Nada como una prolongada pandemia y la ansiedad por recuperar un maltrecho negocio tras dos meses de cierre, combinado con la voluminosa palabrería de las redes sociales, para que algunos pesquen en río revuelto. La obligatoriedad por mantener desinfectados los negocios y el género que se vende –especialmente en sectores como el textil, donde el contacto humano es inevitable– ha impulsado a algunos dueños de dichos establecimientos a comprar ozonificadores para intentar mejorar la seguridad.
Su empleo viene a justificarse –también por las firmas que los venden– bajo el argumento de que se trata de aparatos que desinfectan, lo cual no es falso si hablamos de bacterias. Sin embargo, no está demostrado que tengan el mismo efecto sobre los virus y especialmente frente al Covid-19 que tantos quebraderos de cabeza nos está dando en las últimas semanas.
El Ministerio de Sanidad español emitió el pasado 27 de abril un informe en el que se aclaraba que ciertas sustancias biocidas –incluía ahí al ozono– «se encuentran en evaluación en la Unión Europea, permitiéndose, a la espera de finalizar este proceso, la comercialización de los productos que las contienen, siempre que se respeten las medidas de seguridad correspondientes».
En similares términos y en respuesta a una consulta realizada por la Asociación Nacional de Empresas de Sanidad Ambiental (ANECPLA) sobre si el ozono se podía utilizar en la desinfección de superficies y cuáles debían ser las condiciones de empleo para garantizar su eficacia frente al coronavirus, dicho ministerio indicó que no podía contestar a dicho cuestión, «puesto que el ozono no ha sido todavía evaluado a nivel europeo y tampoco a nivel nacional durante el periodo transitorio».
A día de hoy, el O3 no está incluido dentro de la lista oficial de viricidas establecida por Sanidad, de ahí que ANECPLA recomiende a sus asociados utilizar exclusivamente esta relación de sustancias si se quiere desinfectar una estancia que pueda considerarse potencialmente afectada por Covid-19
A la espera de que finalice ese proceso de análisis, Sanidad reconoce que no puede impedir su comercialización, pero avisa de que en aquellos casos en los que la sustancia debe ser fabricada poco antes de ser aplicada –sucede con el ozono–, ello «impide que tengan un etiquetado que avise de su peligrosidad y usos, a diferencia del resto de biocidas».
Incidiendo en ello, y «ante la proliferación en el mercado de dispositivos productores de ozono», advierte de que «no se puede aplicar en presencia de personas» y de que quienes se encarguen de su vaporización «deben contar con los equipos de protección adecuados», sobre todo para preservar las vías respiratorias, algo que habitualmente solo hacen los profesionales en desinfección y fumigación.
Del mismo modo, se especifica que, «al ser una sustancia química peligrosa», puede producir «efectos adversos». Así, se recuerda que la Agencia Europea de Sustancias y Mezclas Químicas (ECHA) enumera que el ozono puede provocar daños «en vías respiratorias, irritación de piel y daño ocular».
Para evitarlo, es de obligado cumplimiento ventilar de manera adecuada un local que haya sido tratado con dicha sustancia y confirmar que su nivel de presencia en el aire es el establecido por ley, antes de que las personas accedan a dicho espacio. Por último, se apunta que el ozono puede provocar reacciones químicas y de carácer inflamable si interactúa con determinados productos.
En parecida sintonía, la Agencia de Protección Ambiental (EPA) de Estados Unidos tampoco recoge dicha sustancia como alternativa válida para acabar con el coronavirus en superficies y objetos. Es más, indica que «no se deben utilizar generadores de ozono», ya que, «cuando se usa en concentraciones que no exceden los estándares de salud pública, el ozono aplicado al aire interior no elimina eficazmente virus, bacterias, moho y otros contaminantes biológicos».
Túneles y arcos desinfectantes
La Sociedad Española de Sanidad Ambiental (SESA) también desaconseja el uso del ozono en la desinfección del aire y superficies afectados por coronavirus, ya que «tal vez por error, se está utilizando como viricida, sin estar constatado que lo sea, lo que puede suponer una falsa sensación de seguridad en los ciudadanos».
«El ozono se encuentra en la actualidad en revisión por la Agencia Europea de Productos Químicos. Se trata de una sustancia oxidante generada in situ que tiene numerosas aplicaciones industriales, pero en el caso que nos ocupa, al no haber sido evaluada aún por la Unión Europea para su uso como desinfectante de uso ambiental, se desconocen las dosis necesarias para garantizar su eficacia como viricida y los efectos para la salud que estas concentraciones pueden desencadenar», añade.
En cuanto al empleo de túneles y arcos desinfectantes –algunos de ellos se han instalado en el exterior de residencias de personas mayores, comisarías y empresas de Euskal Herria–, o bien su uso es ineficaz por utilizar sustancias como el ozono, que de momento no está demostrado que acaben con el coronavirus, o directamente ilegal.
Así lo dejó claro dicho ministerio en la mencionada nota del pasado 27 de abril: «Actualmente, no existe ningún producto viricida que esté autorizado para su uso por nebulización sobre las personas. Por tanto, está técnica de aplicación que se anuncia en los denominados túneles desinfectantes de ningún modo puede ser utilizada sobre personas».