Daniel GALVALIZI

Estado: PP y Podemos, a frenar la caída del 28A

Más de 8.000 ayuntamientos y doce comunidades autónomas elegirán autoridades el próximo domingo en el total del Estado. El PSOE se juega a ratificar su nueva posición de fuerza mientras sus aliados morados tienen difícil mantener los ayuntamientos del cambio. El varapalo popular, listo para un segundo round.

Por primera vez desde el fin del franquismo, toda la ciudadanía del Estado ha sido convocada a las urnas con tan solo cuatro semanas de diferencia. En esta especie de campaña sine die, la sensación es que las elecciones son un ballotage de las generales en las que se refrendará el liderazgo de Pedro Sánchez y el freno a la extrema derecha. Salvo que haya sorpresas, especialmente de la mano de la participación.

Y es que los resultados del 28 de abril estuvieron empujados en el Estado por una persistente campaña del miedo desde el PSOE para frenar una posible reedición en Moncloa del Pacto de San Telmo (la entente andaluza de PP, Ciudadanos y Vox). La participación electoral subió seis puntos –casi diez si se considera el voto desde el extranjero– y fue la más alta en lo que va de este siglo. Nada parecería indicar que esa afluencia de votantes vaya a repetirse el cuarto domingo de mayo. Esa incidencia de votos en el total favoreció a la izquierda y una merma de ellos elevaría la ponderación de lo obtenido por las derechas sobre el total.

Tampoco es un dato desdeñable que casi la mitad de los ciudadanos (23 millones) no están llamados a votar sus autoridades autonómicas. La CAV, Catalunya, Andalucia, Galicia y Valencia son territorios en los que la disputa se juega a nivel municipal –y a lo sumo, con un ojo puesto en las europeas–. Pero también vale este matiz: el 26-M se juega la vida cotidiana de los próximos cuatro años, es decir, las autoridades municipales, el primer eslabón de la cadena de la administración. En 2015 las municipales tuvieron una participación del 68%, casi 8% menos que hace tres semanas.

Sea como sea, los más interesados en que haya un vuelco de tendencia son quienes mayor sangría de votos sufrieron: el PP y Unidas Podemos. Los primeros temen perder bastiones autonómicos y los segundos sus denominados ayuntamientos del cambio.

Un mapa con nuevos colores

La ilustración del día después de las elecciones de 2015 mostraba un mapa en donde predominaba el azul. El PP perdía fuerza con respecto al 2011 pero se mantenía dominante. En aquella jornada, la noticia era que los «populares» no podrían gobernar en el País Valenciá y tampoco en el Ayuntamiento de Madrid, dos símbolos de su poder en los que seguían siendo la primera fuerza pero no podrían formar mayorías, como UPN en Nafarroa en 2015.

El contexto hoy es muy diferente. Los conservadores vienen de obtener su peor resultado de la historia, un descalabro que los hizo perder la mitad de sus escaños en el Congreso y pasar de tener la mayoría absoluta en el Senado a ser la primera minoría de la oposición. Su esperanza es que el crecimiento de Ciudadanos y la irrupción de Vox se hagan menos visibles en unas elecciones con otro sistema electoral (menos división por circunscripciones, básicamente).

Como explica a GARA una fuente del PP con acceso al partido y al grupo parlamentario, después del varapalo sufrido por Pablo Casado, «el poder no está tanto en Génova sino en los bastiones autonómicos, en los barones».

Históricamente, los reductos de poder territorial y simbólico del PP fueron Madrid, el País Valenciá y Galicia. En esta coyuntura, «de lo que se trata es de que el PP no pierda más poder autonómico. El objetivo es conservar señas de identidad, por eso la batalla principal está en Madrid, porque la predominancia en Galicia no está en duda»

¿Qué pueden perder los «populares»? Además de su joya, Madrid (en la que el último CIS otorga una probable mayoría de un tripartito de izquierdas), tienen serios riesgos de que se les escapen Castilla y León y Murcia. En el primer caso, tendrían una caída de hasta catorce escaños. Ciudadanos crecería ocho y Vox obtendría solamente uno, y la suma total da a las derechas una exigua mayoría absoluta solo si se cumplen las mejores proyecciones. Las elecciones las ganaría por lejos el PSOE aunque no sería factible un gobierno de izquierdas por el descenso de Podemos. La llave la tendrán los naranjas.

En la región murciana se evidencia de forma brutal la sangría del PP por culpa de la extrema derecha: Vox sumaría cinco escaños, Ciudadanos doblaría de cuatro a ocho y los de Casado podrían perder hasta una decena. En esta comunidad autónoma, Podemos e Izquierda Unida no acordaron una confluencia, por lo que el triunfo casi descontado del PSOE (por escaso margen) lo llevaría a sumar una mayoría absoluta en un tripartito.

Desde Génova prenden una vela a las provincias manchegas: y es que allí si bien el PP dejará de ser la fuerza más votada, podría arrebatar la Junta a la coalición PSOE-Podemos si la mejor proyección del CIS se cumple. Muchos creen que el verdadero anhelo del barón local del PSOE, Emiliano García-Page, es alcanzar los 17 escaños por sí solo y gobernar en solitario. Los sondeos le dan esa esperanza.

Castilla-La Mancha no es el único caso en que el PP ganó pero debió conformarse con que el PSOE sea el que junte los votos para investirse. También ocurrió lo mismo en Baleares, Aragón y Cantabria. La novedad será que ahora ya ni siquiera obtendrá el primer puesto. Sin embargo, la fragmentación le puede permitir sumar mayorías. Es por ello que desde Génova admiten que el leitmotiv basado en que «debe gobernar siempre la lista más votada» ha pasado a retiro. «El PP siempre defendió esa idea porque muchas veces la única opción que tenían sus rivales de ganarle los Ejecutivos era sumando minorías. Ahora deberá hacer eso que criticaba pero es positivo, porque también demuestra que ahora hay otros partidos sin miedo a pactar con el PP, cuando antes pasaba lo contrario» explican.

Finalmente, en Extremadura no hay dudas que el PSOE revalidará el mando y con creces, mientras que en La Rioja el PP pierde fuelle pero podrá gobernar con alianzas. Canarias y Cantabria seguirán en manos regionalistas.

Podemos, protagonista en locales

La batalla municipal también puede traer varios cambios al mapa actual y tiene como actor principal a Unidas Podemos y sus confluencias, ya que en las cuatro ciudades más grandes del Estado (Madrid, Barcelona, Valencia y Sevilla) gobiernan ellos o son socios legislativos.

La tendencia del 28-A se repite según el CIS: no hay ciudad en la que el PSOE no crezca con fuerza y el PP no descienda en intención de voto. Ciudadanos también sigue al alza y la irrupción de Vox se da en casi todas las capitales menos en las vascas. Pero quien más pone en juego su poder municipal es sin duda el PP: con 22.744 concejales y 3.422 alcaldes en todo el Estado (en su enorme mayoría ciudades de menos de 200.000 habitantes), es la formación con mayor implantación territorial. O lo era hasta ahora.

En Madrid, la crisis de la izquierda con tintes de culebrón ha llevado a que la marca Podemos no exista y los morados apoyen a dos candidaturas: la de la segura ganadora del comicio, Manuela Carmena, y la de Carlos Sánchez Mato (IU). En cuanto a Barcelona, los comuns de Ada Colau pelearán voto a voto con Esquerra Republicana.

Hace cuatro años, las confluencias del incipiente Podemos –que se llamaban Ahora, En Común o Gana, acompañados por el nombre de la ciudad– fueron candidaturas de «unidad popular» como las denominan, no respondían a la autoridad orgánica morada. Es en esta elección en la que el partido de Pablo Iglesias se juega su marca electoral a nivel municipal.

Los ayuntamientos del cambio, es decir, en los que aquellas confluencias lograron formar gobierno (casi siempre con apoyo del PSOE), también incluyen a Zaragoza, A Coruña, Cádiz, Ferrol y Santiago de Compostela, y todos presentan según el CIS un panorama político cambiante.

La capital del País Valenciá «es un caso especial», explica una fuente de la secretaría de Organización morada, porque «suele ponerse como ejemplo de ciudad del cambio pero en realidad la gestiona Compromís» Los valencianistas liderados por Joan Ribó serán la fuerza más votada, seguidos muy de cerca por el PSOE, y podrían formar gobierno incluso sin la asistencia de Podemos.

Por su parte, la capital andaluza se encamina a reelegir a su alcalde socialista, Juan Espadas, y los sevillanos le otorgarían hasta cuatro concejales más, con un Podemos fortalecido gracias al acuerdo con Izquierda Unida. En la cercana Cádiz, el morado Kichi González podría renovar su puesto de alcalde –ha ampliado la confluencia al alcanzar un acuerdo con IU–, aunque le pisa bastante los talones el crecimiento del PSOE.

Las izquierdas en Andalucía enfrentan una situación peculiar. No sólo todavía están en proceso de digerir su caída frente al tripartito de las derechas, sino que, en el caso del PSOE, será la primera vez en cuatro décadas que haga campaña municipal sin gobernar la Junta. Por el lado de Podemos, la marca Adelante Andalucía que lidera Teresa Rodríguez –enfrentada a la dirección estatal– puede salir fortalecida del acuerdo con Izquierda Unida, un partido con fuerte peso territorial en la comunidad autónoma más grande del Estado.

En donde no hay muchas esperanzas para un cambio de mandos progresista es en Málaga, la quinta ciudad del Estado y en la que el PP gobierna hace 19 años con Francisco de la Torre. Si bien caerá en escaños y votos, la suma del tripartito de derechas los mantendría en el poder, salvo que el crecimiento socialista dé un tirón sobre el final y Adelante Málaga (Podemos) resista la sangría.

Yendo hacia los Pirineos, la capital aragonesa se lleva junto a Madrid el premio al mayor conflicto fratricida entre las izquierdas, o «vodevil», como lo llamó el líder de Podemos Aragón, Nacho Escartín. El Ayuntamiento lo gobierna Zaragoza en Común desde 2015, pero ahora esa fuerza no quiso alcanzar un acuerdo con los morados, que ya tienen su estructura montada y buscaban renovar la confluencia.

«Ninguna de las partes ha querido negociar», relata una fuente cercana a Escartín, y señala que ZEC ahora es «un esqueleto de ballena, sin las fuerzas que llevaron al triunfo». El alcalde Pedro Santisteve se ha quedado en su entorno con sólo algunos críticos de las estatales de Podemos e IU y, por la fragmentación, perderá su cargo porque el PSOE lidera las encuestas, casi empatado con el PP, que igualmente queda lejos de la mayoría aunque sume a Ciudadanos (Vox no conseguiría edil). Por lo tanto, la capital de Aragón quedará, seguramente, en manos progresistas.

La estabilidad que muestra Palma de Mallorca –que renovará el gobierno progresista con PSOE, Més y Podemos– no la exhiben los ayuntamientos del cambio de A Coruña y Santiago: el divorcio de Anova, Podemos Galicia y Esquerda Unida con En Marea erosiona las posibilidades de renovar, provocan una fragmentación del voto, y sirven en bandeja las alcaldías al PSOE, que será la fuerza más votada en ambas ciudades, así como en Vigo.

Nuevo mapa para triple negociación

Salvo que los debates o algún giro inesperado de la campaña provoque un cambio de tendencia, el Estado amanecerá el 27 de mayo con un mapa que ratifica la foto de abril: un PSOE consolidado y dos bloques claros –excepto en Euskal Herria y Catalunya por obvias razones– que pugnarán entre sí por sumar para las investiduras, con la novedad de Vox en escena y de un PP en retroceso generalizado.

Y ese lunes será, además, la campanada de salida para las negociaciones a tres bandas (Estado, autonomías y municipios) que marcarán a fuego los próximos cuatro años.