Iñaki VIGOR

Aquel día en que Urralburu entregó al Borbón la medalla de Navarra y le llevó a Safel

En febrero de 1988 Juan Carlos I y su esposa Sofía realizaron una visita de tres días a Nafarroa invitados por Gabriel Urralburu. El presidente del Gobierno entregó al Borbón la medalla de oro de Navarra y le llevó a inaugurar Safel, la empresa por cuya venta el dirigente del PSN se llevó una suculenta comisión a una cuenta suiza.

La visita de los reyes españoles a Nafarroa tuvo lugar durante los días 8, 9 y 10 de febrero de hace 32 años, cuando Gabriel Urralburu ya había iniciado su segunda legislatura al frente del Ejecutivo navarro. El dirigente del PSN se adelantó a la visita real con un regalo preparado cuatro días antes: la concesión de la Medalla de Oro de Navarra, es decir, el máximo galardón del territorio, que ahora algunos grupos parlamentarios ya están pidiendo retirar.

Hasta entonces, esta condecoración solo había sido entregada al Papa Juan Pablo II, al historiador José María Lacarra, al etnólogo Julio Caro Baroja y a la Asociación de Donantes de Sangre de Nafarroa. El propio Urralburu colocó las medallas a los monarcas y también les regaló una reproducción de las tres urnas de plata en las que votaban las antiguas Cortes del Reino.

Una de las visitas programadas por Urralburu fue a la factoría SAFEL en Eskirotz, que sustituyó a la antigua Super Ser en Cordovilla. Esta fábrica de estufas, propiedad de Ignacio Orbaiceta, había sido adquirida por el Gobierno de Nafarroa en 1983, cuando ya estaba en quiebra.

En 1989 SAFEL ya obtenía beneficios, y entonces fue reprivatizada por el Gobierno de Urralburu mediante su venta a Bosch-Siemens por 5.000 millones de pesetas. En contraprestación, esta multinacional alemana ingresó en una cuenta suiza unos 200 millones de pesetas a nombre de varios dirigentes del PSN (Luis Roldán, Antonio Aragón y el propio Urralburu), quienes también tenían otras cuentas en el país helvético con elevadas cantidades procedentes de comisiones por la adjudicación de obras públicas.

En total, las cuentas suizas en poder de los dirigentes del PSN ascendían a unos 530 millones de pesetas de la época, tal como se constató en el juicio por el llamado “caso Urralburu”. El presidente del Gobierno navarro y su consejero de Obras Públicas, Antonio Aragón, fueron condenados a 11 y 7 años de cárcel, respectivamente, por el cobro de comisiones ilegales.

Reforzar la monarquía

Durante los tres días de visita a Nafarroa, los reyes españoles estuvieron acompañados casi permanentemente por Gabriel Urralburu, que en todos sus discursos alabó la monarquía y ensalzó los «valores» de Juan Carlos I al frente de la jefatura del Estado.

El dirigente del PSN-PSOE acompañó a los monarcas en sus visitas por Iruñerria, el Monasterio de Leire, el Castillo de Xabier, Erronkaribar, Tutera y el Castillo de Erriberri-Olite, propiciando que en todos estos lugares fueran reverenciados y agasajados por los representantes municipales o religiosos.

El alcalde de Iruñea, Javier Chourraut (uno de los fundadores de UPN), entregó a Juan Carlos I las llaves de la ciudad. El presidente del Parlamento navarro, Javier Gómara (también de UPN), le concedió la primera Medalla de Oro de la Cámara. El alcalde de Tutera, José Antonio Pérez Sola (PSN), les obsequió con la Venera, una medalla cuyo origen se remonta al año 1621 y con la que el Ayuntamiento halaga a personajes distinguidos que visitan la ciudad.

Los monjes de Leire, por su parte, entregaron a los monarcas un compendio de la documentación que se guarda en este monasterio, con reproducción de la colección de los antiguos «becerros». En Erronkaribar les regalaron dos trajes típicos del valle, pero fue mucho más sonada, y polémica, la exhibición que varios aizkolaris y harrijasotzailes de Leitza y Malarreka realizaron en el frontón Gayarre ante los reyes españoles. Al acto también acudieron los representantes municipales de los valles de Aezkoa y Zaraitzu, que les regalaron un cofre de plata con esmaltes y un portalibros de plata.

Aquella visita de tres días quedó recogida en un libro de 220 páginas editado por el propio Gobierno de Urralburu. En esta obra se remarcó el «apoyo popular» hacia los monarcas en todos los lugares que visitaron, pero no se incluyeron ni las protestas que hubo en contra ni los impresionantes despliegues policiales que se montaron para intentar evitarlas.