Jaime IGLESIAS
MADRID
Interview
JAIONE CAMBORDA
CINEASTA

«Aceptamos mejor la incertidumbre en la vida que en el cine»

Nacida en Donostia en 1983, ha desarrollado toda su trayectoria profesional en Galicia, trabajando como directora de arte en films como «Las altas presiones» o como guionista en «Los fenómenos». Ahora estrena su primera película como directora, «Arima», que le valió el premio a la mejor realización en la sección Las Nuevas Olas del Festival de Cine Europeo de Sevilla.

“Arima”, que también obtuvo el premio a la mejor película de la sección Escáner en el IX Festival Márgenes, es un sugerente cruce de miradas que interpela directamente al espectador cuestionándole sobre la manera en que percibe la realidad y sobre el modo en que los demás nos perciben a nosotros. Una película sensorial que su directora considera accesible rebelándose contra la idea de que se trate de un film críptico.

 

Desde el primer fotograma da la sensación de que «Arima» es una película sobre la mirada, sobre las percepciones. En ese sentido, ese primerísimo plano de un ojo con el que se abre el film y la secuencia posterior con una modelo posando en una clase de pintura suponen toda una declaración de intenciones, ¿no?

Sí, totalmente. Para mí era importante arrancar la película cambiándole la perspectiva al espectador para que, de esta manera, pudiera entrar en el juego que le propongo donde el misterio de la mirada está en el centro del relato. No se trata solo de que el espectador observe, sino de que se sienta observado, de que se vea inmerso en un espacio de abstracción donde se genera un paisaje y donde se le invita a penetrar en las profundidades del mismo.

 

¿Cree que el modo en que observamos y somos percibidos nos define como individuos?

Los personajes femeninos de “Arima” se pasan la película observando y en esa mirada que proyectan hay toda una amalgama de tiempos y de estímulos. En su mirada está su propio pasado pero también están sus deseos, sus anhelos, sus miedos, y eso, qué duda cabe, define su individualidad. Pero también hay un personaje masculino que asume diferentes caras y diferentes nombres en función de quien le observa y eso forma parte del misterio de la mirada.

 

En este sentido, da la sensación de que en su película es más relevante aquello que se le oculta al espectador que lo que se le muestra.

Sí, de hecho me he esforzado porque las acciones sucedieran todo el rato fuera de campo de tal manera que lo relevante no fuera la acción en sí sino el modo en que esos hechos son percibidos por los personajes. La película interpela permanentemente al espectador, se sitúa mucho en la pregunta y en la incertidumbre. Eso me interesaba como planteamiento, también un poco a modo de desafío, ya que creo que aceptamos mejor la incertidumbre en la vida que en el cine. En el cine estamos acostumbrados a ver a personajes que tienen unas motivaciones muy definidas que los llevan a emprender unas acciones concretas y yo he querido romper con esto.

 

¿Y no teme que, justamente por eso, la película pueda generar frustración en el público?

A ver, es evidente que “Arima” es un film que asume riesgos. Pero yo creo que la convivencia con la incertidumbre es crucial y que el espectador, pese a estar acostumbrado a películas donde la narración responde a un esquema causa-efecto, es lo suficientemente inteligente como para aceptar una representación alternativa de la realidad, como la que planteamos en esta película.

 

Pero romper esos hábitos en el espectador, me imagino que no resulta fácil.

No, no lo es, y de hecho creo que actualmente resulta más difícil si cabe, hasta el punto de que a veces pienso que grandes cineastas del pasado hoy quedarían excluidos del circuito de las salas comerciales.

La gran pregunta que nos hacemos hoy en día los que nos dedicamos a esto, tanto los cineastas como los distribuidores y los exhibidores, es justamente esa: ¿cómo podemos mantener viva esa heterogeneidad de sensibilidades y hacer que el espectador acepte eso como un hecho positivo?

 

¿Qué reacciones ha percibido tras exhibir la película en festivales? ¿Qué sensaciones le han hecho llegar?

Es una película que exige confianza y una cierta entrega por parte del espectador, pero una vez que entra en ella le genera reflexiones que le conectan con su propia vida, con sus propias vivencias. Ese diálogo, para mí, es una de las finalidades del cine pero, claro, para eso el espectador lo primero que debe de hacer es aceptar las reglas del juego.

 

Lo cierto es que la película se nutre de la ambigüedad ya desde el mismo título. ¿Por qué «Arima»? ¿Qué efecto busca lograr con esta palabra?

“Arima” es una palabra con mucha fuerza evocadora en euskara, pero yo necesitaba designificarla para que no condujera a lugares de certidumbre, por eso también quise darle ese nombre al bar que aparece en la película, para dejarle vía libre al espectador y que sea él el que elija la acepción que más le interesa. En ese sentido, yo creo que toda la película está llena de pistas que voy dejando ahí para que sea el espectador el que confiera un significado a las imágenes que está viendo.

 

A la hora de reforzar ese espacio de incertidumbre me imagino que tampoco es casual que, de entre todas las miradas que confluyen en la película, al final sea la de la niña protagonista la que termina por guiar al espectador en ese viaje…

Claro, en cierto modo yo creo que todos anhelamos recuperar esa mirada desprejuiciada, menos traumática que mantenemos en nuestra infancia donde lo imaginario y lo real conviven de una manera natural y saludable. De hecho, esa niña por mucho que también sea víctima de las miradas que sobre ella proyectan los adultos se acaba erigiendo en una suerte de espíritu salvador.

 

A pesar de haber nacido y crecido en Donostia usted ha desarrollado la totalidad de su carrera ligada al audiovisual gallego. ¿Nota algún tipo de afinidad entre ambos territorios?

Sí. Yo llegué a Galicia por amor después de haber estado varios años en el extranjero y cuando me instalé allí de inmediato sentí ecos familiares. Galicia y Euskadi comparten esa cosa telúrica, ese misterio que surge de una naturaleza exuberante que te habla directamente, que te lleva a lugares de profundidad que en otros territorios resulta difícil de hallar.

 

Actualmente se habla del Novo Cine Galego para definir la ingente cantidad de propuestas que se están alumbrando allí por parte de directores jóvenes, muchas veces al margen de la industria. ¿Qué rasgos diría que definen ese nuevo movimiento?

Más allá de las etiquetas, lo que hay ahora mismo en el audiovisual gallego es un grupo de creadores que comparte ciertas inquietudes, que colaboran entre ellos, que se apoyan entre sí y que celebran el uno el éxito del otro. Ese espíritu casi de familia y ese compromiso con el cine son valores bastante excepcionales.

 

Más allá de etiquetas, lo que sí parece claro es que últimamente se ha roto el tradicional eje Madrid-Barcelona en lo que a la producción audiovisual se refiere, ¿no?

Parece que sí y eso es una buena noticia porque redunda a favor de esa heterogeneidad de miradas tan necesaria que antes comentábamos.

Los que hacemos cine desde otros lugares sabemos que no tenemos las mismas facilidades y que estamos obligados a cultivar un espíritu de resistencia que al final fortalece los lazos entre nosotros. Dicho esto, cada cineasta representa un paradigma diferente y cuando se apela a una etiqueta como esa de Novo Cine Galego se tiende a invisibilizar la singularidad de cada creador.

 

Lo curioso es que muchas de esas miradas nuevas están dirigidas a entornos rurales. ¿Por qué cree que se produce este fenómeno?

En el caso concreto de Galicia, creo que todavía hay una conexión fuerte con el mundo rural, aunque eso generacionalmente va a cambiar, pero, en estos momentos de incertidumbre, acudir a ese universo revela un intento por mantener ese contacto con aquello que es fuente de vida.