Ion Salgado
Aktualitateko erredaktorea / redactor de actualidad

Críticas a la estrategia de Lakua: «Tomar como base 2005 denota falta de ambición climática»

El antropólogo Emilio Santiago Muiño y Adrián Almazán han comparecido este martes en el Parlamento de Gasteiz, criticando algunas de las medidas implementadas por Lakua, como la Estrategia Vasca de Cambio Climático o la Ley de Administración Ambiental de la CAV, conocida como 'Ley Tapia'.

Emilio Santiago Muiño ha intervenido por videoconferencia en la ponencia parlamentaria. (PARLAMENTO VASCO)
Emilio Santiago Muiño ha intervenido por videoconferencia en la ponencia parlamentaria. (PARLAMENTO VASCO)

Emilio Santiago Muiño, investigador y docente que participa en el Grupo de Investigación Transdisciplinar sobre Transiciones Socioecológicas y forma parte del del claustro del Programa de Estudios Independientes del MACBA de Barcelona, ha comparecido este martes en la Ponencia para el estudio de la descarbonización de la CAV, radicada en el Parlamento de Gasteiz, donde ha lanzado un recado al Ejecutivo autonómico: las medidas y las estrategias diseñadas hasta la fecha no son suficientes para hacer frente a la emergencia climática.

«Los horizontes de transición que apunta la política a medio plazo de Euskadi, y cito la Estrategia Vasca de Cambio Climático, son mejorables. Porque tomar como base el año 2005 es una decisión política que denota falta de ambición climática, y más después de la COP26 de Glasgow», ha manifestado. Y ello tras advertir de que «llevamos 40 años haciendo mal la contabilidad de emisiones», y «la situación es muchísimo peor de lo que nos habíamos estado contando».

Por ello ha insistido en que «toca hacer los deberes», y ha remarcado ante los parlamentarios presentes en la ponencia que «una reducción del 80% de emisiones con el año 2005 como base es una objetivo obsoleto y climáticamente irresponsable».

«Los países de la OCDE, si quieren introducir una dimensión de justicia climática en sus propuestas de reducción de emisiones deberían apostar por una reducción de un 55% de emisiones en 2030 con el año 1990 como base, adelantando la descarbonización una década», ha señalado, antes de hacer hincapié en que se trata de un objetivo «técnicamente muy difícil, imposible de cumplir si no se produce una fuerte transformación del sector del transporte».

Ha subrayado que se trata de un horizonte que, «además de las exigencias de la ciencia, tiene en cuenta la justicia climática, las responsabilidades comunes pero diferenciadas». En este sentido, ha lanzado una pregunta a los presentes: «¿Cuántos materiales críticos estamos dispuestos a acaparar a costa de negar el acceso a otros, a otros pueblos y a otras generaciones?». Y ha aseverado que ya no sirve «una economía vinculada a una expansión permanente de su esfera material».

Criticas a la 'Ley Tapia'

La idea del decrecimiento también ha sido planteada por Adrián Almazán, de Ekologistak Martxan, que ha plantado una «disyuntiva». «La naturaleza básica de los productos que podemos utilizar es limitada, pero el capitalismo industrial nos impone un crecimiento exponencial», ha explicado, y ha planteando una transformación «radical de nuestra economía y nuestro modo de vida», defiendo la una desindustrialización. «Y sobre todo debemos apostar por energías realmente renovables, que en su producción y en su mantenimiento no dependan de energías no renovables», ha añadido.

A este respecto, ha aprovechado para criticar que la denominada 'Ley Tapia', provoca una «erosión muy profunda de la democracia local». «Hay comunidades y terrarios que quieren tener algo que decir sobre su relación con la energía, y se les sustrae esa posibilidad. El recurso de la producción de energía y su consumo se convierte en un ejercicio impositivo desde arriba».

A su juicio, «tendríamos que ir en la dirección contraria», instalando energías renovables «sin competir con la producción de alimentos, y sin competir con la poca vida y la poca biodiversidad que nos queda. No pongamos nuestros molinos eólicos, que vamos a tener que en 30 años y enterrar ‘in situ’, en los pocos reductos de biodiversidad que nos quedan en una provincia como Álava».