Alemania se acerca a una «navidad terrible»
El covid-19 campa a sus anchas en Alemania como nunca antes en los dos años de pandemia. No pasa un día sin el que la incidencia y el número de nuevos infectados batan un nuevo récord. Las razones que explican el insólito auge de la cuarta ola son múltiples.
En un solo día, ayer se registraron 65.000 nuevos infectados en Alemania. La incidencia acumulada a 7 días se dispara a 337 casos por cada 100.000 habitantes, una incidencia a nivel nacional que varía entre el oeste y sureste alemán. El brote sólo puede sorprender a la casta política que, inmersa en varias campañas electorales hasta finales de setiembre, ha preferido ignorar la presencia del virus. «No habrá otro confinamiento», decretó entonces el entonces candidato a canciller del Unión Demócrata Cristiana (CDU), Armin Laschet. Después de siete meses con casi todas las tiendas y lugares de ocio cerrados, tanto él, ministro-presidente de Renania del Norte-Westfalia, como sus 15 homólogos se apresuraron a levantar las restricciones. Incluso faltaba poco para declarar el «día de la libertad». Aquellas voces que alertaron de que se iban a repetir los errores del verano de 2020 fueron tachadas de alarmistas y pesimistas. El virus ha aprovechado todas las oportunidades que se le ha prestado desde entonces.
Ha ido a por los no vacunados, un 30% de la población total. Entre ellos se hallan no solo negacionistas, como la diputada de la xenófoba Alternativa para Alemania (AfD), Alice Weidel, sino también las personas menores de 12 años para las que aún no hay vacuna. Demasiado tarde se empezó a vacunar a la población joven. Por supuesto, nadie se preocupó de controlar a las personas que volvían infectadas de las vacaciones.
Después se decretó, por ejemplo, que el alumnado ya no tenía que llevar mascarilla en el aula. Paralelamente se optó por ignorar el crecimiento exponencial de las infecciones permitiendo que, por ejemplo, miles de personas pudieran celebrar el carnaval en Colonia –sin mascarilla, sin distancia– la semana pasada.
La imprudencia temeraria la paga de nuevo la población mayor de 80 años cuyas vacunas dejan de ser eficientes. A ellos hay que añadir a aquellos vacunados con un sistema inmunológico tocado. Todas las medidas que se puedan tomar ahora, servirán, como mucho, para evitar una quinta ola. La actual sigue creciendo y llenando las UCI. 50 comarcas ya no tienen capacidades y han de desviar sus pacientes a otros hospitales. Alemania se acerca al punto de ver saturado su sistema de sanidad y de tener que pasar a un sistema de triaje, un extremo que hasta ahora siempre se ha podido evitar.
En medio de esta crisis se ha declarado el fin de la «situación epidémica de alcance nacional» para finales de mes. En su lugar, el Bundestag acaba de ampliar la ley de protección ante infecciones acompañada con una fuerte discusión sobre su eficiencia.
Ante el silencio de la canciller en funciones, Angela Merkel, el presidente del Instituto Robert Koch y responsable de la lucha contra epidemias, Lothar Wieler, ha hablado sin tapujos en un debate público. Primero ha constatado que detrás de las cifras oficiales hay al menos el doble o el triple de infectados no registrados. Segundo, ha subrayado que el 0,8% de los infectados confirmados va a morir, o sea, unos 400 de 50.000. «Nadie podrá ayudarles ni siquiera con la mejor atención médica», afirma. Hasta ahora Alemania ha registrado unos 99.000 fallecidos a consecuencia de la pandemia.
Ante una «Navidad terrible», Wieler aboga, entre líneas, por cerrar de nuevo lugares de ocio porque siguen siendo los mayores focos de infección. La política, en cambio, se inclina por abrir los tradicionales mercadillos de Navidad para los vacunados y curados, ignorando de nuevo la realidad.