La coyuntura ligada a la alta inflación y a las repercusiones de los precios de la energía ha marcado el arranque del debate entre el presidente saliente y candidato a la reelección, Emmanuel Macron, y la aspirante ultraderechista Marine Le Pen.
Ha sido Le Pen la primera en tomar la palabra, para presentarse como la «portavoz del pueblo», y en su turno sobre el poder adquisitivo ha criticado las medidas adoptadas por el Gobierno para afrontar la escalada de los precios.
Ha reprochado a Macron hacer una política de bonos y cheques y ha defendido, como alternativa, medidas perennes, entre las que ha citado la bajada del IVA de 20 al 5,5% en los consumos energéticos.
«Quiero devolver su dinero a los franceses», ha resumido, al final de su exposición, centrada en prometer mejoras salariales que, según su programa, aplicarían los empresarios a cambio de «que se les exonere de contribuciones sociales».
Aunque, a diferencia de lo que ocurriera en 2017, la ultraderechista ha acudido con las cifras mejor aprendidas, ello no ha evitado que Macron le haya desestabilizado, en parte, al recordarle que «el presidente no decide los sueldos», a lo que la aspirante de RN ha respondido con un menos convincente «tampoco sobre las primas», tratando de fijar la idea de que el Gobierno en funciones actúa «a golpe de cheque», sin abordar los retos del país.
El segundo capítulo, sobre la crisis ucraniana, ha dado alas a un Macron, muy ofensivo, por momentos altivo y hasta agresivo, a diferencia de su adversaria, que ha mantenido un tono de serenidad a lo largo del cara a cara.
Ucrania y la UE, y Macron cada vez más agresivo
Así, Macron ha tachado a Le Pen de «candidata de Putin» y le ha reprochado que «su partido recurra a créditos con bancos rusos». Le Pen le ha desmentido y ha centrado sus esfuerzos en corregir su posición sobre la guerra en Ucrania.
Ha sacado un mensaje de Twitter para remachar que «defendemos a Ucrania y a los refugiados». Ha respaldado las sanciones a Rusia no así a las importaciones de gas «porque perjudicarían a nuestras industrias y nuestros ciudadanos».
Macron le ha reprochado, sin demasiado impacto, defender una posición que no coincide con lo que votan los eurodiputados de RN en el Parlamento Europeo.
En el capítulo europeo, Le Pen ha dejado sentado que no defiende la salida de la UE, pero sí «recobrar la soberanía que usted cede cuando coloca la bandera europea en el Arco de Triunfo», le ha espetado al actual presidente de turno de la UE.
Macron ha levantado el estandarte del universalismo frente al «proyecto aislacionista y de repliegue que usted defiende, señora Le Pen».
La «deuda Covid» y la edad de jubilación
Emmanuel Macron tiene un balance en cuanto a la macroeconomía y lo ha defendido en el debate. Ha asumido así la «deuda Covid», ha elogiado las ayudas otorgadas por su Gobierno y ha recordado que el desempleo ha bajado hasta rozar el 7%. Ello tras reprochar a su contrincante que «se olvida de que tras las cifras hay personas», en otro comentario malhumorado de Macron frente a las cifras sobre pobreza y precariedad con las que Le Pen le ha atacado eficazmente.
La líder de RN ha defendido fijar la edad de jubilación entre 60 y 62 años (con 40-42 años de cotización) y Macron, al que persigue su anuncio precedente de los 65 años, ha escalonado el alargamiento de la edad de retiro hasta llegar a 65 años en el horizonte de 2031.
Migración y seguridad
Paradójocamente es en los temas de predilección de la ultraderecha, caso de la migración y la seguridad, en los que Marine Le Pen se ha mostrado menos incisiva, confirmando que sus objetivos en el debate se centraban en dar credibildad a su agenda social y económica.
Por descontado ha hablado de una «muy mala situación» en materia de seguridad y ha expuesto su batería de propuestas, de la expulsión de «delincuentes extranjeros» al blindaje de los policías en casos de denuncia. Ha arremetido contra la «migración anárquica» y ha defendido un referéndum sobre «qué extranjeros vienen y quiénes se van».
La ultraderechista ha enlazado luego, sin sorpresas, terrorismo e islamismo. Propone cerrar mezquitas «radicales» y prohibir el velo en espacios públicos. Le ha dejado con su declaración un bulevard al Macron que promulgó la ley de seguridad y contra los separatismos. El actual presidente ha defendido la acogida a refugiados pero al tiempo ha justificado el cierre de fronteras.
En su turno final de palabra, Macron ha insistido en situar el proyecto de su adversaria fuera del marco constitucional francés y como una amenaza a la inserción geopolítica del Estado francés. Ha mostrado su deseo de reforzar las políticas de protección a la infancia si el 24 de abril obtiene el respaldo electoral suficiente para abordar un segundo mandato.
Marine Le Pen ha cerrado el debate defendiendo «que hay que dar a los franceses la prioridad sobre el país que es el suyo». A la defensiva ha sostenido que «nuestro proyecto es viable y diría que hasta es vital».
Esa frase ha cerrado dos horas y medias largas de debate. El domingo hablarán las urnas.