Iñaki  Iriondo
Cronista político

Biografía de un político comprometido

María del Olmo, Joseba Azkarraga y Juan José Ibarretxe conversan antes del inicio del acto junto al periodista y moderador Oskar Bañuelos.
María del Olmo, Joseba Azkarraga y Juan José Ibarretxe conversan antes del inicio del acto junto al periodista y moderador Oskar Bañuelos. (Raúl BOGAJO | FOKU)

Si a la presentación en Gasteiz de un libro biográfico de una persona que no está en una posición de poder y por lo tanto no hay por qué hacerle la pelota acuden unas doscientas personas, varias de ellas llegadas desde fuera de Araba, es que el protagonista es un hombre querido. Y si en el auditorio se mezclan caras conocidas de EA, del PNV y de EH Bildu, es que tiene un poso de cierta transversalidad.

Así ocurrió el lunes, cuando el salón de actos de la Casa se Cultura Ignacio Aldecoa se llenó para asistir a la presentación de ‘Joseba Azkarraga, la libertad y los derechos humanos como objetivo’, escrito por María del Olmo Ibáñez, doctora en Filosofía y directora del Archivo Histórico Provincial de Alicante, de la que partió la idea de esta biografía, después de haber escrito entre otras obras ‘La cuestión vasca, dos miradas: Joseba Azkarraga y Javier Sádaba’.

El acto lo presentó Miren Azkarate, quien fue portavoz de los gobiernos presididos por Juan José Ibarretxe (autor del prólogo del libro y que también tuvo su intervención) en los que Joseba Azkarraga fue consejero de Justicia, Empleo e Inserción social entre 2001 y 2009. Azkarate recordó los inicios en la política en la clandestinidad del protagonista en 1968, sus primeras visitas a las cárceles en 1981, su actual activismo al frente de Sare y los intentos de desacreditación que le están costando desde algunos medios de comunicación.

Antes de que hablara Miren Azkarate, se proyectó un vídeo que recogía las principales fotografías que figuran en el libro y que resumen la trayectoria política y también la vida familiar de Joseba Azkarraga. Precisamente su mujer, hijos y nietas estaban en las primeras filas. A la mesa subieron luego el lehendakari Juan José Ibarretxe, la autora, María del Olmo, el propio protagonista y el periodista Oskar Bañuelos, que se encargó de moderar el coloquio posterior.

Entre el público, compañeros de aquel gobierno como Angeles Iztueta y Tontxu Campos, predecesores y amigos como Patxi Ormazabal, que también pasó por el Ejecutivo y por EA, y la exparlamentaria Karmele Antxustegi. Estuvieron también José Luis Elkoro, Rafa Díez Usabiaga y Txutxi Ariznabarreta, o el actual portavoz de EH Bildu en las JJGG de Araba, Kike Fernández de Pinedo.

«Ajuste de cuentas en positivo»

El segundo en tomar la palabra fue el propio Joseba Azkarraga, que comenzó explicando que a él no le parecía una buena idea la edición cuando se lo propuso María del Olmo, pero que esta le respondió que el libro era suyo y que iba a hacer lo que le diera la gana, por lo que decidió colaborar. Ajustó cuentas «en positivo» –como precisó– con muchas de las personas que han sido importantes en su trayectoria política y militante, incluidos aquellos que durante el franquismo cedieron locales de sus negocios para reuniones clandestinas y almacenamiento de material igualmente prohibido.

María del Olmo diseccionó las partes de su libro y tuvo numerosos elogios tanto para Juan José Ibarretxe como para el propio Joseba Azkarraga, de quien dijo que en estos momentos con tantas razones para el desapego de la política, su ejemplo le había servido para reconciliarse con esta como servicio a la sociedad.

El lehendakari Juan José Ibarretxe recordó que él ya no acude a este tipo de actos, porque además de su labor universitaria a lo que se dedica ahora es a cuidar a su ama. Pero había hecho una excepción para «abrazar a Joseba Azkarraga, ahora que lo necesita más que nunca», y quedó clara la amistad que les une desde hace años, y también la nueva amistad surgida con la autora del libro. Despojado del traje institucional, el lehendakari es ahora un conversador mucho más ameno que cuando se ataba a los discursos oficiales.

Informes desaparecidos y un hilo al aire

A lo largo del posterior coloquio se habló de muchas cosas. De la invasión rusa de Ucrania, del no vasco a la OTAN hace 36 años que recordó Joseba Azkarraga, del relato único sobre las violencias en Euskal Herria que criticaron tanto este como Ibarretxe, del derecho penal del enemigo que había sacado a colación María del Olmo, de los GAL, de presos, de ETA, de la tortura y del informe que en 1990 hicieron varios diputados, entre ellos José Bono, y del que nunca se supo nada.

A Azkarraga le preguntaron sobre el Informe Navajas, también desaparecido, y tuvo palabras de elogio para el recientemente fallecido Pepe Rei. Contó que este le hizo llegar un extracto de las cuentas de Enrique Rodríguez Galindo, con entradas de dinero muy irregulares, que puso en manos de la Fiscalía y a los pocos días le respondieron asegurándole que iban a abrir una investigación ¡sobre de dónde había sacado él ese extracto!. Y «yo me quedé con la imputación y Galindo con la pasta», concluyó.

Hubo también anécdotas sobre el 23-F, que a Joseba Azkarraga le pilló en el Congreso, con guardias civiles que no sabían ni dónde estaban. Y Juan José Ibarretxe dejó un hilo del que tirar. Cuando el 30 de diciembre de 2004 se aprobó el Estatuto Político por mayoría absoluta en el Parlamento de Gasteiz llamó al entonces presidente del Gobierno español, José Luis Rodríguez Zapatero, para darle lo que él consideraba una buena noticia. Pero a este no se lo pareció tanto, además de interrumpir su descanso familiar navideño en Huelva, le respondió «pero como es posible si esta mañana a las 11.00 me han dicho que iban a votar que no». El lehendakari dijo tener claro que no se refería al voto del PP ni del PSE y dejó en el aire la pregunta de «quién le había dicho aquello».

Y entre anécdotas, reflexiones políticas y hasta geoestratégicas, fueron pasando rápido los minutos, con la coincidencia general de destacar el compromiso personal y político de Joseba Azkarraga, con sus ideales de libertad para su pueblo y con la defensa del diálogo político y de los derechos humanos. Luego llegaron los abrazos, las felicitaciones y las firmas de libros.