«Diplomacia de precisión» contra el derecho a ser de los saharauis
El PSOE ha decidido oficializar la traición española al pueblo saharaui resolviendo la crisis con Marruecos en plena crisis por la guerra en Ucrania e intentando ahondar en las disensiones internas de Podemos-IU. Pero con el riesgo de enfurecer a Argelia, cuyo gas necesita.
La vuelta de la embajadora marroquí a Madrid tras un año de ausencia –por la decisión del Gobierno español de acoger al líder del Frente Polisario, Brahim Gali, enfermo de covid-19–, tiene su contrapunto en la llamada a consultas a Argel del embajador argelino tras el giro y la aceptación por parte del presidente español, Pedro Sánchez, del veto marroquí al referéndum de autodeterminación del Sahara, avalado por la ONU.
Conviene no olvidar que, poco después de la crisis diplomática provocada por Rabat hace un año, cerca de 10.000 inmigrantes entraron en avalancha sobre Ceuta, muchos de ellos menores de edad, en mayo de 2021.
Intentos no tan numerosos pero periódicos de saltar las vallas de las «plazas africanas» han ido ocurriendo, tanto antes de aquello como hace pocos días.
También conviene recordar el escalofrío que recorrió la columna vertebral del Estado español cuando vio que el 11 de marzo de 2004, los autores de los sangrientos atentados contra los trenes de cercanías de Madrid (193 muertos) eran marroquíes.
No está claro que el régimen alauí utilice el yihadismo como presión contra Madrid. Europa ha sido escenario de un proceso de yihadización de la segunda e incluso de la tercera generación de migrantes magrebíes, y el Estado francés y Bélgica son un desgraciado ejemplo de ello, con atentados perpetrados por hijos de oriundos de Argelia.
De lo que no hay duda es de que Marruecos abre y cierra el grifo de la presión migratoria como instrumento diplomático. Como hace desde hace años la Turquía de Erdogan, y como en 2021 hizo la Bielorrusia de Lukashenko mandando a miles de kurdos a la frontera polaca para vengarse de las sanciones de la UE.
Por si acaso, el Gobierno Sánchez ha decidido matar dos pájaros de un tiro y ha asumido que la propuesta marroquí para la autonomía de los territorios saharauis ocupados «es la más realista». El PSOE se suma así a una corriente de fondo occidental y europea de alineamiento con la monarquía corrupta de Mohamed VI que colea desde hace decenios y que los EEUU de Trump explicitaron en 2020, cuando, a cambio de que Marruecos se sumara a Emiratos en la normalización de relaciones con Israel –traición árabe al pueblo palestino–, Washington hizo suyas las tesis de Rabat en relación al drama saharaui saltándose todas las resoluciones de la ONU.
El Estado francés, principal valedor europeo de Marruecos, se frotó las manos. Y no es casualidad que hoy mismo Sánchez visite en París al inquilino del Elíseo, Emmanuel Macron.
El momento elegido por el PSOE tampoco es baladí. En plena invasión rusa de Ucrania, y tras asistir a las desavenencias internas entre Podemos y la vicepresidenta, ministra de Trabajo y todavía candidata potencial a una alternativa de izquierdas, Yolanda Díaz, en torno a cómo manejar la crisis bélica, Sánchez piensa que ha pinchado hueso.
Y ha decidido reivindicar la «real politik» en la cuestión magrebí invocando el «realismo» por encima de los derechos de un pueblo saharaui que lleva casi 50 años penando en el desierto de Tinduf y que, en un acto de desesperación tras 30 años de alto el fuego a cambio de un referéndum de autodeterminación prometido pero que nunca llega, dio por reiniciadas las hostilidades con Marruecos a finales de 2020.
No es descartable que el PSOE haya calibrado que puede responder con la misma moneda a una portavoz podemita, Ione Belarra, que apostó por la «diplomacia de precisión» en vez de enviar armas a Ucrania mientras Rusia la machaca literalmente.
Que la crisis de unos miles de migrantes, e incluso, y apurando, la eventual reincidencia oriunda marroquí de un comando yihadista es, con todos los respetos, peccata minuta comparada con el riesgo nuclear de un enfrentamiento Rusia-OTAN, es una diferencia sideral que, al parecer, no entra en los cálculos tácticos del PSOE.
Que parece mirar al corto plazo de las encuestas, augurando que la en su día peligrosa candidatura de Díaz es historia tras la enésima crisis interna (reforma laboral, Ucrania…) y anticipándose quizás a un PP con Feijóo.
Y opta por la «diplomacia de precisión» para congraciarse con Marruecos. Pero todo lanzamiento tiene su riesgo colateral.
Y no solo, que también, porque la cuestión saharaui es muy sensible en amplios sectores del progresismo español, y crítica desde las naciones sin Estado como Euskal Herria y Catalunya.
Sino, sobre todo, porque, al normalizar relaciones con Rabat, se ha ganado la enemistad de Argelia, que ya cerró un gasoducto que pasaba por Marruecos hacia Gibraltar y que mantiene el estratégico gasoducto que va desde Tánger a Almería.
Ese suministro es crucial para el Estado español e, incluso a futuro para Europa, en caso de renuncia total del gas ruso. Sin él, la descomposición energética sería por arriba y por abajo (goitik eta behetik).
Madrid asegura que informó a Argel y confía en que Argelia, sumida en una grave crisis económica y política, necesita como el agua vender hidrocarburos.
Lo que está claro es que los saharauis, como los palestinos, son los grandes perdedores. Como si el mundo hubiera decidido que hoy están en el lugar y el momento equivocado de la historia.