«Los Rougon-Macquart» de Emile Zola, la fotografía escrita de un mundo
El dinero y el poder de los Rougon, el alcoholismo y la pobreza de los Macquart. La brillante saga de Emile Zola, un escritor sin filtros, cumple 150 años este 14 de octubre.
La mayoría de la gente conoce a Emile Zola por su poderoso “J'accuse”, el larguísimo artículo publicado en el periódico “L'aurore” en 1898 en defensa del capitán Alfred Dreyfus. Acusado de ser espía de Alemania, por lo menos oficialmente, el militar sufrió también una asfixiante campaña antisemita qué llevó a Francia a dividirse, como en un partido de fútbol, entre ‘dreyfusards’ y ‘anti-dreyfusards’.
El resultado para el capitán fue el exilio a la Isla del Diablo, y para Zola, el reconocimiento como mayor literato francés de aquella época, el más «engagé», es decir, el más comprometido.
Leer hoy en día el ‘‘J’accuse’’ es realmente impactante. Allí dentro está todo Zola, un verdadero cirujano de la literatura que entra en carne viva en los temas que trata. Por cada acusación contra Dreyfus, una respuesta, detalle a detalle, con un estilo de escritura sólido y directo, como una bala.
Pero el de ‘‘L’aurore’’ era un artículo, mientras que su obra más personal, igual más trabajada, había sido el ciclo de novelas de ‘‘Los Rougon-Macquart’’, cuyo 150 aniversario se celebra este 14 de octubre.
Ningún optimismo
En el Panthéon de París, las tumbas de Victor Hugo y Emile Zola están cerca. Encima de la primera hay una rosa roja, porque claro, las obras maestras del gran escritor nacido en Besançon han sido más impactantes y espectaculares respecto a temas como el amor o la pasión. “Les misérables”, por ejemplo, con sus personajes que a veces parecen existir solamente para expresar sus sentimientos (Jean Valjean, Fantine, Cosette y Marius son los más destacados), un trabajo colosal que es también una fotografía de la vida en París en torno a 1830, tiempo de grandes revoluciones e ideales.
Con todo, el objetivo de la novela no es mostrar la capital francesa, sino temas más altos y elevados. En ese sentido, es una obra optimista. Como optimista, y más espectacular aún, es ‘‘Notre Dame de Paris’’, el primer gran éxito de Victor Hugo, el cuento que mezcla al jorobado Quasimodo y la gitana Esmeralda, personajes representantes de una pura pasiòn.
Pero Victor Hugo era un hombre «larger than life», bulímico incluso en la cantidad de sus amantes o, como decía Jean Cocteau probablemente exagerando, «un loco que se creía Victor Hugo». Un inmenso intelectual que más que ver el mundo en que estaba quería expresar cómo ese mundo hubiera debido desarrollarse. Hay frases que son realmente sentencias, más ensayo que novela En “Los miserables”, las páginas sobre la batalla de Waterloo, donde por supuesto Victor Hugo nunca había estado, bien podrían ser las de un reportero que, por contra, hubiera visto todo.
Cuando el 14 octubre del 1871 sale a la venta “La fortune des Rougon”, primera novela de la saga de Zola, hay mucho Victor Hugo por dentro. En algunas partes del libro parece estar en las barricadas de Paris con Gavroche, el chavalillo que encara al Ejército sin armas y cae muerto. Hay jovenes idealistas y amores clandestinos, una mujer infeliz que tiene dos hombres (Rougon y Macquart) en una provincia francesa lejana de Paris, la zona de Aix-en-Provence donde había nacido Emile Zola, hijo de un italiano.
Sin embargo, no hay sitio para un final optimista en el ciclo de ‘‘Los Rougon-Macquart”, que tiene como subtitulo “Historia natural y social de una familia durante el Segundo Imperio”. Cada novela, incluso la primera que contiene algo de luz, algo de positividad, lleva unos cuantos perdedores en sus paginas.
Más que novelas, los libros son casi reportajes, radiografías detalladas de un periodo histórico bien situado más o menos entre el 1840 y el 1871, el año posterior a la gran derrota, a “La débacle” que había sido la guerra entre Francia y Prusia culminada con la captura del emperador Napoleon III en Sédan y el nacimiento de otro imperio, el de la Alemania unificada en Versailles.
Por cierto, “La débacle” es tambièn el título de una de las 20 novelas del ciclo de ‘‘Los Rougon-Macquart”, una historia que se desarrolla en los meses de la guerra franco-prusiana. No hay sitio para reflexionar, para proponer un mundo ideal. Emile Zola fotografía, de manera a veces hasta fría, lo que ve frente a sus ojos a traves de sus personajes, creados por su imaginación pero también inspirados en la vida real. Un trabajo más de periodista que de puro intelectual.
Sabemos que aquel emperador, “Napoleon le Petit” como lo llamaba el mismo Victor Hugo, “Napoleon el Pequeño”, no le gustaba. Pero Zola se concentra en describir la situación de la Francia de la época del sobrino del gran Bonaparte sin hablar expresamente de él.
Da a sus lectores un plato tan real como es posible, al estilo naturalista, como han explicado los críticos. Parece casi tocar el mismo aire que respiran los protagonistas, los olores de la tierra sobre la que caminan, las voces de fondo de la gente de los mercados.
Lo hace Zola utilizando como un cuchillo el método científico, explicando que si una persona es así lo debe a sus antepasados, y que no hay vuelta atrás. Esta es la verdadera revolución estilística de un escritor que ya con las obras anteriores al ciclo de “Los Rougon-Macquart”, “Therèse Raquin” y “Madeleine Férat”, habia desarrollado esta técnica, llegando casi a novelas negras.
Ocurre sobre todo en “Madeleine Férat”, obra maestra no muy conocida de Zola, donde el tema principal de la obra es la fisonomía: resumiendo, una familia se rompe en mil pedazos cuando el padre se da cuenta que su hijo no se le parece demasiado y cree que su mujer (Madeleine) lo ha traicionado con su anterior amante.
Personajes inolvidables
Pero ¿quiénes son estos Rougon-Macquart? Dos ramas de una familia cuya raíz es una mujer, Adelaide, un poco neuròtica, que se casa antes con el jardinero Rougon y luego con el contrabandista Macquart. Desde ahí, de generación en generación todo se desarrolla y vamos siguiendo de cerca, libro tras libro, las historias de los miembros de estas dos familias.
El ala de los Rougon está más interesado en el dinero y el poder. Los tienen en su personalidad casi como una obsesión, una tarea mental. En esto Zola recuerda a Hugo, que en “Les misérables” pone esta caracteristica, la obsesiòn por el dinero, en la desagradable familia de los Thénardiers.
Por contra los Macquart, más desafortunados, tendrán vidas generalmente horribles, afectados por alcoholismo y pobreza. Porque el segundo marido de Adelaide, el contrabandista, había sido alcohólico. Aunque nadie realmente termina bien, porque algunos de los Rougon acabarán destrozados tanto fisica como moralmente, al igual que sus primos lejanos Macquart.
Zola insiste en señalar que las culpas físicas y sicológicas de los padres dejarán tocados a los hijos si o si, y de eso no se puede escapar. Y que el dinero, la codicia y el hambre de poder, las «enfermedades» de los Rougon, son tan graves como el alcoholismo.
Cabe recordar que en aquella época la psicoanalítica de Freud acababa de dar sus primeros latidos, y que sobre todo Francia, cuna del anticlericalismo desde la Revolución de 1789, ostentaba una gran tradición de confianza en la ciencia gracias también al positivismo, cuyo fundador era de Montpellier: Auguste Comte.
¿Es la de Zola una literatura solamente «positivista», entonces? ¿Son ensayos científicos? Por supuesto que no En las páginas de las 20 novelas encontramos personajes enormes y en algunos casos casi conmovedores. Es imposìble nombrarlos todos, pero algunos sobrealen por importancia y por lo que han dejado en el imaginario colectivo. Y además vuelven, de libro en libro, como en “La Comedie Humaine” de Honoré de Balzac, que habla de una generaciòn anterior a la de Napoleon III.
En el lado de los Rougon, sin duda entre los mas potentes está Aristide Saccard, protagonista de dos novelas: “La curée” y “L'argent”. Es el nieto de Adelaide y sobre todo hermano de Eugène, diputado y luego ministro. Gracias a las informaciones que recibe desde el mundo de la política, Saccard se lanza a maniobras especulativas exageradas, hasta fundar un banco, el Banco Universal, que atrae inversores y que acabará con un espectacular fracaso.
Zola aquí se convierte de nuevo en periodista, su primer y principal trabajo, porque la historia de este Banco Universal está realmente inspirada en hechos reales. El del escritor es ya un “J'accuse” implícito a la economia parasitaria, convencida de multiplicar el dinero sin favorecer el trabajo y el bienestar, sino mediante y noticias exclusivas solo para «listillos».
Más duros son algunos personajes del ala Macquart. En “L'assommoir”, Gervaise, nieta de Adelaide y de Macquart, es una alcohólica con una vida penosa y extremamente pobre: sus únicas razones para seguir, excluidos sus hijos, son las borracheras en un lugar sucio y mísero, llamado “L'assommoir” (“La taberna”, en español). Una de sus criaturas, Nanà, prostituta de alto nivel, protagonizará otra novela de la saga.
Con Zola no faltan los temas sociales. “Germinal” es probablemente la obra mas conocida de todas las 20 de ‘‘Los Rougon-Macquart”. Etienne, otro hijo de Gervaise (personaje fundamental del ciclo), participa en los motines contra las explotaciones en las minas de Montsou, en el norte de Francia. Un antihéroe, este chaval, destinado a un final agridulce.
Un poco como su hermano Claude, protagonista de “Le ventre de Paris”, título de una novela que se ha convertido casi en expresión para nombrar los problemas internos de un determinado lugar. El vientre de la capital francesa es el mercado de Les Halles, donde la burguesía triunfante va de compras cada día y donde los vendedores son todavía más reaccionarios, según Zola: si ven alguien delgado y con barba, lo tildarán de peligroso socialista o revolucionario. Es lo que le pasa a Claude, pintor, que llega a París y conoce a su tía Lisa, hermana mayor de Gervaise y propietaria de una charcutería en Les Halles. La mujer llegará a denunciarlo a la Policía como subversivo por haber tomado parte en algunas reuniones de grupitos de izquierda.
Son obras maestras que Zola escribe en una veintena de años y no sin sufrimientos, porque el mismo personaje de Claude Lantier está inspirado en su mejor amigo de la adolescencia y de la madurez. Y no es un cualquiera: se trata de Paul Cézanne, extraordinario artista impresionista y protocubista en sus últimas obras. “L'ouvre” es la novela que supuestamente rompe la amistad entre Zola y Cezanne, cuando el pintor se da cuenta que es él aquel hombre sin personalidad y decepcionado por la vida que se mata colgandose de su último enorme cuadro. Algunos estudios recientes han ido profundizando en el asunto.
Pero Zola era así: la realidad que veía y que documentaba no necesitaba filtros, como en “J'accuse”. Si pensaba que la modernidad iba a crear verdaderos monstruos, como el ferrocarril (“La bete humaine”) o los centros comerciales (“Au bonheur des dames”), lo escribía sin ningún miedo. Esta ha sido su grandeza, el aspecto de su arte que lo ha llevado a la altura de los imprescindibles de la literatura mundial.