El juicio contra el independentismo catalán está a punto de quedar visto para sentencia. Entre hoy y mañana, las defensas presentarán sus informes finales, tras lo cual, mañana o el jueves, los acusados tendrán la oportunidad de ejercer su derecho a la última palabra.
El primero en presentar sus conclusiones ha sido Andreu Van den Eynde, ya que es el abogado del acusado con la solicitud fiscal más alta, Oriol Junqueras (25 años de cárcel). Como también es el defensor de Raül Romeva, ha tenido dos horas para presentar su informe –los abogados tienen una hora por cada defendido–, aunque le ha bastado hora y media.
Van den Eynde ha combinado la defensa técnica –tratando de desmontar las acusaciones de rebelión y sedición– con la reivindicación política, sobre todo al final, cuando ha emplazado al tribunal a aprovechar la sentencia para devolver la pelota a la política.
«Estamos ahí, con la mano tendida, para solucionar este conflicto», ha concluido Van den Eynde, canalizando a través de su informe final el mensaje de Junqueras y Romeva.
Más que absolución… desobediencia
Para cargar contra la acusación de rebelión, Van den Eynde ha negado la mayor, es decir, ha descartado por completo la existencia de la violencia indispensable para justificar el tipo penal. «Se han elevado a categoría incidentes concretos y aislados», ha señalando, recordando que el 1-O votaron, sin mayores incidentes que los generados por las cargas policiales, más de dos millones de personas.
«Un alzamiento debe ser armado, el delito de rebelión debe ser militarizado», ha apuntado un Van den Eynde, que también ha señalado que «la gente no salió a la calle a derrotar al Estado, un día (20S) salió para protestar y otro (1-O) para votar. ¡Eso son derechos!».
La «desafección e indignación no son violencia, no existe la violencia ambiental», ha insistido el letrado de los acusados de ERC, que también ha recordado que el delito de sedición requiere esa violencia que no se dio.
Por todo ello, ha considerado que «se está confundiendo la desobediencia con la rebelión» y la sedición. «La gente va a votar, la Policía se presenta y les dice que no pueden. Y la gente responde que sí, que van a votar. ¿Eso es sedición? Eso es una desobediencia de toda la vida», ha apuntado en otro momento.
Derechos fundamentales
Tras pasar brevemente por otros delitos que se les imputan, como el de malversación de caudales públicos (insistirán en ello otros abogados), Van den Eynde ha dedicado el final de su intervención a enmarcar lo ocurrido en otoño de 2017 en el ejercicio de derechos fundamentales como el de autodeterminación, protesta, expresión y libertad ideológica.
Se trata de un marco que sirve tanto para enmendar las acusaciones como para preparar el terreno de cara a futuros litigios en el Tribunal Europeo de Derechos Humanos (TEDH), donde las defensas aspiran a que los magistrados entren en el fondo de la cuestión.
Faulkner y José Luis Cuerda entran en el Supremo
Tras Van den Eynde ha llegado el turno del abogado de Joaquim Forn, Xavier Melero, que se ha centrado en la actuación policial, tanto de Mossos como de Guardia Civil y Policía española, con el objetivo de desmontar la ecuación según la cual todas las decisiones de la Generalitat tenían el respaldo de 17.000 mossos armados.
«No había concierto entre Govern y Mossos», ha apuntado Melero, que ha insistido en que «la Generalitat no tenía capacidad para imponer por la fuerza un nuevo marco normativo».
Melero ha sido incisivo y contundente, tanto a la hora de impugnar y criticar duramente la actuación de la Policía española y la Guardia Civil, como a la hora de echar a la papelera de la historia la declaración de independencia del 27 de octubre. «El 155 funcinó perfectamente», ha asegurado.
«Ningún cuerpo policial cumplió la orden judicial», ha recordado también Melero, subrayando que la Guardia Civil no cerró colegios electorales. También ha lamentado que el tribunal negase el careo entre el teniente coronel de la Guardia Civil Pérez de los Cobos y el segundo de los Mossos, Ferran López, antes de concluir citando la película ‘Amanece que no es poco’ y deseando que, como en el pueblo de José Luis Cuerda, los únicos desórdenes públicos que quepan en el Estado español sean los provocados por plagiar a Faulkner.