Josep SOLANO

Nuevo primer ministro en Japón: Que todo cambie para que todo siga igual

La investidura del nuevo primer ministro japonés, Fumio Kishida, revela el enésimo giro lampedusiano del Gobierno nipón.

El nuevo primer ministro, Fumio Kishida, junto al titular de Exteriores, Toshimitsu Motegi. (YOSHIKAZU TSUNO-AFP)
El nuevo primer ministro, Fumio Kishida, junto al titular de Exteriores, Toshimitsu Motegi. (YOSHIKAZU TSUNO-AFP)

La Dieta Nacional de Japón ha proclamado esta semana sin sorpresas de última hora como nuevo primer ministro del país a Fumio Kishida, después que el pasado miércoles fuera elegido como líder del Partido Liberal Democrático (PLD).

Kishida sucede al primer ministro saliente, Yoshihide Suga, quien llegó a cuotas de impopularidad jamás vistas por su gestión en la quinta ola de la pandemia y por su defensa de la celebración de los Juegos Olímpicos de Tokio.

Kishida, que se ha convertido en el centésimo primer ministro del país del sol naciente, ha decidido no perder un segundo y convocar elecciones generales para el  31 de octubre, aprovechando así la reducción de casos de covid-19 y el ambiente de apoyo popular al recién constituido gabinete de ministros.

En las elecciones internas del PLD, celebradas la semana pasada, Kishida no era el favorito en las encuestas y era uno de los menos populares entre los cuatro candidatos.

Pero su pertenencia a una familia con un abolengo político de más de tres generaciones, su larga experiencia como ministro de Exteriores entre 2012 y 2017 y su liderazgo de una de las principales facciones del partido aseguraron su nominación como presidente del partido, hecho que, de facto, supone el cargo de primer ministro.

Desde que perdió las primarias del partido el año pasado ante Suga, Kishida ha buscado un contacto más cercano con los ciudadanos tanto a nivel personal como a través de las redes sociales para revertir su reputación político frío y lejano, en la que incidían las encuestas.

Conocido como un moderado con brazo de hierro y guante de seda, el nuevo primer ministro nipón ya se apresuró en la campaña de las primarias a prometer medidas populares, en el enésimo giro lampedusiano del eterno partido gobernante japonés.

Kishida inició su campaña de primarias del partido comprometiéndose a reducir la desigualdad aumentando los ingresos de la clase media y prometió apoyo a las personas económicamente vulnerables, como los trabajadores no regulares y las familias con niños pequeños.

En su lucha por el liderazgo de los liberal-demócratas, se comprometió a cambiar las políticas neoliberales de las anteriores administraciones y asegurarse de que la gente común pueda disfrutar de los beneficios del crecimiento económico, renegando de las medidas económicas de otro de sus predecesores en el cargo y primer ministro en su época de jefe de la diplomacia japonesa, Shinzo Abe (Abenomics).

Más allá de esta aparente ruptura con las políticas neoliberales que los sucesivos gobiernos nipones ha impuesto en las últimas dos décadas, el flamante primer ministro trabaja en un paquete económico por valor de «decenas de billones de yenes» para ayudar a las personas y empresas afectadas por la pandemia.

Con alrededor del 60% de la población japonesa completamente vacunada y las infecciones a la bada, Kishida será el máximo responsable en dirigir el levantamiento gradual de las restricciones a la actividad social y empresarial y de abrir las fronteras a los turistas extranjeros, cerradas completamente desde la primavera del año pasado.

En política exterior, su talante negociador y de creador de amplios consensos no será incompatible con el hecho de que Japón busca reforzar la cooperación con EEUU para contrarrestar la creciente pujanza militar y el desafío de China.

Analistas consultados por diferentes medios también consideran que Kishida puede allanar el camino para emprender una nueva ronda de negociaciones con el líder norcoreano Kim Jong-un y contribuir a la estabilidad en el este de Asia.

A pesar de este nuevo talante, el nuevo primer ministro ha decidido mantener a los actuales ministros de Defensa, Nobuo Kishi, y de Exteriores, Toshimitsu Motegi, ante lo que se ha interpretado como un claro mensaje de la invariable estrategia japonesa ante el creciente poder militar de China y las crecientes tensiones en el estrecho de Taiwán.

Prueba de la continuidad de su acción exterior y al igual que sus predecesores Yoshihide Suga y Shinzo Abe, Kishida confirma la estrategia que Japón trabajará para lograr un «Indo-Pacífico libre y abierto», en respuesta a los movimientos expansivos y reivindicativos de Pekín en los mares del sur y este de China. El nuevo gobierno no se desmarcará de la política de sus predecesores,  que han saludado y dado la bienvenida al acuerdo de seguridad entre EEUU, Gran Bretaña y Australia, conocido como Aukus.

Queda aún por ver qué pasos dará con respecto a otra polémica permanente en las relaciones entre Japón y varios de sus vecinos, que fueron víctimas del imperialismo nipón en la Segunda Guerra Mundial.

Kishida afirmó que «considerará» si visita el santuario Yasukuni, donde descansan los restos de combatientes japoneses de la época y que alberga memoriales de considerados criminales de guerra. Pasadas visitas de primeros ministros a este santuario han desatado serios conflictos diplomáticos con Corea del Sur y China.