Italia: el enésimo fracaso de la política
El presidente Mattarella encarga gobierno al banquero Draghi. Zanja así el doble pero corto mandato de Conte, quien comenzó mediando en un Ejecutivo de coalición entre los «renovadores» del M5S y los xenófobos de la Lega y acabó, émulo del equilibrismo de la democracia cristiana, liderando una alianza de socialdemócratas y centristas tras convertir al europeísmo al movimiento fundado por Grillo.
El exprimer ministro Matteo Renzi, quien salió escopeteado tras un mandato no menos efímero después de perder un referéndum de reforma constitucional en 2016, fue quien, al retirar su apoyo a Conte, provocó su caída.
Satisfecha su venganza, el «alcalde de Florencia» logra, con el encargo a Draghi, ganar tiempo sorteando unas elecciones que, encuestas en mano, le condenaban a la desaparición política.
No es el único aliviado. El PD, Forza Italia... hasta los grillini, que no quieren ver ni en pintura al elitista exjefe del BCE y que corren el serio riesgo de una escisión en el M5S, tenían verdadero pavor a un examen electoral cuya única beneficiaria sería la extrema derecha.
Y por mucho que vocifere, tampoco Salvini lo quería, consciente de que los postfascistas de Fratelli d'Italia le pisan, y duele, los talones.
La opción Draghi permite, si no hay descalabro, llegar con un gobierno de circunstancias a julio, cuando comenzará el «semestre blanco» del fin del mandato presidencial, y durante el cual no se puede disolver el Parlamento.
El sistema apuesta otra vez por un tecnócrata para sortear la crisis, como hizo en 2011 con Monti, y antes con Dini y Ciampi, ambos ¡banqueros!
Una apuesta que denota el fracaso de la política. Y abona a Italia a seguir caracoleando entre el hartazgo ante la inoperancia de los políticos y el abismo de los cantos de sirena ultras.