Mikel Insausti
Crítico cinematográfico

Uno de los nuestros

Hay actores que no ganan ningún Óscar u otros premios relevantes, pero a los que la cinefilia les concede tanta importancia o más que a las grandes estrellas.

Ray Liotta, en una imagen de 2018.
Ray Liotta, en una imagen de 2018. (Valerie MACON | AFP)

Ray Liotta es un ejemplo de actor muy querido, que la industria convirtió en secundario, pero cuya participación siempre resultó esencial en el desarrollo de las películas en las que dejó su particular impronta.

Por otra parte, representa ese tipo de rostro inconfundible al que la audiencia reconoce e identifica, aunque le tocó asumir, tal como reconocía en sus declaraciones, que la gente le recordaba en los papeles de villano y no en los de tipo corriente o buena persona que también hizo.

En esto tuvo mucho que ver su consagración de la mano de Martin Scorsese con ‘Uno de los nuestros’ (1990), aunque la película que le había dado a conocer previamente fue ‘Algo salvaje’ (1986).

Aquella caracterización del gángster Henry Hill le marcó de por vida, hasta el punto de que la noticia de su falsa muerte se adelantó a la verdadera. La confusión se debió al fallecimiento de Henry Hill en persona.

La ficción es así y crea estereotipos que no se corresponden con la realidad, porque lo cierto es que Liotta no era italoamericano. Dicho origen correspondía a su padre adoptivo, y cuando contrató un detective privado en el 2000 para dar con su madre biológica, descubrió atónito que la sangre que corría por sus venas era escocesa.