«Cómo iba a pensar yo que no iba a haber sanfermines, que no iba a ver chupinazo... era imposible pensar eso», exclama en una entrevista telefónica concedida a EFE desde su domicilio, donde se encuentra convaleciente por la Covid-19, días después de la comunicación oficial de la suspensión de las fiestas.
Y es que, continúa, «ahora suena a broma, pero uno de los grandes temas sobre la mesa era cómo se tiraba el chupinazo. ¡Madre mía si ahora estuviéramos así!... Esto te pone en tu sitio sobre el cambio tremendo que estamos viviendo y que va a tener efectos durante tiempo», apunta.
Tenían «claro» que era «casi imposible» que las fiestas se pudieran celebrar como es tradicional del 6 al 14 de julio, había un «sentir social creciente» en ese sentido, «pero teníamos que valorar la situación que se iba generando y los tiempos», explica en relación con el momento elegido para comunicar la decisión.
«No había porqué precipitar la noticia», indica Maya, cuestionado sobre si se ha tardado en hacer público el anuncio, tras lo que señala que fueron «hablando con los portavoces y a todos los niveles y la percepción era que no iba a haber San Fermín». Pero, a pesar de la importancia de las fiestas para la ciudad, «cuando estás pensando cómo sales de esta crisis, era la prioridad».
Pese a la dificultad de prever lo que pueda pasar en un futuro, lo que es evidente es que la esencia de los sanfermines, unas fiestas de eventos multitudinarios que se vive en las calles, se va a ver seriamente afectada por las consecuencias de la Covid-19.
«Los sanfermines que hemos conocido no los vamos a tener y además creo que va a costar» y es que aunque llegue la vacuna, comenta, lo que está sucediendo «va a dejar una huella y para que las cosas vuelvan a ser como antes, va a pasar tiempo».
La gente va «a tender a no estar tanto en ambientes de masas» apunta el alcalde, gran aficionado al fútbol, que lo cita como ejemplo. Si la gente se acostumbra a verlo solo por la televisión, «no va a ser fácil que luego tanta gente vuelva a los estadios, va a haber un cambio de hábitos».
«Esto va a tener efectos que van a durar en el tiempo y otros para siempre. Ojalá me equivoque con mis pronósticos, pero mi percepción es que las cosas tardarán en ser como eran más tiempo del que parece», opina.
En cualquier caso, asegura que trabajará para que el coronavirus «no pueda con nosotros, no solo desde el punto de vista sanitario, sino también social y cultural».
Alto coste
Al margen de lo emotivo y sentimental, la suspensión conlleva un alto coste para la ciudad, ya que «hay un montón de actividades sobre todo en el centro que más o menos se mantienen durante el año para tener durante los sanfermines su mayor parte de ingresos anuales. Es un cataclismo».
Para quien tiene un bar y no lo puede abrir en esas fechas que es cuando tiene la mayor parte de sus ingresos es «terrible», reconoce el alcalde, quien subraya que tienen que ponerse en «la piel de esa persona, ponerla como prioridad y ver qué podemos hacer entre todos para paliar esa situación».
Aunque no es fácil saber la repercusión económica para la ciudad, este año se iba a realizar un estudio para actualizar los datos (el último hablaba de un impacto de unos 136 millones), estima que «el dinero que entra en Pamplona durante las fiestas es como la mitad del Presupuesto de un año del Ayuntamiento».
Al igual que los sectores económicos, dos instituciones de la ciudad van a verse seriamente afectadas, ya que parte de sus ingresos derivaban de las fiestas, de la feria del toro y las barracas para la Casa de Misericordia y de la tómbola para Cáritas.
Maya comparte con sus dirigentes que la suspensión va a tener efectos, pero eso se verá en su momento, ahora deben atender otro tipo de necesidades y es que ambas están inmersas en la atención a mayores, en el primer caso, y a personas en situación de pobreza y exclusión social, la segunda.
Mientras, el calendario avanza y julio se aproxima. «¿Qué pasará el 6 de julio a las doce del media mediodía?» es la pregunta a la que Maya responde «sé que pasará algo, algo espontáneo pasará».
Se muestra convencido de que no faltarán las reacciones espontáneas, los pañuelos rojos y la gente vestida de blanco, pero espera que lo que sea se haga siempre respetando las normas sanitarias.
Desde el Ayuntamiento, «no vamos a hacer nada para animar a algo que no respete las normas sanitarias», dice Maya, quien considera «estupendo que tengamos la fiesta y el chupinazo en el alma» y quien, siendo realista, ve «realmente difícil» que la fiesta se pueda trasladar a septiembre, a San Fermín Txiki.