Liberales y AfD luchan por el cuarto puesto con diferentes objetivos
Del Partido Liberaldemócrata (FDP) dependerá la formación del siguiente Gobierno alemán si para ello hiciera falta un tripartito. Prefiere un bipartito con la CDU aunque ahora arremete en su contra. La xenófoba Alternativa para Alemania (AfD) no se inclina por ninguna coalición.
A principios de agosto el líder del FDP, Christian Lindner, daba por decidida la campaña electoral. Según los sondeos, habría una mayoría para un bipartito con la Unión Demócrata Cristiana (CDU), que auparía al futuro canciller, Armin Laschet. Lindner reclamó el Ministerio de Hacienda para garantizar que de ninguna manera habría una subida de impuestos.
En campaña, el Partido Socialdemócrata de Alemania (SPD), del favorito y actual ministro federal de Hacienda, Olaf Scholz, opta por un impuesto especial a los altos ingresos para hacer frente a las deudas que Alemania ha tenido que contraer para hacer frente al covid. Lindner y su FDP evocan su mantra liberal, según el cual los impuestos estrangulan la actividad empresarial y el libre mercado regulará la situación.
Sin embargo, las encuestas colocan ahora a los liberales en una situación en la que dependerá de ellos si habrá un Gobierno de mayoría o no. Para ello tendrían que entrar en una coalición o con el SPD y los Verdes ecologistas, en otra de la CDU con los ecologistas o en una con SPD y CDU.
Ninguna de las opciones complace al FDP. La primera se llama en Alemania la «coalición semáforo» por el color con el que suelen identificar los partidos: rojo el SPD, amarillo el FDP y verde los ecologistas. En esta constelación sería el socio más pequeño entre dos grandes. Según las encuestas de Forsa, el SPD cuenta con el 23% de las simpatías, los Verdes con el 17% y el FDP con el 11%. «No puedo imaginar qué oferta podrían hacer al FDP el señor Scholz y la señora Baerbock», asegura Lindner.
Dado que el negro es el color de la CDU, un tripartito con los Verdes y el FDP se llama la coalición «Jamaica». En 2017 la canciller, Angela Merkel, (CDU) fracasó al intentar forjarla. Fue Lindner quien abandonó las negociaciones aduciendo que «es mejor no gobernar que gobernar mal». En esta constelación los Verdes podrían sentirse ahora muy incómodos porque Laschet no comparte su política climática.
La última opción de tripartito (CDU, SPD, FDP) se llama «Alemania» en alusión a los colores nacionales (negro, rojo, amarillo). De las tres Grandes Coaliciones con la CDU de Merkel, el SPD ha salido mermado. Su auge actual se debe a los errores de Laschet y a la tregua interna de Scholz con sus dos copresidentes Norbert-Walter Borjans y Saski Esken. Estos últimos pertenecen al ala izquierda, el candidato a canciller a la derecha. Si el SPD entero siguiera a Scholz dicho tripartito podría funcionar, pero él tiene a las bases y la cúpula en su contra. No tolerarían otra política de recortes sociales y de austeridad.
Además, el FDP ha de cuidar también a sus donantes. El empresario e inversor Frank Thelen donó medio millón de euros a los liberales y anuncia que abandonará Alemania en el caso de que hubiera un –poco probable– tripartito del SPD con los Verdes y el partido socialista Die Linke (La Izquierda).
Tal vez, la mejor opción para el FDP sería un gobierno en minoría con la CDU, lo que sería toda una novedad. Y un riesgo político porque aumentaría la importancia de la AfD. Por su discurso xenófobo y en parte incluso filofascista, los demás partidos han marginado a la formación (que se identifica con el color azul). Sus candidatos a canciller, Alice Weidel y Tino Chrupalla, rechazan participar en una coalición pese a que nadie se lo ha ofrecido. Con el 11% de simpatías en las encuestas, empata con el FDP y se disputa con los liberales la cuarta fuerza política.
«Con la AfD no hablaremos, no cooperaremos, no haremos coaliciones, nada...», ha asegurado recientemente Laschet en televisión. Sin embargo, en julio se refirió positivamente a la formación azul, porque le gustaron sus críticas a la ciencia. En Turingia, su comité regional votó, en 2020, junto con la AfD al liberal Thomas Kemmerich como ministro presidente, sin previo acuerdo de gobierno, solo para evitar otro tripartito de Die Linke con el SPD y los Verdes. La insólita acción se corrigió mediante una moción de censura que reinstaló la coalición a tres de Bodo Ramelow (Linke).
Entonces el cordón sanitario alrededor de los ultras quedó tocado. Y Laschet, con su ambigüedad, no lo ha reparado. Más bien se mantiene abierta esa opción para más tarde. En varios estados federales la derecha solo regresará al poder con un «trifachito» a la alemana. Esa posibilidad sube en la medida en la que la CDU baja puntos.
El problema particular de la AfD es que, ante la falta de refugiados, ha perdido su tema-tótem. También se va Merkel, a la que tacha de «dictadora» por las restricciones anti-covid. Por eso, la AfD tiene en su punto de mira a los Verdes cuya defensa de la convivencia multicultural choca con su nacionalismo etnicista.
Además, intenta captar apoyos entre el movimiento negacionista de los Querdenker (pensadores inconformistas) y los no-vacunados. Por el momento cuenta con el apoyo electoral de su núcleo duro, que se mueve alrededor del 11%. Con los votos, la AfD recibirá subvenciones millonarias para financiar la fundación que se encargará de marcar la ideología de la formación xenófoba.