Esta vez ha sido la emisora Europe 1 la encargada de plantear un conocido dilema: ¿Biarritz es el refugio de parte de la fortuna oculta de Vladimir Putin?.
La cuestión, que ha ocupado antes no pocas pesquisas periodísticas, da la excusa para alimentar el exotismo de Biarritz, cosa distinta es que se apoye en datos certeros.
El único hecho establecido liga, por cierto, al presidente Emmanuel Macron y a Vladimir Putin desde antes de que se conocieran.
El joven dirigente francés, confirman mandatarios locales de Biarritz de la época, tomó la decisión de lanzarse en la carrera presidencial, hace ahora cinco años, durante una estancia en Biarritz, donde la familia de su mujer, Brigitte Macron, dispone de una residencia vacacional.
A Vladimir Putin, entonces jefe del Servicio Federal de Seguridad (FSB), le propusieron, en 1999, cuando pasaba unos días de asueto en la ciudad costera labortana, asumir las responsabilidades de la jefatura de Gobierno con el presidente Bois Eltsin al que sucedería.
Es la agencia Reuters la primera en publicar, en 1995, que el clan Putin había puesto sus maletas en Biarritz, concretamente a través de una de sus hijas.
Casada con uno de los accionistas de la Rossiya Bank, banco de confianza de las nuevas élites rusas enriquecidas con las privatizaciones, se le atribuye la compra en la ciudad balnearia vasca de una villa de los años 50 con impresionante vista al mar.
Movilizaciones ante «Villa Putin»
No tardarían en sumarse otros indicios. Esta vez para atribuir al propio presidente ruso la adquisición de una casa de 500 m2 que perteneció al músico Igor Stravinsky, que pasó varios años en Biarritz, tras su llegada en 1921.
Se trata del Chalet des Rochers, sitio en el barrio de Saint-Charles. El único dato objetivo: la propiedad se vendió en 1996 por unos 400.000 euros.
Las periódicas incursiones de periodistas para solicitar a los vecinos noticias del inquilino ruso nunca han dado resultado. Leyenda o realidad, la narrativa no decae.
Las crónicas sobre las andanzas inmobiliarias de los Putin siempre se respaldan en la expresión de que su existencia «es un secreto a voces en Biarritz».
Afirmación sin gran peso notarial, pero que vale para recalentar la cuestión de la fortuna de Putin en el contexto de la agresión militar lanzada por el inquilino del Kremlin en Ucrania y de los anuncios de sanciones financieras por la UE.
Según informa FranceBleu hoy han aparecido pintadas de apoyo a Ucrania en la fachada exterior de otra vivienda.
Se trata de Villa Suzanne, propiedad situada en una altura, entre Angelu y Biarritz. Y con vistas al mar. Fue adquirida -se estima que su valor sería de unos 6 millones de euros- por la nueva pareja de la que fuera mujer del presidente ruso, Loudmila, en 2016.
Si en otras entregas los medios recurrían a testimonios de «gremios que reformaron» la propiedad o hasta a «personal de limpieza que habla francés con acento ruso», en esta ocasión uno de los enganches de la información de Europe 1 han sido los escritos en internet del militante asociativo Pierre Haffner.
«Nunca encontraréis un bien en el extranjero a nombre de Putin. Esa actitud prudente, propia de los agentes secretos, le ha permitido sobrevivir en esta jungla, hacerse millonario y acceder al poder. Sin embargo, Putin, o mejor dicho la mafia de Putin, está bien presente en el País Vasco», escribe el bloguero ruso, que tiene tribuna en Médiapart.
Recuerda una movilización «ante la dirección más anónima de Biarritz, Avenida General Mac Croskey 9» de anarquistas vascos en denuncia de la represión de sus correligionarios rusos. También el movimiento LGTB+ de Ipar Euskal Herria se ha llegado a movilizar ante «Villa Putin» para denunciar la persecución que sufre esa comunidad en Rusia.
Un largo idilio imperial y turístico
La historia entre Biarritz y Rusia se remonta a la época de los zares y en la ciudad la cultura del país eslavo está presente todavía hoy gracias a edificios, tanto civiles como religiosos, caso de la iglesia ortodoxa de Saint-Alexandre (1892).
Clasificada como monumento histórico los iconos del templo de estilo bizantino hacen que sea lugar de peregrinación. Entre otros para los turistas rusos que visitan de forma habitual la ciudad a la búsqueda de resquicios de su historia, con la nostalgia imperial como guía. Y una abultada cuenta corriente.
La clientela rusa es la que deja, a día de hoy, los ingresos más considerables en el recién remodelado Hotel du Palais, que mira a la Grande Plage, y que recibió a lo más granado de la alta sociedad rusa.
Entre sus huéspedes se cita a la princesa Youriewsky, viuda del zar Alexandre II o a la emperatriz Maria-Fedorovna, viuda del zar Alexandre III, además de sus hijas Xénia et Olga.
«Como antes en la Costa Azul el zar y su corte imperial abrieron el movimiento hacia Biarritz», explican, en entrevista con la emisora France Culture, Natacha Degauque Belousova y Édouard Labrune, autores del libro ‘Los rusos en Biarritz y en la Costa Vasca’ (2017).
Tras la Revolución de 1917 unos 45.000 rusos huyeron a París, y muchos de ellos lloraron penas en Biarritz. Entre casinos y fiestas.