NAIZ
París

«Estafadores» y «marginados» entre las falsas víctimas de los atentados yihadistas de París

Los atentados yihadistas del 13 de noviembre de 2015 en París dejaron 130 muertos, cerca de 400 heridos y muchos desconsolados allegados, pero también «falsas víctimas», entre ellas «estafadores», «delincuentes» y «marginados» que intentaron obtener, en ocasiones con éxito, una indemnización.

Un hombre observa la placa conmemorativa colocada cerca del Bataclan, donde los yihadistas mataron a 90 personas el 13 de noviembre de 2015. (Thomas COEX/AFP)
Un hombre observa la placa conmemorativa colocada cerca del Bataclan, donde los yihadistas mataron a 90 personas el 13 de noviembre de 2015. (Thomas COEX/AFP)

Los atentados del 13 de noviembre de 2015, cuyo juicio comienza el próximo miércoles, fueron una sucesión de acciones de varios comandos yihadistas que atacaron esa noche de forma casi simultánea en varios puntos del centro de París y en el Estadio de Francia, en Saint-Denis.

En total, los atentados causaron 130 muertos (cifra posteriormente elevada por las autoridades a 131 tras el suicidio de un superviviente) y más de 400 heridos.

Pero, además, también dejaron «falsas víctimas», entre ellos «estafadores» y «delincuentes» que intentaron aprovecharse de las indemnizaciones del denominado Fondo de Garantía de las Víctimas del Terrorismo y otras Infracciones (FGTI).

Uno de los casos más sonados es el de Florence M., de 49 años, que fue juzgada en marzo de 2018 en presencia de una decena de supervivientes de los atentados, miembros de la asociación de víctimas Life for Paris, donde esta mujer trabajó durante dos años y se convirtió en «indispensable» antes de que se destaparan sus mentiras.

Desde el banquillo de los acusados, Florence M. se disculpó con las víctimas, pero sin mirarles a la cara.

Otras quince personas han sido condenadas por estafa o intento de fraude, un «comportamiento escandaloso pero marginal», según el FGTI.

Espiral de mentiras

Florence M. obtuvo 25.000 euros del Fondo al inventarse una noche de terror en el Bataclan a partir de los testimonios de víctimas reales recabados por la asociación y gracias a la falsificación de las entradas del concierto atacado.

No era su primer intento. Cuando acudió a la comisaría para presentarse como víctima, llevaba una tobillera electrónica por una condena precedente a cuatro años de prisión por fraude y a un seguimiento médico obligatorio.

También estaban bajo seguimiento Cédric R. y Jean-Luc B., de 29 años, quienes también se unieron a la asociación de víctimas. Ante el tribunal reconocieron «la espiral de mentiras» que habían urdido, fruto de «un malestar general», según dijo el segundo.

Este malestar no impidió a Jean-Luc B. contactar hasta en doce ocasiones con el FGTI para obtener 77.000 euros y viajar a Londres o a Dubái, como apuntó el tribunal.

La terraza de ‘Le Carillon’, en París, otro de los lugares donde se produjeron los ataques del 13 de noviembre de 2015. (Thomas COEX/AFP)

Alexandra D., una treintañera, se convirtió en portavoz de ‘las terrazas’ de París atacadas y su imagen, con un tocado de flores en la cabeza, fue difundida por varios medios, entre ellos AFP.

Sin embargo, esta clienta asidua del café Le Carillon, que había previsto acudir también el día de los atentados, acabó confesando a finales de 2018, durante su proceso, que aquella noche no estaba allí.

Su cicatriz en un brazo, provocada por un accidente de kitesurf, se había convertido en una herida de bala. La joven explicó a los policías que se quedó «paralizada» bajo el cuerpo de un «amigo» e, incluso, identificó en fotos a uno de los autores del ataque.

Alexandra se benefició de un curso terapéutico y contactó en varias ocasiones con el FGTI para obtener una indemnización mayor, de 20.000 euros.

«No solo tarados; no solo estafadores»

«Lo último que queremos es ser víctimas –comenta Arthur Dénouveaux, presidente de Life for Paris–. Que la gente vaya por ese camino voluntariamente (…) es desgarrador e incomprensible».

«Con el paso del tiempo», las verdaderas víctimas han visto el «problema» sicológico de estas personas «marginadas», «sin amigos», que viven «en casa de su madre» como Florence M. y que encontraron refugio en una comunidad marcada por la «bondad absoluta», añade.

«No son solo tarados, ni tampoco son solo estafadores», subraya.

Aunque también los hay. Por ejemplo, una pareja de franceses recibió 60.000 euros al presentarse como víctimas del ataque en los alrededores del Stade de France.

Pero fueron desenmascarados cuando presentaron otra demanda, en esta ocasión, por el atentado de Niza del 14 de julio de 2016, que dejó 86 muertos, además del yihadista.

También había otra familia de «aprovechados» con un único objetivo: «el dinero y solo el dinero», según remarcó el tribunal que los condenó en 2018. La madre y dos hijos acabaron en prisión.

Más extraño es el caso de Serge D., verdadera víctima de un atentado en 1995 en una estación de tren de cercanías en París, que hizo creer que cenó en el restaurante Petit Cambodge cuando fue atacado. Una mentira vinculada al sentimiento de soledad y a la falta de atención médica después de lo vivido en 1995, tal como relató ante el tribunal.