El techo de cristal para las mujeres también es una realidad en el fútbol femenino. Las fichas crecen exponencialmente pero la progresión es muy inferior fuera del rectángulo de juego. La presencia de mujeres en banquillos, servicios médicos, despachos o arbitraje sobrepasa a duras penas, cuando lo hace, la categoría de testimonial.
Ni siquiera el Mundial resulta excepcional. De las 24 selecciones que competirán desde el próximo viernes en Francia, sólo nueve tienen a una mujer al frente. Curiosamente, o no, son mayoría entre las candidatas a levantar la Copa en Lyon. Y todas, sin excepción, tienen grandes logros de los que presumir.
Empezando por Jill Ellis. A los 34 años empezó a trabajar en categorías inferiores para la Federación, en la que fue subiendo peldaños y acumulando triunfos. En 2014 se hizo cargo del equipo –al que dirigirá al menos hasta Tokyo– con un éxito rotundo: un año más tarde, Estados Unidos celebraba su tercer Mundial, tras haberse quedado con las ganas en las tres citas previas. Con el lunar de Rio, el equipo de Ellis ha ganado todo lo que ha disputado, un Mundial, un preolímpico y dos premundiales. Llega a Francia con ganas de prolongar la racha y con las quinielas a su favor.
Pese a encontrarse en el momento opuesto –su única alegría en los seis últimos años fue el oro olímpico de Rio–, Alemania comparte candidatura. También con una mujer con un extraordinario curriculum al frente. Como jugadora, Martina Voss Tecklenburg ganó Ligas, Copas y Eurocopas. Como entrenadora, añadió un par de Copas y una Champions. Como seleccinadora, llevó a Suiza a su primer Mundial y a su primera Eurocopa. Desde enero en Alemania, ahora buscará el tercer cetro mundial para su país.
Peleará por el segundo Japón, dirigida Asako Takakura, que en 2016 se convertía en la primera mujer en ocupar el puesto. Tras una carrera repleta de éxitos en categorías inferiores –en seis ocasiones mejor entrenadora del año de la Confederación Asiática–, en su primer gran torneo con la absoluta, la Copa Asiática, reeditó el título.
También tiene de qué presumir Sarina Wiegman. En 2017, sólo ocho meses después de llegar al cargo, llevaba a Holanda a conquistar la primera Eurocopa de su historia. En la fase de clasificación para este Mundial no le fue tan bien pero se cuenta entre las aspirantes al título.
Como Francia, aunque sólo sea por su condición de anfitriona. La responsabilidad le corresponde a Corinne Diacre, que llegó al banquillo en 2017 tras el fiasco de la Eurocopa y con la vitola de pionera: tres años antes se había convertido en la primera mujer en dirigir a un equipo profesional masculino en su país, el Clermont Ferrand de Segunda. Una experiencia similar a la de Shelley Kerr, que ese mismo año se convertía en la primera mujer en entrenar a un equipo masculino senior en toda Gran Bretaña, aunque fuera en la modesta Lowland League escocesa. En 2017 tomó el testigo de Anna Signeul al frente de Escocia, a la que ha clasificado para el Mundial por primera vez en su historia.
Un logro del que también puede presumir Nuengrutai Srathonguian. La primera seleccionadora de Tailanda fue también la primera que llevó a su selección a un Mundial, Canadá 2015. Ahora repite. Otra debutante en el torneo, Sudáfrica, también lo ha conseguido con una entrenadora al frente, Desirée Ellis.
La lista de seleccionadoras en el Mundial la cierra Milena Bertolini. Tras acumular títulos con sus clubes (tres Ligas, tres Copas y cuatro Supercopas), desde 2017 dirige a Italia, a la que ha devuelto al Mundial tras veinte años de ausencia.