Aitor Agirrezabal
Aktualitateko erredaktorea / Redactor de actualidad

10 años después, a repetir la jugada en un escenario no tan distinto

El 6 de mayo de 2011, hace hoy exactamente 10 años, el independentismo escocés celebraba una jornada histórica. El Partido Nacional Escocés (SNP) lograba la victoria en las elecciones escocesas y lo hacía con mayoría absoluta, sumando 69 de los 129 escaños. Hoy trata de repetir la jugada.

Alex Salmond y Nicola Sturgeon, durante la campaña de 2014. (Andy BUCHANAN/AFP)
Alex Salmond y Nicola Sturgeon, durante la campaña de 2014. (Andy BUCHANAN/AFP)

Ya gobernaba desde 2007, pero lo hacía en minoría con el apoyo de los Verdes, y se presentó a aquella cita con la promesa de organizar un referéndum de independencia y con un Alex Salmond ya rodado. Laboristas, conservadores y liberales mostraron durante aquella campaña sus reticencias a convocar la consulta y el SNP lo introdujo en su discurso, pero no como fin, sino como medio.

El planeta arrastraba una importante crisis económica desde 2008 y la sensación era que el Ejecutivo de Salmond había sabido gestionarla mucho mejor que los dos primeros ministros británicos de la época: el laborista Gordon Brown, primero, y el conservador David Cameron, después.

Durante aquella campaña arrebató muchos votos a estas dos formaciones y también a los liberal-demócratas, a quienes pasó factura su apoyo a los conservadores en el Gobierno de Londres.

Una década después el SNP «solo» tiene que repetir esquemas. La impresión de que el Ejecutivo de Nicola Sturgeon ha gestionado la crisis socio-sanitaria provocada por el covid-19 mejor que su colega en Londres, Boris Johnson, está extendida, no solo en Escocia, si no en todo el Reino Unido, donde es la política mejor valorada. Y eso, en una cultura electoral como la escocesa, suma mucho.

Hace 10 años Salmond presentó la independencia y el poder de autogobernarse como remedio contra la crisis y, ahora, Sturgeon ha hecho lo propio. La soberanía absoluta como mejor medicina para poner en marcha políticas que permitan superar la crisis actual. Así lo presenta en su programa. La independencia como algo práctico, alejado de lo sentimental. No como una separación, sino como una oportunidad de hacer las cosas de otra forma, mejor. Y aunque las comparaciones son odiosas, Johnson se lo ha puesto fácil: tardó en tomar medidas apostando por una inmunidad colectiva en la primera ola y, ya en la tercera, volvió a ser acusado de afirmar en una reunión de partido que prefería «ver montañas de cadáveres, antes que tomar medidas más drásticas» como volver a confinar a los ciudadanos.

Y en torno a ello ha girado la campaña. De oportunidades y fallos. Los verdes escoceses han sabido posicionarse con mensajes positivos, empleos ecológicos, hogares cálidos y mejoras en el transporte público. Sin embargo, tanto laboristas, como conservadores y liberal-demócratas han centrado su discurso en la recuperación de Escocia tras la crisis, un cuerpo a cuerpo en el que Sturgeon puede salir mejor parada.

Y ha sido, por contra, el SNP el que más nuevas medidas ha propuesto, algo que la oposición ha aprovechado para recordarle que ya ha tenido 14 años para implementarlas. Entre ellas, una de las que más eco mediático ha tenido, el proyecto para pasar a una semana laboral de cuatro días, una reclamación con gran arraigo entre la sociedad británica, o las 70.000 viviendas de alquiler social que promete construir en la próxima década, todo ello ajustado a un nuevo modelo de país, siguiendo siempre los ejemplos de Noruega o Dinamarca.

La sociedad sí ha cambiado

Curiosamente, las cuestiones sobre las que Holyrood tiene poder han sido las que menos peso han tenido a lo largo de la campaña, lo que también puede beneficiar a los partidos independentistas, dado que refleja el escaso margen de maniobra que tienen en numerosos aspectos. Así, de la misma forma que hace 10 años, las elecciones al Parlamento escocés se han convertido en unas elecciones sobre independencia, cuando cada discusión entre los diferentes candidatos ha expuesto los límites de la devolución y el autogobierno.

De esa forma, el reingreso en la Unión Europea, la salud pública (privatizada a gran escala tras la crisis de 2008), las armas nucleares de Trident, el gasto militar (el Reino Unido gastó 49.000 millones de euros en 2020, en plena pandemia) o el petróleo del Mar del Norte se han repetido como los principales totems de campaña y, en esos campos, con las manos atadas a Londres, el SNP sale reforzado.

Hace una década Salmond se encontró con un Cameron recién llegado al poder, como primer ministro británico más joven de la historia, que no hizo frente a la mayoritaria demanda de un referéndum. Ahora, Sturgeon, con los resultados que salgan de las urnas en la mano, chocará con Johnson. Quizá esto, la experiencia de los referéndums de 2014 y de 2016 (Brexit), y una sociedad escocesa empoderada y mucho más participativa en lo político tras estas dos votaciones son la principal diferencia con respecto a lo sucedido en 2011.

Esta es la elección que decidirá si Escocia quiere volver a examinar la cuestión de la independencia o si se contenta con aceptar el Brexit y una devolución de poderes cada vez más cuestionada. El unionismo apuesta por congelar hasta cuatro décadas la consulta. El independentismo no parece que pueda esperar 10 años más.