha llegado a falta de un cuarto de hora para el final. El onubense ha colocado junto al poste una magnífica asistencia de Iñigo Pérez y ha tenido hasta en dos claros lances la oportunidad de cerrar el choque, evitado por las buenas intervenciones de Munir. La piña rojilla final ha dejado bien a las claras la tremenda importancia de los puntos.