En enero, antes de la invasión de Ucrania por Rusia, el Fondo Monetario Internacional (FMI) ya había rebajado sus previsiones de crecimiento mundial para este año, hasta el 4,4%, debido principalmente al impacto de la variante ómicron del covid. En cambio, había revisado al alza sus proyecciones para 2023.
El conflicto bélico ha cambiado el terreno de juego. «Para decirlo sencillamente: nos enfrentamos a una crisis que se suma a una crisis», comentó Kristalina Georgieva ayer durante el discurso previo a las reuniones de primavera del FMI y el Banco Mundial en Washington.
No reveló las proyecciones de crecimiento actualizadas, que se harán públicas el próximo martes, limitándose a indicar que «la economía de la mayoría de los países permanecerá en territorio positivo». En otras palabras, en estos momentos los economistas del FMI no anticipan una recesión.
No obstante, la directora gerente señaló que «el impacto de la guerra en Ucrania contribuirá a degradar este año las previsiones de crecimiento de 143 países que representan el 86% del PIB mundial». Claro que la situación varía mucho de un país a otro. Así, mientras las proyecciones económicas para Ucrania son «catastróficas», la previsión de contracción del producto interior bruto de Rusia es «severa».
Georgieva considera que el grado de incertidumbre que rodea el último pronóstico del FMI va mucho más allá del nivel «habitual», ya que la guerra en Ucrania y las sanciones occidentales impuestas a Rusia podrían escalar aún más, mientras que es probable que surjan nuevas variantes virulentas de covid-19.
El riesgo mayor que observa es que la inflación se mantenga alta durante mucho tiempo y, por tanto, sea mucho más difícil de controlar. Después de una década de inflación casi silenciosa, los precios comenzaron a dispararse por todo el planeta el año pasado, cuando comenzó a aumentar el consumo tras la parálisis económica causada por la pandemia de coronavirus.
Y en las últimas semanas los precios de los combustibles y de los alimentos se han elevado de forma vertiginosa.
Riesgo de «fragmentación»
La inflación, que ha alcanzado su techo en cuatro décadas en EEUU, es «un peligro real actualmente» para muchos países y golpea más duramente a los más pobres, como lamentó Georgieva. «Es un gran lastre para la recuperación global», añadió.
A su juicio, esto también complica considerablemente la tarea de los gobernadores de los principales bancos centrales ya que, al elevar sus tipos de interés, aumentan los costos de endeudamiento de los países emergentes y en desarrollo, que ya están muy endeudados.
La directora del FMI advirtió de la «creciente fragmentación de la economía mundial en bloques geopolíticos» que perjudican la capacidad de afrontar las crisis actuales y futuras. Esto podría conducir a un «cambio tectónico» que, entre otras cosas, remodelaría las cadenas de suministro globales.
La guerra en Ucrania ha aflorado «cuestiones legítimas» sobre cómo los países pueden trabajar juntos, «pero la respuesta no puede ser el aislamiento y la fragmentación», dijo. En este punto, citó el final de la Guerra Fría porque permitió «una nueva era de prosperidad». «Todos nos hemos vuelto más prósperos en todas partes, la economía global se ha triplicado. Y los grandes beneficiados han sido los mercados emergentes de las economías en desarrollo», resaltó, sin citar a los «grandes perjudicados», los millones de personas que viven en la pobreza.