De Busturia a un crematorio de Praga: la lucha por rescatar la memoria del gudari Anjel Lekuona
Tras una larga investigación, Anton Gandarias ha logrado localizar las cenizas de su tío Anjel Lekuona, un gudari que, tras huir al Estado francés después de la Guerra del 36, fue detenido por los nazis, trasladado a un campo de concentración y, posteriormente, fusilado e incinerado en Praga.
La investigación que Anton Gandarias, Unai Egia y Antonio Medina han desarrollado durante años ha dado sus frutos, y han conseguido localizar las cenizas de 6 combatientes antifranquistas en la Guerra del 36 que fueron fusilados e incinerados por los nazis en 1945 tras pasar por campos de concentración. Gandarias ha contado a NAIZ la historia de su tío, el busturiarra Anjel Lekuona, y cómo ha dado con sus cenizas en la capital de la República Checa.
Según explica Gandarias, su madre tenía guardada desde julio de 1945 una carta recibida en la casa familiar de Busturia. En ella, el urruñarra Gregorio Uranga avisaba de la muerte de Anjel Lekuona, ocurrida meses antes a manos de los nazis, y señalaba algo esencial: «Fue incinerado en Praga». «Estoy convencido que entre los presos del campo de concentración tenían un pacto en el que decidieron que si alguien salía vivo informaría de lo sucedido a las familias del resto», sostiene Gandarias.
Tras leer aquella carta, allá por el año 2000, Gandarias comenzó a investigar lo sucedido. «Empecé a revolver por internet en busca de más información. Había temporadas en las que me desanimaba porque no conseguía avanzar, pero de vez en cuando alguien me enviaba nueva información para seguir tirando del hilo». Fue en 2006 cuando pudo dar un salto en su investigación. Una persona de Mallorca le mandó documentación sobre el campo de concentración de Buchenwald (Alemania), donde había estado su tío durante dos meses, en 1944.
De la lucha antifranquista al campo de concentración nazi
Lekuona fue a parar a ese campo después de un largo periplo por Europa occidental tras huir del franquismo. Nacido en 1913, era el mayor de once hermanos de una familia de Busturia. Un año después del golpe de Estado, en 1937, y tras bombardear Gernika, los franquistas entraron en Busturia. Arrestaron a varios vecinos, siete de los cuales fueron fusilados en agosto de ese año. «Mi tío, visto eso, decidió huir y unirse a la resistencia. En Asturias o Cantabria cogió un barco que le llevó al sur del Estado francés y de ahí entró a Catalunya, que todavía permanecía fiel a la República», narra Gandarias.
Según las investigaciones de su sobrino, Lekuona se alistó en la 142ª Brigada Vasco Pirenaica, organizada por el Gobierno Vasco en el exilio para unificar todos los batallones de gudaris que quedaban desperdigados por el Estado español. Estuvo en la batalla del Ebro y desde ahí, retrocediendo por la ofensiva franquista, llegó a Catalunya y huyó hacia el Estado frances, entre enero y febrero de 1939.
Lekuona quedó internado en el campo de refugiados de Argelès-sur-Mer, hasta que en abril de 1939 se trasladó al campamento de Gurs. En el mes junio salió de allí y comenzó a trabajar en la empresa maderera Lombardi & Morello, en el pueblo de Arudy, donde hubo bastante resistencia antifascista.
Sin embargo, en el transcurso de la Segunda Guerra Mundial, la Wertmacht alemana conquistó el territorio francés y, en julio de 1943, Lekuona fue detenido por la Gestapo e internado en el Fort du Hâ (Burdeos) para posteriormente ser trasladado al campo de concentración de Compiegne, al norte de París.
El 17 de enero de 1944 fue trasladado a Buchenwald y en marzo a Hradischko (Chequia), un campo dependiente de Flossenburg. En 1945, el empuje de los soviéticos puso a los nazis en retirada y las SS comenzaron a fusilar a algunos de los detenidos. El 9 de abril de 1945 mataron a decenas de presos, entre ellos a Lekuona.
El buen hacer del encargado del crematorio
Como Hradischko no tenía crematorio propio, sus responsables decidieron quemar los cuerpos de sus víctimas en el crematorio civil de Strašnice, cerca de Praga. Es aquí donde sucede lo extraordinario de este caso.
El encargado de este crematorio, František Suchý, decidió desobedecer la orden que le habían dado desde las SS de hacer desaparecer las cenizas y, tras incinerar los cadáveres, puso las cenizas de cada persona en una vasija numerada, mientras que en una hoja apuntaba los nombres y apellidos, el día de defunción y el número que les había asignado a cada uno. Después escondió las vasijas, jugándose la vida.
Al conocer la historia de Suchý, Gandarias investigó lo ocurrido junto a Unai Egia y Antonio Medina. Hablaron con la embajada española en Praga y también con la delegación checa en Madrid, que designó a un investigador becado para que les ayudase desde la capital del país centroeuropeo.
Tras largas gestiones, el máximo responsable de los archivos penitenciarios, Aleš Kýr, y el encargado de los cementerios de Praga, Julius Mlčoch, les confirmaron que había seis personas con nacionalidad española en la lista que Suchý había hecho hacía décadas. Ahí estaba el nombre de Anjel Lekuona, con el número 62.559, y con más información: ‘muerto el 9.4.1945, cremado el 10.4.1945’.
También estaban los nombres de Rafael Moyá, de Andratx (Illes Balears); Antonio Medina, de Motril (Granada); Enric Moner, de Figueres (Girona); Pedro Raga, de Ulldecona (Tarragona); y Vicente Vila, de Alberic (País Valencià).
«Tengo la sensación de haber llegado a un punto inimaginable cuando empecé en esta investigación. Pero gracias a la valentía de František Suchý, padre e hijo y gracias a las investigaciones publicadas por el historiador checo Pavel Paleček, supimos de la existencia de este listado y, sorprendentemente, encontramos los nombres de estos seis prisioneros», señala Gandarias.
Recuperar las cenizas
Gandarias también ha sabido que en 1946, con los soviéticos al mando en la República Checa, las vasijas con las cenizas fueron sacadas de su escondite y se colocaron en un lugar concreto del crematorio a modo de homenaje. De hecho, cada 8 de mayo, día de la liberación del país del nazismo, se celebran actos conmemorativos en el crematorio.
Los familiares de las personas incineradas en la capital checa están intentando repatriar las cenizas de sus seres queridos, pero no será fácil. Uno de los antiguos encargados del crematorio dijo que las vasijas no se encontraban en buen estado.
Sin embargo, Gandarias no pierde la esperanza y ya ha comenzado las gestiones con las autoridades competentes para poder recuperar las vasijas, aunque da la impresión de que las instituciones vascas y españolas no están muy por la labor de implicarse. El Estado francés ya recuperó las vasijas de sus compatriotas en 1948.
«Ahora es el momento de que estos seis luchadores puedan volver, en una urna, pero regresar a sus casas», remarca Gandarias.
Para él, lo verdaderamente importante, además de haber encontrado las cenizas, es que se está recuperando la memoria de estas personas. Según estimaciones hechas gracias al trabajo de Etxahun Galparsoro, alrededor de 250 vascos de Hego Euskal Herria pasaron por campos de concentración.
«También hay que tener en cuenta las circunstancia en las que salieron los supervivientes de estos campos. No pudieron regresar al estado español, a no ser que quisieran volver a ser juzgados por el régimen franquista, y tuvieron que quedarse en Francia o en otros países europeos y rehacer sus vidas. Muchos de ellos volvieron una vez muerto el dictador, pero otros no volvieron a ver la tierra que los vio nacer, ni a su familia», añade Gandarias.