Parafraseando al difunto líder de la Revolución Bolivariana, Hugo Chávez, en su memorable discurso ante el plenario de la ONU, la situación en Ucrania «huele a azufre». Se siente el plomo sobre el cielo de Europa mientras todos hablan de una guerra tan inminente como fantasma que se apodera del discurso público y de las angustias colectivas. A tenor de la guerra de declaraciones y de las medidas que se van tomando, la distancia entre Rusia y Occidente se ha tornado tan larga como la mesa que separó al presidente ruso, Vladimir Putin, y al francés, Emmanuel Macron.
Según la prensa de EEUU, parece haberse instalado un rumbo de colisión inevitable y se anticipa el choque de trenes. Mientras sigue enviando aviones de carga repletos de armas al Gobierno de Kiev, Joe Biden habló ayer por teléfono con Putin y le advirtió por enésima vez de una «respuesta rápida y severa». Las aerolíneas internacionales, para disgusto del presidente ucraniano, Volodimir Zelenski, salen en espantada del espacio aéreo del país y crece la lista de gobiernos que urgen a sus ciudadanos a abandonar Ucrania de manera inmediata.
Después de que la Administración Biden reiterara el llamamiento a los ciudadanos estadounidenses que se encuentran en Ucrania para que abandonen el país «en las próximas 24-48 horas», Gran Bretaña, Dinamarca, Noruega, Estonia, Letonia, Países Bajos, Estado español, Japón, Canadá, Australia, Israel y Corea del Sur hicieron lo mismo. Sin embargo, ni el Estado francés ni la Unión Europea han optado por ese camino.
No hay calma, tampoco pánico
Incluso ya sacan a pasear el espectro de una hipotética III Guerra Mundial haciendo comparaciones odiosas. El secretario de Defensa británico, Ben Wallace, en una entrevista concedida al periódico “The Sunday Times” comparó los esfuerzos diplomáticos y la interlocución directa con el Kremlin para detener la guerra con la fallida estrategia de apaciguamiento de la Alemania nazi. «Hay una bocanada de Munich en el aire», dijo en una clara referencia al acuerdo con Hitler que no logró evitar la Segunda Guerra Mundial.
Mientras tanto, el presidente Zelensky llama desesperadamente a la calma: «En este momento, nuestro mayor enemigo es el pánico». Y reta a las potencias occidentales: «Si tienen alguna evidencia firme de una invasión inminente, que me la muestren». Sobre el terreno, no hay señales importantes de pánico, ni en Kiev ni en otras ciudades, aunque los ucranianos se toman cada vez más en serio la situación y preparan sus propias medidas de contingencia.