Iñigo Garcia Odiaga
Arquitecto

En la zona oculta

En todas las grandes ciudades existen lugares ocultos. La ciudad, especialmente para el turista, es un sumatorio de fachada, de rostros de edificios que protegen interiores privados, jardines o patios de manzana reservados a los residentes. Paseando por ciudades como París, a veces vislumbramos su lado oculto, cuando un porche parcialmente abierto desvela una riqueza inesperada, una atmósfera tranquila y apacible, o un jardín interior, que da un sabor particular al corazón de la ciudad entre los bloques residenciales.

Estos destellos de intimidad, la poesía de estos espacios urbanos ocultos, refleja el valor de una ciudad real, habitada, y que en cierto modo se protege de la presión turística gracias a canales ocultos y privados. Por ese motivo esos descubrimientos inesperados son alentadores; porque, cuando desde la calle, a través de la entrada principal de un bloque de viviendas, adivinamos una densidad vegetal inusual, un patio o un espacio público, este se erige como una invitación.

En el año 2012, el estudio Mars architectes fue contratado por una inmobiliaria para hacer un estudio sobre todas sus propiedades en París, e identificar las áreas que podrían ser construidas debido a los cambios realizados en el plan urbano de la capital francesa. Como resultado de aquel estudio, se ha desarrollado y finalizado este proyecto en la cara oculta de la ciudad. Finalizado en octubre de 2020, este nuevo bloque de viviendas está ubicado en el duodécimo distrito de París, en la avenida de Saint Mand, y se sitúa encerrado en el corazón de una manzana, rodeado por un complejo de apartamentos construido en los años 70.

En oposición a la calle, esta situación tan singular en el interior de un patio, revela un jardín que evoca un sotobosque lleno de helechos, plantas tapizantes y árboles, como una transición entre dos universos: el urbano y el privado. Cruzando el edificio que construye la calle, al final de un camino que serpentea entre la maleza se encuentra el proyecto, un bloque de madera rigurosamente estructurado, que evoca los templos japoneses y reinterpreta la modernidad.

El proyecto ha permitido renovar completamente este emplazamiento y, en un plano más global, reflexionar sobre la vivienda colectiva y sobre el enfoque medioambiental que se plantea aquí para crear un nuevo modelo urbano sostenible capaz de hacer crecer, de densificar la ciudad. El alzado queda ordenado por unos generosos balcones, que protegen las persianas y las carpinterías de las inclemencias del tiempo. Las terminaciones de los elementos estructurales que se enfrentan a la intemperie están protegidas con pintura blanca, poniendo en evidencia así el ritmo de la fachada.

Es precisamente esa sucesión de capas y filtros entre la calle bulliciosa y la propia vivienda, la que la dota de un carácter especial y de cierta calidad. La vuelta a casa es atravesar todos esos filtros, un punto fundamental en la calidad y en la percepción positiva de un hogar, un punto bisagra donde se produce la necesaria separación entre lo íntimo y el mundo exterior.

Desde un punto de vista constructivo, el proyecto tenía que ser ejemplar en las cuestiones medioambientales, siguiendo las preocupaciones actuales: en cuanto al uso de la luz, el aire y los materiales. Todos estos matices se vieron además condicionados por la propia ubicación del edificio, ya que toda la obra se realizó atravesando el aparcamiento que conecta la calle con el corazón del bloque a través del sótano, un túnel de dimensiones extremadamente reducidas 3,5 m de ancho x 2,3 m de altura libre. Por lo que todos los elementos de la construcción debían pasar por ese espacio, teniendo en cuenta además un limitación en su peso, ya que debían ser movidos con facilidad. Esa necesidad de despiezar el edificio, con elementos relativamente ligeros, es la que condujo a una construcción de madera, empleada tanto para la estructura como para la fachada.

Detalles importantes

La innovación técnica no se limitó a la elección del material. Si bien es esencial trabajar sobre el origen de los materiales para limitar la huella de carbono y que la madera, por ejemplo, provenga de bosques certificados, también es imprescindible prestar atención a los detalles constructivos: ensamblajes, ritmos, proporciones, tipos de madera, para no estropear todo el trabajo realizado usando, por ejemplo, colas o barnices tóxicos o contaminantes.

Aparte de la calidad inherente natural de la madera, la observación de los plazos, la precisión de la prefabricación para poder construir la obra pasando por ese diminuto túnel y la calidad artesanal de los carpinteros; la elección del material se convirtió en vital en el diseño de una arquitectura racional y modular capaz de proponer una mirada singular sobre como habitar estos espacios de la ciudad. El valor añadido de la madera se ve ampliado por la racionalización de la construcción y por la modularidad propuesta.

Este diseño de una estructura modular rigurosa, se ve compensada por la capacidad de adaptación de los diferentes espacios abiertos, capaces de cambiar durante la vida del edificio. Esta construcción propone por lo tanto un modo de habitar ciertamente singular, por un lado ofrece las ventajas de la máxima centralidad de una metrópoli como París, y por otro lado la paz, y la flexibilidad de una villa en el campo. En el fondo un intermedio en la vida más urbanita y la rural, gracias a ocupar la cara oculta de la ciudad.