¿Cuatro gotas y nos vamos a arrugar?
¿Quién no oyó el sábado reclamar repetidamente agua? Algunos lo niegan. Yo lo escuché. Así, claro, de tanto vocear «¡agua!, ¡agua!», llegó la recompensa. Y nunca estamos contentos.
¿Quién no oyó el sábado reclamar repetidamente agua? Algunos lo niegan. Yo lo escuché. Así, claro, de tanto vocear «¡agua!, ¡agua!», llegó la recompensa. Y como nunca estamos contentos, aquellos que se dedicaron a mojar a todo quisque con las dichosas pistolitas, cuando no la rudimentaria botella, vienen con la monserga de que «vaya rollo que llueva en fiestas». Señores y señoras, ¡que fueron miles las voces que la demandaron insistentemente! Es más, los más jóvenes hasta se arrojaron a la Ría para refrescarse.
Comenzó a llover, que no diluviar, porque somos es un pelín exagerados, y todos a protestar. Preciso: casi todos. Porque las decenas de personas, en su mayoría migrantes africanos, que se buscan la vida vendiendo en las calles, las recorrieron con varios artículos preciados en estas circunstancias. Con lluvia, ¿qué pide el personal? Paraguas y ponchos con los que mojarse lo mínimo. Collares luminosos y otras zaranganzas jaraneras pasaron a segundo plano. Es cuestión de oferta y demanda.
Si normalmente huimos de los vendedores, como ellos de los agentes de la Policía Municipal, los perseguimos para que nos vendan a buen precio «productos de primera necesidad» cuando el simimiri arrecia. Otros, directamente, tienen una buena disculpa para hacer una parada técnica en su particular Aste Nagusia. La verdad es que los excesos del txupin pasan factura y no había más que ver cómo estaban las calles del Casco Viejo en la noche del domingo. Ni con canciones como “Ay Jalisco no te rajes”, interpretada por un conjunto mexicano, se logró evitar la huida de muchos a la piltra tras los fuegos artificiales.
Eso buena parte del personal, porque algunas comparseras y comparseros se las arreglaron para que «cuatro gotas» no fueran un obstáculo en la meta de que la parranda no cese. Un ejemplo fueron los de Txinbotarrak, que ni cortos ni perezosos se agenciaron unas carpas con las que recorrer el recinto festivo con su música. Si hay algo de lo que estamos sobrados en el Botxo, es de ingenio.
Las txosnas con carpa suben enteros con esta meteorología, así que fue difícil hallar hueco para disfrutar de la noche y de la oferta musical variada que se brinda en escenarios referenciales. No siempre voy a meter el dedo en el ojo al Gobierno Aburto con críticas, también he de confesar que me gustan las verbenas en la Circular, un espacio digno, no así que se hayan situado en Ripa unas supuestas txosnas, que solo de ver el ambiente desde el puente del Ayuntamiento eché a correr hacia Txomin Barullo.