Esto no para, al contrario. La gran fiesta del cine indie se ha instalado en la velocidad de crucero. Hace días que dimos por terminados los calentamientos previos, así que se da por sentado que estamos en el tope de nuestro potencial (por mucho que el cansancio se note cada día más). O sea, que si entra en escena Nina Menkes, una de las voces mundialmente más autorizadas en lo que se refiere al análisis fílmico en clave de género, se espera de nosotros que tomemos buena nota, y que de una vez por todas, nos entren las lecciones en la cabeza.
La célebre directora y académica presenta ‘Brainwashed: Sex-Camera Power’ (traducido, «Lavado de cerebro: el poder entre el sexo y la cámara»). Se trata de un documental que durante dos horas, se dedica a desmenuzar algunas de las verdades sobre el cine (en cuanto a arte y en cuanto a industria) que siempre han estado allí, pero que hasta hace muy poco, parecían no importarnos. Si el movimiento MeToo ha servido, en parte, para que existan películas como estas, y para que puedan presentarse en plazas tan prestigiosas como la de Sundance, entonces ya habrá valido todo la pena.
Apoyándose en su propia voz y en la de otras directoras, actrices o teóricas, Nina Menkes se dispone a llevar a cabo un informe forense para el recuerdo. Esta clase magistral, a partir de reflexiones, entrevistas y una fuente de material de archivo interminable, señala el ‘male gaze’ (esa mirada masculina que intimida; que incluso ataca) como esa omnipresente herramienta de sometimiento de ellos a ellas. Porque el cine, con sus encuadres, sus montajes y sus narrativas (con sus relatos, vaya), puede ser así de perverso. Pero al mismo tiempo, entendiendo bien cómo opera, puede cambiarse la tendencia y conseguirse que tanto ellos como sobre todo ellas, no sean maltratados por la cámara… ¿no?
Pues bien, justo a continuación aparece Andrew Semans con ‘Resurrection’ y demuestra, para mayor desesperación, que no se ha enterado de nada. Su nueva película es, desde ya, una firme candidata a erigirse con el dudoso honor de ser el peor título de la temporada. Estamos, conviene recordarlo, en enero. Este thriller psicológico que enfrenta a Rebecca Hall con Tim Roth es malo, se mire como se mire, no tanto por la pobre calidad artística del conjunto, sino más bien por la toxicidad que emana de su retrato femenino. Suspenso doloroso en la única asignatura en la que hoy no se permitían errores.
La función trata, para entendernos, de una madre y exitosa mujer de negocios cuyo mundo se desmorona cuando su tiránico ex regresa del oscuro agujero en el que el destino parecía haberle relegado. Con ello, los fantasmas de un pasado traumático (o directamente infernal) inundan la pantalla. Y podría pasar como una denuncia a las intolerables situaciones de acoso que millones de mujeres tienen que sufrir, pero no. En realidad, es todo un increíble machaque en la psique torturada de la víctima, de alguien a quien se le niega toda posibilidad de escapar de tan lamentable condición.
«Pobre… es que está loca», parece decir el director, «¿Es que cómo no va a acabar loca?». Este es el único mensaje, y claro, así solo se refuerza el –monstruoso– status quo. Por suerte, a continuación aparece Julian Higgins y se disipa el mal sabor de boca. ‘God’s Country’ es un ejercicio de tensión tan clásico que huele a western de antes, solo que está protagonizado por alguien a quien, hasta hace nada, seguro que se habría intentado invisibilizar. La protagonista de la función es, para ponerle rostro, una Thandiwe Newton en uno de los mejores papeles de su carrera.
Ahora estamos en compañía de una mujer que acaba de perder la compañía del último ser querido que le quedaba. En una situación de extrema soledad (agudizada por el paisaje agreste donde vive), va a tener que enfrentarse además a las hostilidades causadas por un grupo de cazadores empeñados en entrar en su –remota– finca. En el meollo del asunto encontramos tensiones raciales, y también las despertadas por las brechas entre clases sociales… y cómo no, está esa asquerosa superioridad con la que los hombres se empeñan en relacionarse con las mujeres. Guion, actuaciones y puesta en escena impecables; todos los factores cinematográficos ofrecen soluciones, donde antes solo había problemas. Y por si fuera poco, Thandiwe Newton sigue aguantando la mirada cuando ellos piden que la aparte. Emociona y da esperanza con respecto a este cine que, ahora sí, por fin está llegando.