Dabid Lazkanoiturburu

India ahorca a los que violaron en manada a una joven en un autobús hasta matarla

India ha ejecutado al alba a los cuatro condenados por la tortura y violación en manada hasta la muerte de una joven en 2012, un caso que evidenció el silencio sobre el drama de la violencia contra las mujeres en el gigante asiático y conmocionó al país. El Gobierno introdujo cambios legales, lo que ha provocado la primera aplicación de la pena de muerte desde 2015. Pero no ha hecho nada contra esa lacra.

Asha Devi, la madre de la joven, hace la señal de victoria tras la ejecución de la sentencia. (STR-AFP)
Asha Devi, la madre de la joven, hace la señal de victoria tras la ejecución de la sentencia. (STR-AFP)

Pawan Gupta, Vinay Sharma, Mukesh Singh y Akshay Thakur han sido ahorcados simultáneamente a las 05.30 hora local (0.00 GMT) de este martes en la macro-cárcel de Tihar, en la capital india,  tras ser condenados por haber participado en la violación grupal de una estudiante de 23 años en Nueva Delhi en diciembre de 2012, joven que acabó muriendo dos semanas después a raíz de las torturas y desgarros que sufrió en un hospital de Singapur.

La violación de esta estudiante de Medicina tuvo lugar en un autobús. La joven fue violada y fuertemente golpeada el domingo 16 de diciembre de aquel año cuando tras haber visto la película 'La Odisea de Pi' en unos multicines viajaba junto a un amigo, al que los agresores dejaron inconsciente tras golpearle con una barra de hierro, en el bus, cuyo conductor se desvió de la ruta programada.

Los seis ocupantes del vehículo, incluidos un menor de edad, que fue condenado a tres años de prisión en un centro de reclusión de menores, y el conductor, que murió en marzo de 2013 -la versión oficial habló de suicidio–bajo dependencias policiales, abusaron de la estudiante de fisioterapia de 23 años, –bautizada luego por los medios como «Nirbhaya» («Sin miedo», en hindi) hasta creerla muerta. Finalmente, abandonaron a ambos en una cuneta.

Un manto de silencio

El caso removió conciencias no sólo a nivel local, donde se celebraron masivas y espontáneas manifestaciones, sino también en el plano internacional.

El drama destapó el manto de silencio en torno a la violencia contra la mujer en el subcontinente indio, las carencias de su sistema judicial y, en general, la discriminación de las mujeres en la sociedad.

Aquel suceso, acaecido en el corazón de la capital, desgarró una fibre sensible de la juventud india. En una sociedad que se ha transformado radicalmente en los últimos decenios, muchas indias e indios se identification con aquella joven que quería acabar los estudios y tener un trabajo, no vivir encerrada en casa bajo la tutela de un marido.

La violación de la «hija de India» evidenció el choque brutal de dos visiones sociales antagónicas. De un lado, la de una clase media emergente que aspira a la emancipación y a la libertad individual. De otra, una concepción conservadora tradicional que considera inferior a la mujer.

«Una joven décente no anda en la cale a las 9 de la noche. Es mas responsable de la violación que un hombre», se justificó Mukesh Singh, uno de los violadores, en un documental de la BBC emitido en 2015 y que generó indignación en India.

Endurecimiento penal, no social

El Gobierno endureció la legislación contra la violencia contra las mujeres e instauró procedimientos judiciales acelerados.

Aunque cerca de  400 condenados esperan en el corredor de la muerte, las autoridades indias rara vez proceden a ejecutar las sentencias, reservándolas a casos «emblemáticos». Las penas capitales se conmutan normalmente por prisión de por vida.  

No ha sido el caso. Las de hoy son las primeras ejecuciones en India desde hace cinco años, cuando el Estado ahorcó a un condenado por su participación en los atentados yihadistas que en 1993 causaron la muerte de 257 personas en Bombay.

Más allá de medidas punitivas de impacto, el Gobierno indio no ha hecho nada para luchar contra el problema de fondo.  Y la cifra de denuncias de violación en el país se has disparado en los últimos años –seguro que por su mayor visibilización y concienciación–. Pero los casos denunciados no son sino la punta del iceberg.