La plaza de Elorrio ha acogido este sábado un acto, organizado por la fundación Egiari Zor, en recuerdo de dos vecinos fallecidos en prisión; cada uno de una generación diferente, cada uno fallecido en circunstancias distintas pero con un denominador común: «La aplicación de medidas políticas excepciones como modus vivendi ha sido decisiva» para sus muertes, ha apuntado Ibon Garate, otxandioarra hermano de Ruben Garate, fallecido hace 22 años cuando regresaba de visitar a un amigo en la cárcel de Alcalá Meco.
El acto de recuerdo y este ejercicio de mantener viva la memoria de estos dos vecinos se repite anualmente en la localidad vizcaina, aunque este año tenía el añadido de que se cumple un cuarto de siglo desde la desaparición de Joxe Mari Aranzamendi ‘Katxue’. Entre el público asistente al acto de un mediodía helador en Elorrio, había, además de vecinos, compañeros de militancia y de cárcel, así como familiares y amigos de ambos jóvenes.
Los datos ofrecidos por Egiari Zor son reveladores: en las últimas seis décadas, han fallecido en prisión 38 presos vascos; de ellos 36 en las últimas cuatro décadas, y desde 2011, fecha en la que se produjo el cese de ETA, 13, entre ellos Arkaitz Bellon.
Sin condena, muerto en prisión
Un cuarto de siglo ha pasado desde que fuera encontrado muerto en su celda de Alcalá Meco Joxe Maria Aranzamendi ‘Katxue’. Estaba colgado de un conducto de ventilación con los pies sujetos y las manos atadas a la espalda. Era el 7 de febrero de 1997. Como ha apuntado en el acto de recuerdo uno de sus amigos, ‘Katxue’ era un joven que creció en el «ambiente sofocante» de aquel Elorrio del franquismo; un joven que quiso cambiar las cosas.
En su periplo vital quedó muy marcado por las cuatro ocasiones en las que fue detenido y las torturas que denunció. Murió sin ser juzgado ni, por tanto, condenado por un juez, ya que en la última detención ingresó en prisión y dos años después apareció muerto. Poco antes le habían anunciado que se alargaba su orden de prisión preventiva. En su informe aparecía que estaba deprimido; sus peticiones de ayuda sicológica no fueron nunca tenidas en cuenta.
Arkaitz Bellon ‘Pantxi’ también apareció muerto en su celda, fue el 5 de febrero de 2014. Le faltaban tres meses para salir en libertad, después cumplir una cuestionada sentencia de trece años de prisión por kale borroka. La autopsia dilucidó que fue una muerte repentina por «causas naturales», aunque sus amigos, como ha apuntado uno de ellos en el acto de Elorrio, no encuentran «nada natural en su muerte».
«Hiciste crac»
Era un joven deportista, hacía kick boxing, pero llevaba más de una década viviendo situaciones extremas, con palizas, huelgas de hambre y un periplo durísimo de cárceles en primer grado, en aislamiento. «Hace ocho años hiciste crac y nosotros contigo –ha dicho un amigo suyo–. Entonces algo se nos rompió a nosotros también para siempre. Así supimos que la palabra penitenciaría viene de ‘pena’. Y decimos que la muerte de Arkaitz no tiene nada de natural».
«En las últimas cuatro décadas, durante el periodo supuestamente democrático, 36 presos políticos vascos y 16 familiares de estos han perdido la vida en diferentes situaciones, debido a las medidas de excepción que se han aplicado de manera sistemática. Además, otras dos personas se suicidaron para evitar su ingreso en prisión. Estas muertes pudieron haberse evitado. Si los derechos humanos hubieran prevalecido por encima de la venganza, el castigo añadido, la seguridad o cualquier otra consideración, la realidad hubiera sido bien distinta. Estas muertes tienen algo en común: en todas ellas la aplicación de medidas políticas excepcionales como modus vivendi, ha sido decisiva. Negar la debida atención sanitaria, aplicar de forma arbitraria los protocolos contra las enfermedades incurables, las duras condiciones de vida dentro de la cárcel, aislamiento prolongado, clasificación sistemática en primer grado e inclusión en el fichero FIES, intervención permanente de las comunicaciones, alejamiento, dispersión... Como bien sabéis, estas medidas fueron la causa de las muertes de ‘Katxue’ y Arkaitz», ha apuntado por su parte, en nombre de Egiari Zor, Ibon Garate.
Unas muertes, ha apuntado, «evitables» y unas vulneraciones de derechos humanos provocados por una política penitenciaria «de excepción y que hay que sacar a la luz», ha dicho. En ese sentido, ha recalcado la necesidad de «reconocimiento, reparación y garantías de no repetición para seguir construyendo una nueva sociedad basada en la convivencia». Una sociedad que debe dotarse de una «memoria pública», confluencia de todas las memorias, no solo una única.