Desde mayo que fuentes de la Moncloa habían filtrado que Pedro Sánchez cavilaba algunos cambios en el Consejo de Ministros, impulsado por el fin de la pandemia, la debacle electoral en Madrid y, aunque se mencione poco, la nueva rival interna con muy buena valoración ciudadana, la vicepresidenta Yolanda Díaz. Finamente ha sido el 10 de julio el momento elegido para anunciar una reforma más profunda de lo imaginado, al menos en los personajes.
Siete ministros, incluida la vicepresidenta primera, Carmen Calvo, además del todopoderoso jefe de gabinete Iván Redondo, serán sustituidos por nuevos hombres y mujeres, todos del PSOE. Los ministros del socio minoritario de la coalición, Unidas Podemos, no han sido modificados. El único cambio que compete al equipo morado es que su líder, Díaz, ahora será vicepresidenta segunda, al pasar a ser solo tres las vicepresidencias.
Los cambios, hasta ahora, son tan solo de caras. Con un mensaje calibrado y lleno de guiños y simbolismos, Sánchez no ha explicado ni dado una sola razón de por qué ha introducido tantas modificaciones en cargos muy relevantes para la administración del Estado, como es la vicepresidencia principal, Asuntos Exteriores o Transporte.
Pero la sorpresa máxima ha sido la salida de Redondo, una suerte de razputín sanchista siempre denostado por el ala más orgánica del PSOE y por los rivales del Gobierno. Sin dudas es uno de los grandes co-responsables de la llegada y consolidación del presidente del Gobierno en el poder y contaba con una enorme influencia, por lo que se lo conocía como “el ministro 23”.
Según fuentes de Moncloa que cita RTVE, ha sido el propio Redondo el que solicitó su marcha. El donostiarra, junto con la ministra de Educación, Isabel Celaá, son dos de los únicos tres vascos (junto a Grande-Marlaska) en la alta esfera del gobierno del Estado y ya no estarán más. El nuevo jefe de gabinete será Óscar López, presidente de Paradores y también muy próximo a Sánchez, con quien trabaja desde que éste fuera nombrado secretario general del PSOE.
Además de Calvo, Redondo y Celaá, Sánchez ha decidido prescindir del ministro de Transportes y Movilidad, José Luis Ábalos; de la ministra de Exteriores, Arancha González Laya; del de Justicia, Juan Carlos Campo; así como de los titulares de Ciencia e Innovación, Pedro Duque, y de Cultura y Deporte, José Manuel Rodríguez Uribes. Algunos nombres se mantienen, como el de Miquel Iceta, pero cambian de función: de Política Territorial a Cultura. También sucede con María Jesús Montero: se queda en Hacienda pero pierde la influyente portavocía del Gobierno.
A Calvo le sustituirá Félix Bolaños, que será el nuevo ministro de Presidencia y Relación con las Cortes. En Justicia asumirá Pilar Llop, actual presidenta del Senado. La nueva portavoz será a su vez la nueva cara de Política Territorial, la hasta ahora alcaldesa de Puertollano (Castilla-La Mancha). Raquel Sánchez, alcaldesa de Gavà, será la nueva ministra de Transportes;Diana Morant, alcaldesa de Gandía, ocupará el puesto de ministra de Ciencia e Innovación; y la delegada del Gobierno en Aragón, Pilar Alegría, ahora estará al frente de Educación. El nuevo jefe de Asuntos Exteriores será José Manuel Albares, actual embajador español en el Estado francés.
En una jornada de tantos cambios también son noticia quienes, por algún motivo, son ratificados en sus puestos: los dos de más peso, son el controvertido ministro del Interior, Grande-Marlaska, y la ministra de Defensa, Margarita Robles.
Un discurso de cálculo Sánchez ha enviado un mensaje de poco más de 13 minutos desde la sala de ruedas de prensa de Moncloa. A diferencia de sus anuncios durante el primer estado de alarma de la pandemia, esta vez no se ha convocado a periodistas ni se han permitido por tanto preguntas. Ha comenzado afirmando que ya había explicado su decisión a Felipe VI y que los nuevos ministros tomarán posesión el lunes y tendrán el martes 13 su debuto en el Consejo.
No se han detallado los motivos de cambios ni las razones y sin embargo el líder del PSOE sí se ha preocupado de dar datos de color para componer una narrativa más digna de marketing que de política: ha dicho que el nuevo Consejo de Ministros representa «una renovación generacional» porque pasa de tener «como edad media de 55 a 50 años promedio», y que «refuerza la presencia de mujeres» porque ahora habrá 63% de integrantes femeninas cuando antes era del 55%.
«Se incorporan perfiles de la política de proximidad, con trayectorias de éxito», ha destacado Sánchez por la incorporación de varios alcaldes. Dos veces ha repetido la palabra «cercanía» y unas cuantas más el concepto de «nuevo gobierno», aunque no haya puntualizado un cambio de políticas. «El nuevo gobierno tendrá como principal tarea la recuperación económica y la creación de empleo», ha añadido, y ha aseverado que esa fase deberá ser «verde y más feminista».
Otra de las obsesiones de Sánchez, que es tomar el control e iniciativa del conflicto catalán, ha aparecido en el discurso. Ha procurado aclarar que la nueva ministra Sánchez Jiménez proviene «del municipio catalán de Gavà».
Despejando cualquier duda de adelantamiento electoral, respondiéndole sin nombrarlo a Pablo Casado y sus pedidos de dimisión, se ha tomado el trabajo de recordarle a los televidentes que le quedan «30 meses de legislatura» al gobierno de coalición, y ha asegurado que estos cambios le dan «un gran impulso». Sugestivamente, ni por un momento nombró a Unidas Podemos.
Al no haber explicaciones, solo queda lugar para las conjeturas. La partida de Redondo (queda ver si no seguirá asesorando por fuera de la estructura gubernamental) representa un verdadero punto de inflexión en lo que es la estrategia de comunicación y política, especialmente en lo que hace a los tiempos y el marco del debate. La salida de la ministra de Exteriores puede verse como una consecuencia de lo ocurrido en Marruecos y la de Calvo, como una necesidad de renovación (ostentaba el cargo hace más de tres años) y
como un castigo, tal vez, a su tropiezo con la Ley Trans, que la llevó a un enfrentamiento con Irene Montero (Igualdad).
Una lectura territorial
No puede dejar de observar lo sucedido desde un prisma geopolítico del Estado español, heterogéneo y con sus naciones y regiones con realidades políticas tan distintas, especialmente siendo quien gobierna el PSOE, con una constelación de familias políticas muy distintas entre sí y con disputas internas no zanjadas del todo.
Hablando de ello, lo primero que surge es Andalucía, en donde surge un nuevo liderazgo tras la derrota en las primarias de Susana Díaz. Dos dirigentes muy importantes del socialismo andaluz, como Calvo y Montero, se ven rezagadas. La primera se va y la segunda pierde la portavocía. No hay nuevos andaluces en el gabinete.
Con Catalunya sigue habiendo guiños. Se mantiene a Iceta y se suma a otra catalana al Consejo, como es la alcaldesa de Gavà, un pequeño ayuntamiento de la periferia sur de Barcelona. Abre una incógnita cómo será la gestión de la manchega Isabel Rodríguez, cercana al crítico García-Page, en Política Territorial, tras la nueva etapa que comenzó con los indultos. El PSOE manchego es tal vez el más crítico con la visión federalista de otros socialistas como los mediterráneos y habrá que ver qué rol toma Rodríguez no sólo con Catalunya sino con las transferencias de competencias que restan a otras comunidades.
Un párrafo aparte merece el Pais Valencià: la salida de Ábalos es un guiño al liderazgo del president de la Generalitat valenciana, Ximo Puig, que en el PSPV está enfrentado al sanchismo. Que la alcaldesa de Gandia, cercana a Puig, entre al Consejo de Ministros en sustitución del también valenciano Ábalos es elocuente.
Tampoco pueden olvidarse los movimientos sigilosos pero constantes que hace Puig por exigir una reivindicación de financiación autonómica (y de peso político) de la España mediterránea por sobre la centralista. Hace pocos días, tuvo un encuentro con la presidenta del Govern balear, Francina Armengol, volviendo a reclamar por un trato más justo. Moncloa, evidentemente, ha tomado nota.
Galicia y Euskal Herria no suman nuevos dirigentes propios en el Consejo de Ministros mientras que Madrid, tercera comunidad del Estado, suma a Llop y a Albares, y tiene un ascenso con Bolaños. Lo de Llop, además, abre una nueva incógnita territorial: quién presidirá el Senado. Esa será la próxima designación relevante que le quede por hacer a Sánchez después del seísmo de nombres que ha decidido hacer hoy